La Iglesia celebra hoy la fiesta de la Asunción de la Virgen María, quien llena de esperanza la vida de todo cristiano, que peregrina hacia la patria celestial. En medio de tantas situaciones difíciles que atravesamos como país, es oportuno poder contemplar a la persona de nuestra Madre María, como ejemplo de fortaleza y esperanza para nuestra vida de fe personal y familiar.
El dogma de la Asunción de la Virgen María, abre nuestra confianza plena a la providencia divina que nunca nos abandona. La Santísima Virgen María, desde su niñez, nos enseña a transitar el camino de la vida buscando la voluntad de Dios que guió sus pasos. En los momentos difíciles de su vida, dejó que la providencia divina obrara poderosamente en su camino.
La Santísima Virgen María supo estar cerca de Dios en todo momento. Ella siempre nos enseña la importancia de la comunión con Dios en la fe. Tanto fue su comunión y cercanía con su hijo Jesús, que después de su vida terrenal, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, donde comparte la misma gloria de la resurrección junto a su hijo Jesús y todos los santos. Es un día que nos invita a confiar profundamente en el amor de Dios que nunca nos abandona y en la intercesión de nuestra madre del cielo que siempre nos acompaña.
La Virgen María es ejemplo de humildad y sencillez. Virtudes que ella nos impulsa a cultivar en nuestro peregrinar de esta tierra. Nos enseña a aceptar la voluntad de Dios a pesar de las innumerables preocupaciones de la vida cotidiana, confiando en el amor de Dios que siempre acude en nuestra ayuda.
Ella es ejemplo de confianza en Dios, silencio orante y aceptación de la voluntad del Padre, especialmente cuando tenemos que enfrentar las cruces de la vida cotidiana. La Virgen María nos orienta a vivir una vida de diálogo y oración con nuestro Dios que nos permite descubrir su voluntad. El Papa Francisco nos recuerda que, “la Virgen María nos enseña orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna”. La comunión con Dios en la fe y una vida orante nos permite estar atentos a la voz del Espíritu Santo que nos habla y que nos ilumina, especialmente en los momentos de dudas y oscuridades de nuestra vida.
En tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien. Nos guía para anteponer el proyecto de Dios por encima de nuestras comodidades y conveniencia del momento. María, madre del Salvador y madre nuestra, es modelo de luz en las oscuridades y fortaleza ante las debilidades y carencias.
La Madre del Redentor, es también nuestro modelo de caridad y amor. Nos anima a estar dispuestos al servicio generoso, así como ella estuvo a atenta a la necesidad de su prima Isabel. Con su visita no solo aportó el servicio y la ayuda material, sino que llevó al mismo Maestro. Cada uno de nosotros llevamos a Dios presente en el corazón, cuando servimos con amor y generosidad. Nuestra vocación nos llama a dar vida, servir, con amor y alegría.
La ayuda sincera nos regala el gozo de una entrega generosa. En nuestra vida cristiana, como peregrinos en esta tierra, la celebración de la Asunción de Nuestra Señora nos impulse a vivir una esperanza gozosa, ya que ella nos señala el camino que todos transitaremos hasta llegar a la gloria de la vida eterna.
Que la siempre Virgen y Madre, desde el cielo, interceda por cada uno de sus hijos, para que siguiendo su ejemplo, podamos vivir una vida de verdaderos cristianos imitando sus virtudes de caridad, humildad, pureza, paciencia, mansedumbre, haciendo crecer nuestra fe cada día.