Es tiempo de campaña electoral y la oportunidad de los electores de definir a quién votar. En un año donde se cumplen 40 años de reinicio de la democracia, que tanto costo tuvo para muchos argentinos el poder devolver la libertad a sus pares, se generó por primera vez en las últimas décadas (desde tal vez las privatizaciones de Carlos Menem), un debate acerca de qué Estado queremos a partir de diciembre, cuando asuma el nuevo gobierno nacional.
Por un lado, el libertario Javier Milei (La Libertad Avanza), desde su derecha extrema propone un Estado mínimo, permitiendo al sector privado avanzar sobre servicios básicos (como la educación o la salud, por ejemplo) para hacer que los tributos que paga el ciudadano vayan a otro objetivo. De hecho, aunque hable de “voucher” para obligar a las familias a pagar la escuela de los chicos, es una privatización encubierta. También es conocido por oponerse a la continuidad de estamentos y organismos hasta de la ciencia y la tecnología.
De su lado, Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio), también pone el recorte del gasto público entre sus metas pero con el condimento más bien político: habla de exterminar al kirchnerismo. Es famosa, desde su paso en el Ministerio de Seguridad de Mauricio Macri, por la intención de poner mano dura contra la inseguridad.
Finalmente, está Sergio Massa, que si bien es parte del pensamiento de no eliminar estamentos que garanticen derechos humanos, muchos de ellos cuestionados por opositores por no mostrar acciones acordes con el gasto que significan; el candidato estaría dispuesto a reformular el esquema de gobierno.
Tal vez por la apatía, el rechazo a la dirigencia o las diferencias en el modo de vida entre funcionarios y el común de los trabajadores, muchos eligen extremos para su voto, como forma de castigo al que consideran diferente.
¿Es la salida más conveniente para un país no aceptar términos medios en las discusiones? Lamentablemente, volverá a ser la historia la que juzgue la elección que se viene.