En las últimas horas, un nuevo estudio sacó a la luz el dramático y sostenido deterioro que viene acumulando la Argentina en los últimos decenios, al punto de que solo seis de los últimos 62 años terminaron con las cuentas en orden y los 56 restantes lo hicieron con las cuentas totalmente desequilibradas.
El informe “Una historia de déficits fiscales recurrentes en Argentina”, realizado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), revela que entre 1961 y 2022 el déficit fiscal, tanto primario como financiero, ha sido una constante, ya que solo hubo saldo favorable para el fisco -sumando gasto primario y servicios de deuda- entre 2003 y 2007.
Si se toma solo el gasto primario, se puede sumar el lapso de 1991 a 1993 (inicio de la convertibilidad), otro en 1997 y 1998, uno más en 2000, con la quiebra de la convertibilidad, y otro en 2009.
No hay que olvidar que el equilibrio fiscal es un factor relevante, si no determinante, para la estabilidad económica, que a su vez es necesaria como anclaje para un desarrollo económico y financiero sostenibles.
Un horizonte que hoy se avizora imposible de alcanzar en Argentina en el corto plazo. Por eso la mayoría de los analistas (o todos) coinciden en que, gane quien gane el balotaje del 19 de noviembre, la crisis continuará por varios años más y las políticas que se adopten tendrán que ser relativamente similares.
Ya se viene diciendo por ejemplo que ni la dolarización ni levantar el cepo cambiario son herramientas disponibles de forma inminente, como tampoco se podrá frenar la brusca caída del peso frente a las principales divisas ni lamentablemente la inflación, más allá de mitigarla con medidas o recetas aún no claramente expuestas por los candidatos.
Dicho sea de paso, la transparencia en las propuestas electorales de uno y otro en materia económica sigue siendo otra cuestión pendiente a apenas dos semanas de los comicios.