“Mientras estemos unidos nadie no nos va a derrumbar”, es una frase que la familia De Lima tomó como propia y la pone en práctica tanto en su empresa como en las carreras de karting como de automovilismo, disciplinas de la que son apasionados todos sus integrantes.
Todo este entusiasmo se generó a través de Rubén De Lima (63), que asistió a las carreras de autos desde muy pequeño porque su padre, José Valentín De Lima, era “fanático” del automovilismo y amigo del expiloto Andrés “Cacho” Sobolewski, campeón misionero, rival de Heno Klein. Con el paso de los años, esta pasión fue transmitida a su esposa Cristina Gelein, y a sus hijos: Damián (36), José Luis (33) y Mauricio (23), que mantienen el prestigio y multiplicaron los trofeos.
Rubén De Lima nació en la Capital de la Alegría y con cinco años, acompañaba a su padre a las carreras que se hacían en circuitos semipermanentes ya que en esa época no había autódromo. Aseguró que desde chico “me gustaba el automovilismo, siempre soñaba con correr en auto”, pero que a raíz de las consecuentes situaciones económicas recién a los 24 años pudo adquirir uno.
“A esa edad me pude comprar el primer Fiat 600, que estaba desarmado en el taller de los hermanos Rosa, que me lo armaron para que empezara, me enseñaron a arrancar un auto de carrera porque no tenía ni idea de lo que era. Esos fueron mis primeros pasos. El primer año corrí con ellos y al segundo año ya fui a correr con Héctor Oliveira, que era un mecánico muy conocido en la zona y, a la vez, su madre era muy amiga de papá”.
Pidió que le prepare el vehículo y corrió seis campeonatos en Fiat 600, cuatro campeonatos enteros y dos de manera salteada. “Anduve bien, gané carreras, perdí el campeonato en la última fecha de 1989, por dos puntos. Venía ganando en Apóstoles, consagrándome campeón, pero tuve que abandonar y fui subcampeón en Fiat. De la categoría me retiré momentáneamente”.
Pasaron cinco años y Damián, su hijo mayor, cumplía siete años por lo que le regalaron un karting. Y ahí empezó todo de vuelta.
Después reiteraron el mismo obsequio a José Luis y como “ya no aguantaba las ganas de correr, a los 10 años de haber dejado el Fiat 600, de haber peleado el campeonato de la marca y de haber estado siempre peleando adelante, me compré un Chevrolet, una cafetera que estrené en la categoría Top de esa época” que se llamaba TC del Nordeste.
Recordó que, en esa categoría, en la que había más de 30 autos, “corrí durante seis años seguidos, logrando tres subcampeonatos, un tercer puesto, un cuarto puesto y un campeonato. Después, al año siguiente que fui campeón, dejé de correr porque mi hijo más chico ya había empezado a correr en karting. Los tres estaban corriendo, entonces me dediqué a trabajar un poco más para que ellos puedan lograr su cometido. Si hubiera tenido hijas mujeres, quizás hubiera corrido un montón de años más, pero les cedí el lugar a ellos porque consideré que mi etapa ya estaba cumplida, ya había corrido 15 años. Venían los chicos queriendo practicar el mismo deporte, ya estábamos involucrados en lo mismo, así que les brindé todo el apoyo a ellos, que hasta el día de hoy siguen corriendo”, celebró el expiloto de automovilismo.
El sueño de Rubén De Lima es que sus hijos “sigan haciendo el deporte que le gusta hasta cuando puedan, que no se van a arrepentir. A mí me queda el recuerdo de la pasión, de los amigos, de lo que armás en tantos años de automovilismo, de karting o de lo que sea. Este es un deporte muy pasional donde va toda la familia. En el fútbol, quizás, van más varones que mujeres, mientras que esto lleva a toda la familia: a la tía, a la abuela, a la mamá, a la suegra. Cuando empezás a andar bien, van todos con más razón”.
La familia destacó el rol de Cristina porque “sin su apoyo no hubiéramos hecho nada. Éramos novios cuando la involucré en las carreras, tuve un accidente muy grande y pensé que no iría nunca más, pero después se embarcó y siguió yendo. Es incondicional, es la primera que prepara la conservadora y la comida para llevar, así que tenemos todo su apoyo, también fuera de casa”.
Cristina se jacta de ser “la mamá de estos tres muchachos hermosos, buenas personas, buenos hijos, que Dios me dio. Me siento cómoda en el deporte que ellos eligieron y participo de la actividad hace unos 40 años. Lo primero que hizo Rubén fue llevarme a las pistas, y después lo hice
”.
Mente ganadora
Para Damián, el mayor de los hermanos De Lima, estar bien físicamente, estar fuerte de mente y ser positivo hace que los resultados vengan solos. Arrancó en karting a los siete años “por una pasión en la que nos introdujo ‘el viejo’, porque siempre íbamos con él a las carreras. Hay cosas que recuerdo y otras no, pero desde chico sentí esa pasión, esa adrenalina por subirme un karting. Tenemos la suerte que nuestros padres son amantes de los fierros y nos inculcaron desde chicos. Primero fue un juego, pero muy rápido se hizo una pasión y empezamos a competir”.
“Gracias a Dios nacimos con un poquito del don del karting y nos fue muy bien de entrada. Empezamos a correr en Misiones y a nivel nacional, siempre como nos inculcó papá, con una mente ganadora, con buena educación. Querían que fuéramos competitivos, y para eso ambos sacrificaban sus siestas, llevándonos a entrenar al kartódromo de la ciudad. A veces nos distraíamos con una pelota de fútbol, pero ellos nos volvían a encauzar, insistían que probáramos, que giráramos”, graficó.
Así empezó esta pasión, que después se volvió muy fuerte “porque ya era algo que necesitábamos, esperábamos el fin de semana de carrera para ir a compartir en familia. Hasta hoy seguimos sumergidos en esto”.
Damián cuenta con una trayectoria muy grande, tanto arriba de un karting como sobre un auto y sigue sintiendo la misma pasión que tenía a los siete años. Se detuvo por un tiempo por una cuestión presupuestaria hasta que en 2015 se volcó al Turismo Pista. “Soy un apasionado de lo que hago y, gracias a Dios, tengo el apoyo de mis padres y hermanos. Y todavía queda un largo camino por recorrer. Todos estos años fueron compartidos con la familia, sufriendo ese dolor de panza antes de largar. Esa adrenalina no te la quita nadie. Uno trabaja para darse los gustos. No nos vamos de vacaciones tres veces al año sino de tratamos de juntar dinero para estar en un autódromo. No me arrepiento de nada. Siempre lo hice con pasión y con amor porque haciendo las cosas por compromiso, no te van a salir de la mejor manera”, manifestó.
Sostuvo que en el karting “no tenemos de qué arrepentirnos. Siempre anduvimos muy bien. Soy el piloto con más campeonatos ganados en Misiones, 10 en total. Debo tener seis subcampeonatos. En 19 años de karting, estar 16 años peleando hasta la última fecha significa que mal no nos fue”.
Es un año soñado
José Luis, el del medio, arrancó desde muy chico viendo a Damián iniciar su vida deportiva en el karting. Siempre da gracias a Dios por el hermano mayor porque “aprendí de sus errores y por eso mis inicios fueron más fáciles. Me subí a un karting sin haber manejado, sabiendo todo, solamente viendo como mis padres le enseñaban”.
Dijo que los del comienzo “fueron momentos hermosos. Mis viejos lo dieron todo desde el arranque. Nos enseñaron un estilo de vida, que adoptamos. La familia vive para eso, nos matamos trabajando y lo que más nos hace feliz es compartir un autódromo. Los tenemos a ellos apoyándonos, estamos llenos de salud, que es lo más importante”.
Admitió que tuvo una vida corta en karting, “pero fue una hermosa etapa. Creo que corrí cuatro o cinco años, salí campeón dos veces y, después, por una cuestión de contextura física no pude seguir. Me tocó la parte linda, que es hacer todo por mis dos hermanos, durante un par años me dediqué a atenderles los kartings, tiempo en el que logramos muchísimo, ganamos campeonatos, peleado carreras. Siempre lo hablamos y recordamos que éramos los tres contra grandes estructuras, contra el mundo. Sinceramente fue una etapa muy linda, porque la vivimos los tres. Mis padres tuvieron que quedarse a trabajar, a cubrirnos a nosotros que éramos adolescentes”.
Después tuvo la posibilidad de volver a correr y lo hizo en años intercalados, siempre dando prioridad a los suyos. Cuando en 2015, decidió dedicarse solo a él, “logré ser campeón en auto por primera vez y fue algo soñado. Fue como nos enseñaron nuestros padres: hagan las cosas bien o no las hagan. Como me tocó ser mecánico y piloto, manejo una intensidad que por ahí mis dos hermanos no manejan. Y la verdad es que me encanta, disfruto mucho. Es un estilo de vida que adoptamos, y vivimos para eso. En la mesa, cuando nos sentamos a comer, hablamos de carrera; nos sentamos a desayunar y siempre hay algún ruido a fierro en el medio”.
En Leandro N. Alem los De Lima siempre se destacaron por ser pilotos, pero, por cuestión de los fierros se perdieron bastante de lo demás: fines de semana, cumpleaños de 15, cumpleaños, y hasta los casamientos de sus amigos. “Siempre tuvimos el apoyo, pero por ahí es un deporte muy solitario, individualista, en el que te acompaña tu familia, por ahí algún amigo, pero, como digo, la familia es todo y es la que está siempre”.
Estuvo parado durante ocho años porque se había volcado a trabajar. Es que “estamos quedando grandes y tenemos que ir tomando más responsabilidades. Volví el año pasado, porque lo estaba necesitando, me estaba dando cuenta que estaba haciendo un montón de cosas, pero no lo que me hacía feliz. Así que corrí un par de carreras y anduve muy bien. Fue casi insólito volver a correr sin haber entrenado nada y volver a ganar, eso fue un envión anímico para armar un proyecto para este año que estoy corriendo en la clase 1 del Misionero de Pista, una categoría muy difícil, competitiva, contra pibes de 19 o 20 años”.
Mauricio es el más chico de la familia y está transitando un largo camino que se inició en 2007, apuntalado por su padre y hermanos con mucha experiencia. “Corrimos 12 temporadas completas. A principio fue un poco difícil, me costaba un poquito, pero con el tiempo lo logramos, fuimos aprendiendo y adaptándonos, siempre con el apoyo de mi familia. El camino fue largo pero muy lindo, hubo muchas cosas positivas, logramos campeonatos, subcampeonatos, peleando siempre con grandes rivales”, confió quien, por el momento hizo un paréntesis.
“Este año decidí parar para priorizar algunas cositas, pero siempre con la ilusión de volver a correr. Mayormente estuve volcado en el karting. Corrí 12 temporadas, además de algunas incompletas. Más adelante me gustaría volver al karting o a un auto, si todo va bien y el destino así lo depara”, expresó.
Señaló que antes de correr, por lo general, a partir del jueves o viernes se maneja otra ansiedad, “trato de dormir temprano, pero no puedo, sabiendo que tenés tres días a full por delante y las ganas que todo salga bien”.
Para De Lima, el automovilismo es un deporte muy competitivo y, a la vez, muy caro. “Siempre nos bancamos solos, nunca tuvimos patrocinantes. En un momento corríamos tres en auto y el más chico en karting. Habíamos construido un taller detrás de la fábrica, donde teníamos un mecánico y un chapista en forma permanente. Armábamos los autos solos. Es un costo muy elevado. No es fácil”.
Explicó que cada uno de los chicos le genera una situación distinta al momento de acelerar. “Damián me da mucha seguridad y una vez que larga me puedo relajar. No sucede lo mismo con José Luis y Mauricio me generan miedo, me dan dolor de panza, con ellos tengo todas las sensaciones”.
Cristina admitió que “no sé pasar mejor en otro lado que en un circuito, me encantan las amistades desde hace 40 años que van con sus hijos o nietos. En mi caso voy con la mía, que se llama Guadalupe y a la que le encantan las carreras, aunque se inclina más por el patín y la danza”.