El ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, Sergio Massa, concretó ayer el anuncio de la suba del mínimo imponible para el Impuesto a las Ganancias a los trabajadores argentinos. Lejos de ser lo que se promocionó, el final de la aplicación del tributo, es una medida que quitará a un enorme porcentaje de trabajadores alcanzados por el impuesto pero que seguirá siendo pagado por al menos 90 mil personas más.
En un país donde la política económica expulsó a muchos empleados de la relación de dependencia hacia la actividad independiente como autónomos o monotributistas, el beneficio anunciado ayer también los dejó afuera.
En medio de la campaña electoral, la oposición anticipó que no votará la ley en el Congreso, cuando sea el turno de ratificar por vía legislativa el decreto del Ejecutivo que elevó el piso de Ganancias a 1,7 millones de pesos.
Sin embargo, hay que destacar la decisión política aunque tenga un fin electoralista y pocos sepan de dónde va a sacar el Gobierno nacional lo que deja de recaudar, en un Estado deficitario y que ha dejado de cumplir con muchas de las promesas de obras realizadas a las provincias.
La presión tributaria hacia los trabajadores ha bajado levemente con la medida, pero resta quitar el peso de los impuestos en el día a día que también empujan los precios en cualquier sector. Empezando por la canasta básica, donde más énfasis debería existir por parte de la Nación, para aliviar la mesa de los argentinos de los altos costos que tiene la alimentación.
Ahora, para seguir instalando la agenda pública, el Frente de Todos va por la baja de horas en la jornada laboral. ¿Surtirá efecto cuando el problema actual pasa por la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos?