Durante mucho tiempo se definió a Misiones, tanto internamente como afuera, como “Crisol de razas”. En los últimos años se ha tomado conciencia de que el término de “razas” no sería el más adecuado para plasmar la diversidad étnica y cultural a la que se quiere referir, y entonces surgió la denominación de “Crisol de etnias”.
Más allá del léxico utilizado, en lo que parecen coincidir todos es en la admiración por el proceso de mixtura que se generó en esta región a partir de la apertura de 1812 a todo aquel ciudadano del mundo que quisiera poblar la Argentina.
En el caso de Misiones fue varias -bastantes- décadas después cuando empezaron a llegar los inmigrantes en cantidades significativas, pero fue en un escenario apropiado para que cada grupo étnico, procedente de las más variadas zonas del mundo, haya aportado algo de su cultura a la preexistente en nuestro territorio provincial.
Ahí radica quizás una de las principales lecciones: no solo la pujanza, la vigorosa identidad de los recién llegados y la necesidad de tejer lazos entre ellos dan forma a este crisol, sino que especial valor cobra una población autóctona como la misionera, que con el transcurrir de los años (y ya siglos) ha sabido integrar y asimilar a sus inmigrantes, su idiosincrasia y sus costumbres.
Lo que acaso diferencia a esta región de otros muchos lugares “con” inmigrantes (y no “de” inmigrantes, como nuestra provincia) es que a los recién llegados no se les exigió la plena adopción de la cultura local sino que fueron aceptados con su patrimonio cultural de origen.
Se les brindó herramientas de integración como el trabajo, la enseñanza pública gratuita, el derecho a participar de la vida política y social, etcétera pero dejando que cada grupo étnico se fuera adaptando libremente, a su ritmo, sin traumas derivados de una “aculturación” forzosa.
Así, ya sea por visión de futuro, por voluntad o acaso por necesidad, se fue propiciando la formación de una cultura regional basada en las influencias recíprocas.
En este Día Nacional del Inmigrante, todos tenemos motivos para festejar. Y en Misiones, aún más.