Faltaban nueve días para la llegada de la primavera de 1998 y el ruido de los tambores de la Estudiantina ya se hacían sentir en las calles de Posadas. Marisa Serrano tenía quince años y cursaba el segundo año del Bachillerato Polivalente 8.
Una hora antes del mediodía del 12 de septiembre de aquel año, unos obreros que trabajaban en una construcción ubicada en la esquina de las calles Coronel Álvarez y Ramón García de Villa Sarita se encontraron con un horrendo cuadro: tapado por algunas chapas y un pantalón de jeans yacía el cadáver de la jovencita, que se domiciliaba en la chacra 86 del barrio Los Pinos de Posadas.
Nunca se supo quién fue su verdugo y el caso pasó a engrosar la lista de homicidios no resueltos en Misiones.
Según los reportes de aquella época, el cuerpo estaba muy cerca de un precario depósito y de un muro. Tenía profundas señales de violencia y su rostro desfigurado, señal de haber sufrido varios golpes con una piedra en la zona de la cabeza.
Solamente un jean cubría sus partes desnudas y hacía al menos seis días que estaba en el lugar. Su cuerpo yacía boca abajo, con señales de forcejeo y moretones. Los peritos descubrieron que un brutal golpe le rompió la mandíbula y otro le impactó a la altura de la sien izquierda.
Marisa había desaparecido una semana antes, después de concurrir a la plaza San Martín para encontrarse con un joven.
La policía realizó numerosas investigaciones, incluso demoró a varios sospechosos, pero nunca pudo obtener pistas del autor ni establecer los motivos del hecho.