Cual efecto dominó cuyo origen fue la devaluación de esta semana, la reacción de las organizaciones gremiales fue salir a reclamar recomposiciones salariales más allá de las que están en marcha.
Ya desde antes del batacazo del domingo la mayoría de los sindicatos venían pactando aumentos por trimestres, pero aquellos que cerraron acuerdos por períodos más largos no demoraron en exigir reabrir las tratativas. También reclaman aplicar en forma automática algún tipo de compensación por la progresiva pérdida del poder adquisitivo que se acentuó notablemente a partir del lunes pasado.
En respuesta a esos reclamos es que el ministro y candidato Sergio Massa dejó trascender la implementación de un bono que posiblemente se anuncie la semana próxima.
Sobre ese escenario y sus efectos en la masa trabajadora existe un marcado escepticismo tanto por el humor social como por algún repunte en el consumo.
Ocurre que, entre las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional existen varias que apuntan a la reducción fiscal, lo que compromete la posibilidad de seguir distribuyendo dinero.
También hay escepticismo porque en los montos que se manejan de manera extraoficial, un bono no compensa el fuerte deterioro que dejan meses de fuerte escalada inflacionaria en los ya sufridos ingresos. Y finalmente es difícil que un bono tenga el efecto deseado por el Gobierno porque, de confirmarse las versiones surgidas de Economía, no llegaría a la cada vez más creciente masa de trabajadores que se manejan por fuera del sistema del empleo asalariado en relación de dependencia y con protección sindical.
Los empresarios, en tanto, ya manifestaron su postura: rechazan el aumento por suma fija y reivindican las paritarias como método para recomponer los ingresos.
Después de una semana plena de incertidumbre y remarcaciones, se viene otra igual o más difícil con medidas que lucen insuficientes frente al tamaño de la crisis.