A sus 84 años falleció este jueves la reconocida arqueóloga, docente e investigadora misionera Ruth “Chiqui” Poujade. En la provincia, fue pionera en la arqueología y fue destacada por su labor en el cuidado y la promoción del patrimonio cultural. Con más de cuatro décadas de experiencia, sentó las bases para numerosas generaciones dedicadas al estudio de las ciencias sociales.
Nació en Posadas el 10 de enero de 1939 y se formó en la Universidad Nacional de La Plata, donde se recibió como licenciada en Antropología con Orientación en Arqueología. A fines de los años 60 regresó a Misiones y trabajó de lleno con los pueblos indígenas y su huella en la región.
Un valioso recuerdo y legado
La arquitecta e investigadora, Liliana Oleksow, afirmó a PRIMERA EDICIÓN que, como compañera de trabajo durante 25 años, “fue la primera que me sugiere si me interesaba entrar en la temática del patrimonio histórico que pida el pase a Cultura, porque yo estaba en el Ministerio de Educación”. Por ello, remarcó que “de alguna forma, ella me abre el camino y ese tipo de cosas son sumamente valiosas”.
En su experiencia en la provincia, recordó entre sus anécdotas algunos trabajos importantes: “En Apóstoles un señor de apellido Almirón, había fallecido, y donaban una cantidad de objetos que había coleccionado a lo largo de su vida, que eran jesuíticos. Entonces, tuvimos que instalarnos con la arqueóloga Chiqui Poujade, la secretaria que pasaba todo a máquina y yo, quienes estuvimos más de 10 días en la casa de esta persona en Apóstoles para inventariar todo el material arqueológico, que era impresionante”, relató.
Con una importante labor en el campo de investigación, Oleksow señaló que “fue compartir días y días en el mismo lugar. Luego hubo trabajos con las ruinas jesuíticas, sobre todo en la recuperación de Santa Ana, donde conformamos un equipo”.
Nombró también su labor en “San Ignacio, en la recuperación de elementos, con un trabajo importante en equipo, porque la arquitectura y la arqueología van de la mano en el rescate del patrimonio histórico”.
Asimismo, expresó que se relacionó con “los museos, como el Andrés Guacurarí, donde me enseñó mucho material cuando recién me recibí. Fue como que me enseñó y guió en este tema para lanzar en museos, lo cual era algo nuevo en ese momento”. En lo regional, “tenemos muchísimos momentos compartidos, momentos de todo tipo, incluso trágicos y donde nos pasó de todo”, añadió.
En esta relación con las gestiones políticas, contó que “en una provincia con tan rico material para trabajar con el patrimonio, hubo algunas gestiones a lo largo de estos 25 años que le daban un lugar preponderante a esto, pero otros donde no”. La arquitecta resaltó además que Chiqui “tenía un gesto muy humano para armar un equipo en la provincia, con objetivos valiosos y que con el tiempo se han consolidado”.
Desde lo humano, recordó que “había viajes, donde teníamos que ir y venir durante días, en esas charlas en el auto contaba anécdotas de su vida. Me acuerdo de que contó sobre su papá que cuando era joven fue a una adivina y le dijo que ella iba a trabajar en algo referido a la tierra. En ese momento, en esta provincia no había ningún arqueólogo, menos una mujer, así que esta persona lo adivinó. Es algo que ella lo contaba y con el correr de los años siempre se dedicó a la tierra”.
Oleksow explicó que “hubo muchos momentos de anécdotas, de risas y el compartir. Esto del adivino también tiene que ver con nuestro patrimonio, las creencias y leyendas”. En lo profesional, “en mi caso, al ser más joven, aprendía con ella porque nunca había trabajado con un arqueólogo en mi vida”, agregó. Por su parte, “participó en congresos internacionales, defendió siempre nuestro patrimonio y luchó para que una generación nueva fuera tomando lugar, eso es algo que con el tiempo fue lográndose”.
Una historia relacionada con el crecimiento del saber
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN la antropóloga Ana María Gorosito Kramer recordó que conoció a Chiqui a fines de los años 60 cuando “compartí con ella la experiencia que tenía, cuando me encargaron hacer un censo indígena provincial”.
En estos proyecto en común sobre comunidades indígenas, compartió que “a partir de ahí nos hicimos muy amigas y junto con ella la UNaM tuvo una importante lucha para el reconocimiento de los pueblos guaraníes”. En ese entonces, “era difícil, porque en ese momento significaba oponerse a las políticas dominantes, no solamente estatales, sino por la alianza con la iglesia que impedía un reconocimiento pleno de su preexistencia y derechos”.
A fines de los años 70, cuando empieza a hablarse de Yacyretá, “comienza Chiqui a trabajar de forma activa en la recuperación de los yacimientos que iban a quedar bajo el agua. Era necesario producir el reconocimiento y después en lo posible el rescate”.
Aseguró que esta labor en cuidado del patrimonio provincial, “la fue absorbiendo hasta prácticamente su retiro, que se debió más a razones físicas, por un deterioro progresivo, porque ella jamás perdió en el interés en el rescate de la historia no escrita, sobre todo la de los pueblos originarios y su impronta en la cultura, en la realidad misionera y contemporánea”.
Gorosito Kramer destacó que “se merece todos los honores de este mundo, ser recordada con respeto, en honor a todo su esfuerzo y porque durante muchísimos años fue la única arqueóloga de esta provincia”. Asimismo, “tenía la generosidad de traer arqueólogos de otros lugares (universidades nacionales), que hicieron importantes trabajos”, añadió.
La antropóloga remarcó además que “la historia de Chiqui en la provincia es la historia del saber, de saberes específicos en relación con el patrimonio cultural y sobre todo con el patrimonio cultural de base indígena”. A su vez, señaló que sería importante “un reconocimiento a escala provincial por toda su trayectoria”.