El otro día leí que la autoestima se forma mediante la imagen que recibimos en la infancia y adolescencia de tres espejos diferentes: los comentarios de nuestros padres, de nuestros maestros y de nuestros pares.
Las opiniones sobre cómo somos, qué podemos y qué no, recibidas de estos tres espejos han formado la opinión que hoy tenemos de nosotros mismos, sin embargo, no necesariamente sea quien realmente somos.
El espejo más importante, es nuestro propio espejo y entender que crecimos con opiniones de otros y estas nos influyeron, poder comprender de dónde viene cada creencia nos ayuda a ver que no son nuestras, y por tanto no pertenecen a nuestro propio espejo.
Para esto sirve el ejercicio de separar ¿Cómo nos veían nuestros padres? ¿Cómo nos veían nuestros maestros de niños? ¿Cómo nos veían nuestros pares?
Poder visualizar estas imágenes nos ayuda a entender nuestra imagen que hoy tenemos sobre nosotros mismos, pero lo más importante, nos ayuda a ver que no es nuestro espejo, es solo un espejo de otro.
Podemos construir la imagen de nosotros que realmente queremos, tenemos el poder de aumentar nuestra autoestima, y para ello, es muy importante saber cuál es nuestra opinión hoy sobre nosotros mismos en distintos campos: en el laboral, en las relaciones, en nuestro papel de madres o padres, nuestra imagen corporal, nuestras formas de manejar las finanzas.
Poder evaluar a través de nuestro propio espejo, cuál es nuestra situación hoy, y así detectar nuestros puntos de mejora.
Lo valioso de esto es que se trata de nuestro propio espejo y no de condicionamientos de otros y lo más importante, es que lo hacemos porque estamos convencidos que somos valiosos, que tenemos puntos de mejoras como todos, pero que tenemos dentro nuestro el poder de hacer los cambios que queramos.
Somos personas maravillosas, cada una con su luz propia, y de eso se trata la autoestima, de aprender a ver ese brillo particular, lo que nos hace únicos y poder hacerlo a través de nuestro propio espejo.