El arte aparece como una actividad que hace más que producir obras, “comprender es apropiarse activamente de una obra por mediación de las apropiaciones anteriores que constituyen la historia de la recepción” (López Anaya, Jorge).
El espectador encontraba en este “arte de las obras de arte”, una forma de mirada del objeto como “bello” o agradable, considerando el arte como pura visualización. Este concepto de arte ha perdido, hace décadas su autoridad.
Nos encontramos ya hace más de 50 años con lo que podemos denominar “des-limitación del arte”, extendiéndose a ámbitos extra artísticos, dan cuenta de ello las expresiones del happening; acontecimiento artístico en tiempo real, con la participación e improvisación de quienes participan, ya sea en espacio público o privado; galería de arte, museo, produciendo una obra de arte, el conceptualismo: abarca música, literatura, artes visuales, etc.
Identifica y denuncia problemas del entorno social, transmite una idea, el body-art: proceso artístico en que el artista utiliza su propio cuerpo como soporte material de la obra (1970), el land-art emplea los materiales y el paisaje como el escenario de sus creaciones, simbiosis entre el arte y la naturaleza, relación entre el hombre y la tierra a través del arte.
Es un arte posterior a la segunda guerra mundial, se hace participar al espectador a formar el objeto estético, como un juego libre donde se concreta el sentido, no una revelación.
La validez de la obra no es la autoría del autor sino la relación con nuestra propia creación, que nos exige una estética de la recepción, una actividad exigida, pedida al espectador.
El arte no entretiene, no es la contemplación de lo bello, nos hace buscar “la significación”. Nos pregunta, nos interpela si este objeto, acción, instalación puede ser arte, el goce del que observa es la propia reflexión y no el objeto en sí.
El espectador goza del interrogarse, aceptar o rechazar, cambiar su postura teórica en experiencia estética. Es un arte de la diferencia.