Víctor Eduardo Pedotti, diseñador y creador capitalino, abrió a Ko’ape las puertas de su casa en medio de los preparativos para la Estudiantina 2023. Sobre las blancas paredes abundan coloridos tocados de distintos modelos y sofisticadas plumas, mientras montículos de piedras y lentejuelas aguardan sobre las mesas para dar vida a los trajes que serán parte de esta gran fiesta.
“Hago esto desde hace muchísimos años. Empecé a los 14, en compañía de mi papá, Carlos Ramón Pedotti, cuando iba a la escuela, y no había gente que lo hiciera. Mis compañeras veían las revistas de los carnavales de otros lugares y querían cosas similares. Obviamente que en aquella época hacíamos como podíamos. Recuerdo que le dije a mi papá: ‘¿qué pasa si hacemos así, doblamos acá?’. Y, como siempre dibujaba, me empecé a imaginar cosas y así fue que nació todo esto”, rememoró, tras un viaje relámpago por la ciudad en busca de plumas, que “escasean y son costosas”.
Obviamente, que fue él quien introdujo a su padre en este mundo. También a su hermano, Walter César, que fue su colaborador incondicional hasta hace poco más de un mes. “Papá era un trabajador común y corriente, pero yo lo introduje en este mundo. Él fue mejorando y, en conjunto con mi hermanita, Fátima; mi hermano Walter, que falleció hace poco más de un mes pero que todavía trabajó para esta Estudiantina e hizo parte de los tocados, conformando un gran equipo. Era una tarea en familia, y empezamos a trabajar con las escuelas del centro y de los alrededores, y también para los Carnavales del Oeste. En eso estuvimos por varias temporadas. Fue pasando el tiempo y este es el año 38, menos esos dos años de pandemia”, expresó.
Además del condimento doloroso de la partida de ambos seres queridos, una herida que aún no cicatriza, el movimiento se presenta como en todos los ciclos. “Este año se atrasó un poco por el tema de los costos y los chicos están con problemas de tiempo y otras cuestiones que ocurren sobre la marcha. Es que desde la pandemia estamos con otra forma de Estudiantina”, indicó, mientras narraba sobre su vida artística, pero sin dejar de colorear los dibujos, porque el tiempo es oro y no hay que desperdiciarlo.
“Primero, quedé sin papá, que era mi mano derecha y, hace poco perdí a mi otra parte, mi hermano. Este año me encuentra sin los dos. Mi mente está preparada, pero los necesitaba. Por suerte, recibo la ayuda de mi sobrino Ángelo que pudo aprender bastante porque veía cosas, se movía en este ambiente. De todos modos, vamos a sacar adelante los pedidos porque a los chicos no les puedo fallar. Fue triste porque te das cuenta de que, de golpe, se te van cayendo pilares, y no tenés por donde apuntalarte. Y tenés que seguir haciendo lo mismo porque la gente te pide, los chicos te piden cada vez cosas más difíciles, más elaboradas, para lucirse y hay que estar a la altura. Soy autoexigente. Busco que todo salga perfecto. Al quedarme así, como tambaleando, cuesta. Pero no es imposible. Confío en que todo va a salir bien como siempre salió”.
“El ciclo comienza muy temprano porque los chicos tienen sus ideas y me las van tirando. Algunos tienen a allegados que les dibujan los motivos, o los mismos chicos son creativos, y los bosquejan solos, pero todo termina siempre en mis manos. Cuando tomo los prototipos, debo rediseñar algunos. Otros, me dan una idea y yo les diseño a fin que queden cómo van a usar sobre su cabeza, con qué materiales, y una vez que tenemos definida la idea, empezamos a trabajar en conjunto. Cada vez les cuesta más conseguir el dinero por lo complicado de nuestra economía. Reciclamos plumas, hacemos lo que sea, pero muchas cosas tenemos que comprar de nuevo, que son carísimas. No se consiguen y es todo un problema. Hay que viajar, hay que andar”, manifestó quien este año debe confeccionar unos 900 tocados de pluma, que son artesanales, y demandan mucho tiempo.
Agregó que, después que se aceptan los diseños, “empezamos a trabajar sobre los bordados, las piedras, los alambres, con algunas personas que me ayudan en mi casa. Hasta que llegamos a la parte del emplumado y el finalizado de los tocados. Este año tenemos que tener listo para cuando comience la Estudiantina, aunque la mayoría de los colegios que vinieron a buscar asesoramiento están muy atrasados. La semana pasada hablé con chicos de un instituto, y recién empezaron a bosquejar la idea. Obviamente que esos chicos no van a llegar a la fecha de septiembre”.
Aseguró que “este es un trabajo artesanal que lleva su tiempo. No es como comprar algo. Y yo me tuve que readaptar con las muertes que hubo en el seno familiar. Tenés que comprar una cantidad de materiales y con eso tenés que ponerte a crear hasta lograr lo que adorna cada rincón de la habitación. Desde empezar a hacer un diseño de un dibujo en grande para llevarle la realidad, hay un buen tiempo, hay un montón de trabajo”.
En este espacio donde el glamour se manifiesta en cada detalle, “hacemos de todo. Nos reinventamos. Acá diseño de todo, no solo tocados. Pensamos en las reinas, hasta sus maquillajes y sus peinados y así, un montón de cosas. Mi vida está dedicada directamente a ellos, al servicio de los jóvenes que vienen en busca de esa especie de auxilio. Es usual ver este espacio lleno de gente. Ya pasaron muchas generaciones porque imagínate que en esta cantidad de años estuvieron las mamás, después sus hijas y ahora sus hijitas que ya están entrando a la Estudiantina como mascota o como acompañante. Veo pasar a las generaciones porque empecé a trabajar desde muy temprano”, sostuvo.
Víctor Pedotti nunca paró. En una época, cuando su papá estaba enfermo, se trasladó junto a unos amigos para continuar con esta empresa. “Trabajé con ellos y fueron años muy lindos. Después, prefirieron abandonar, y continué solo, con mi familia. Pero siempre, toda la vida trabajando, luchando, porque esto no es fácil. Pero no deja de ser una satisfacción ver a los jóvenes alegres, felices. Es que pasamos muchas cosas juntos, muchas veces tengo que hacer de psicólogo, tengo que darle consejos, escuchar sus quejas o que se llevan materias. Esto es difícil para los alumnos porque es algo extracurricular”, comentó.
Pero, después, verlos felices, contentos, cuando en las noches de calle están todos emplumados, vestidos, con sus tocados, mujeres y varones, es otra la sensación. Sobre todo, “verlas felices a las chicas y a sus familias, es lo más lindo que te puede pasar. O que te recuerden cuando vas caminando por la calle, y que te digan vos le hiciste el tocado a mi hija, o me hiciste cuando tenía tantos años y aún conservo la foto. Y un montón de cosas que así. Te da satisfacciones, pero demanda mucha, mucha tarea porque tenés que llegar a terminar todo, tenés que pasar por muchas etapas”.
Insistió con que la economía es un factor muy determinante en todo esto. Por eso es que “tratamos de reciclar lo que se pueda, pero hay cosas que no. Trabajamos con cosas de verdad, las plumas son de verdad. Pero, igual, creo que la Estudiantina es como un sentimiento que tienen los posadeños y es única en el país. Creo que habría que revalorizarla y no minimizarla, como siento que a veces pasa. Desde lo personal cada año trato de darle más a los chicos, brindarles mejores cosas, mejores diseños y lo mejor que puedo. Hay otros tocadistas en Posadas, como es el caso de Roberto Florentín, de quien también aprendí o nos intercambiamos ideas. Es una persona importante que hizo y sigue haciendo colegios”. También recordó a Alberto Palma, “referente en carrozas y tocados de la Estudiantina, con una vida dedicada a ayudar a sus alumnos”.
Al parecer de Pedotti, “no se valoriza debidamente a la Estudiantina cuando a los chicos se le torna sacrificado estudiar y hacer tiempo para los ensayos, a fin de poder participar. Además, con la actividad, aprenden valores como la solidaridad, se unen, se ayudan, se prestan, en lugar de perder su tiempo en otras cosas tóxicas que, como sabemos, abundan. Los chicos se enfocan directamente en esto, que es una competencia sana”.
Pero, como si fuera poco, se esmeran por brindar “un espectáculo gratuito para el público, para los turistas, para Posadas. Lo lamentable es que, turísticamente, tampoco estuvo en una agenda. A disfrutar de esta fiesta de brillo, danza y colorido, viene gente de otras localidades, inclusive de Encarnación. Sé porque me lo cuentan. Fui jurado varias veces y compartí muchas visiones. Por ejemplo, turísticamente nunca adquirió importancia siendo que es una fiesta única en el país, con todo el glamour, con todo lo que los chicos gastan para brindar un espectáculo maravilloso. Siento que debería ser revalorizada por la sociedad y también por las autoridades”.
Increíblemente, “aglutina a todos los colegios, y lo más lindo es que todos los colegios son iguales, se merecen el mismo trato. Es lindo verlos competir sanamente en la Estudiantina año a año. Los padres, familiares acompañan. Siempre hay una tía que borda, abarca a muchos porque todos quieren ayudar a los jóvenes. Esa es la misión que tenemos los tocadistas y diseñadores”.
“Yo que estoy con ellos, que los escucho, se de sus pesares. Algunos se llevan materias y, a veces se preocupan por estudiar porque de lo contrario no pueden ser parte de los ensayos, además de todas las cosas que le ocurren en sus vidas, aprenden ser solidarios entre ellos, con sus compañeros, trabajan en conjunto, aprenden valores, todas cosas buenas”.
Palabra autorizada
A Pedotti le sobra experiencia. Más allá de sus conocimientos y su habilidad para llevar las ideas a la práctica, también fue parte de los Carnavales de Misiones, en otras provincias y en otros países (Brasil y Paraguay). De la Estudiantina, fue jurado y participó en dos ocasiones. “Conformé grupos en la Comercio Nº 1 y en el Colegio Nacional, donde éramos alumnos prestados porque cursaba en el Santa Catalina. En esa época ese colegio no tenía Estudiantina. Sin embargo, hoy son mis clientes”.
Es por eso que percibe los temores y está atento a cualquier requerimiento durante el paso por la avenida. “Al desfile concurro la primera y segunda noche, acompañarlos al costado, viendo cómo les va. Estoy ayudando a atar los tocados hasta el último momento, viendo si algo se dobló, porque eso es algo para lo que tenés que estar”, aclaró.
El estrés se va cuando termina la Estudiantina, pero ni bien se relaja, comienza con los preparativos para los carnavales, que son menos demandantes.
Señaló que, precedentemente, “era ‘Pitina’ Prado y Laura, amigas mías que estuvieron con los estudiantes desde el primer momento. Recuerdo que toqué la primera lentejuela de mi vida cuando tenía 8 años. Nunca voy a olvidar que durante el Mundial 78 mi prima Rosana Saldaña participaba en el Colegio Nacional cuando vi toda esa cantidad de brillos y dije ‘¿y eso?’. Y me empezó a llamar la atención. Después vi plumas y empecé a preguntar quién era la que hacía eso. Y era Pitina Prado, una mujer conocidísima, profesora del nacional que nos dejó un legado a todos. Tenía 8 años y a los 14 ya empecé a hacer primero, 10 tocados, después una comparsita entera, después todo un colegio. Y así, nos fuimos perfeccionando”.
“Conocí a miles de chicos y chicas que salieron adelante y aprendieron valores gracias a su paso por la Estudiantina, y eso es grandioso. No es solo ruidos, brillos y lentejuelas. Creo que es una fiesta que genera un movimiento económico, una fiesta que disfrutan los estudiantes, la familia, todos los posadeños”.
Mirando hacia atrás, “no me arrepiento de nada. A veces me divierto y a veces lamento todas las arrugas que me quedaron, el estrés que pasé, pero fue lindo, porque fue necesaria mi participación como la de mi familia, como la de otros tocadistas. Los chicos nos necesitan. No sé cómo será en otros lugares, acá nos tuvimos que acomodar como podíamos y a sacar adelante a la Estudiantina. Por suerte todos conocen que lo que esta fiesta significa, al menos los posadeños y los misioneros”, acotó, quien también trabajó con alumnos de colegios de Apóstoles y “traté que hicieran lo mismo que acá, en menor escala, y lo lograron”.
De todos modos, el creador y diseñador supone que esta actividad continuará por algunos años más, por eso, “tengo que dejar aquí a gente nueva que quiera aprender sobre esta apasionante tarea. Siempre hice propuestas a las autoridades para dar cursos para que los interesados aprendan al respecto. Estoy dispuesto a enseñar porque nadie es eterno y un día no voy a estar, como no está mi papá ahora. Mi sobrino, tuvo que aprender porque tampoco está su papá. Así, vamos enseñando, transmitiendo. Hubo años de mucho esplendor y no era solamente por la economía porque en realidad desde que yo me acuerdo, siempre hubo vaivenes. Quizás antes, los padres ayudaban más, y los chicos, tenían más apoyo de los docentes. Lo que hacen los jóvenes misioneros, principalmente los posadeños, debería ser orgullo para nuestra provincia, porque es la Fiesta de los Estudiantes”.