Aunque era correntina, María Elvira Baldi de Luján se destacó como docente en varios municipios de nuestra provincia, fue militante del Partido Peronista y nombrada para presidir la primera Convención Constituyente de Misiones. Falleció el 1 de enero de 1995, a los 86 años, tras luchar contra un cáncer, dejando en su familia honrosas enseñanzas que mantienen vivo su recuerdo a casi veinte años de su partida.
Gabriela Murphy de Skanata es una de los trece nietos de María Elvira, con la que la mujer tuvo un vínculo muy estrecho porque residían en la misma casa de Posadas. En 2015 reunió la abundante documentación y fotografías que la abuela había ordenado y dispuesto en varias cajas, y depositó en manos de la historiadora Liliana Rojas, que compiló el material en la “Biografía de una militante peronista”, cuya edición estuvo a cargo de la Junta de Estudios Históricos de Misiones. Recientemente se hizo la presentación formal del libro en el Museo Cambas, mientras que el material utilizado fue donado al Museo, trayendo al presente sus abundantes y ricas vivencias.
Gabriela contó que sus bisabuelos eran italianos, llegaron a América siendo muy jóvenes, se casaron en Uruguay y fueron a vivir a Goya, Corrientes, donde nació María Elvira y sus 16 hermanos. Recordó que eran épocas en la que los más grandes cuidaban de los más chicos y ayudaron a su madre en las tareas domésticas. Cuando se recibió de maestra, vino a Posadas y empezó a trabajar en la docencia. Aquí se encontró con Vicente Arnaldo Luján, también docente correntino, pero de Empedrado, quien más adelante se convirtió en su esposo.
“Heredé mucho de ella por el solo hecho de vivir juntas. Ese fue un tiempo inolvidable que me emociona. Siempre estaba enseñándome cosas, y de la mejor manera: desde reglas ortográficas hasta actitudes, miles de cosas. Heredé ese ser abuela, ahora tengo una nieta (Pía) y cada cosa que hago con ella, es cada cosa que mi abuela hizo conmigo”.
Cuando se presentó el libro, “mencioné que ella tenía tres cosas que eran el pilar de su vida: la familia, la docencia y la política. En todo ese peregrinar por la provincia -estuvieron en Apóstoles, Fachinal, Cerro Corá, Puerto Bemberg, que es donde nació mi mamá- ella no dejó de militar en el Partido Peronista (Afiliada Nº 116) ni un solo minuto. En 1953 fundó el periódico Evita, que al principio se hacía en forma manual, era como una gaceta que se distribuía a las personas cercanas, y con el tiempo se pudo imprimir”.
En esa larga vida de docente y de militante hay miles de anécdotas que María Elvira recordaba a los suyos. Entre ellas, que, a veces para ir a las escuelas le tocaba recorrer de a caballo largas distancias, en ocasiones en compañía de alguno de sus hijos José Enrique, Marta Beatriz (mamá de Gabriela) y Vicente Arnaldo, (que fue intendente de Posadas) porque todos nacieron en localidades del interior de Misiones. Después vinieron a la capital, se quedaron acá y ella siguió trabajando en la Escuela 43 “Reino de España”. Allí fue maestra del reconocido pintor Floriano “Mandové” Pedrozo, que le hizo un cuadro con la dedicatoria “a mi querida maestra”, y en ese establecimiento se jubiló.
Apasionada
Previo a eso, en su quehacer político, se convocó a la Convención Constituyente y, del total de miembros, la eligieron convencional junto a otras cuatro mujeres. “Lo que me llamó la atención es que la eligen presidente de la Convención, y mientras la Convención estuvo reunida, ella fue la que presidía cada una de esas reuniones. Como presidente de la Convención una vez que se termina de redactar la primera Constitución de Misiones empiezan a llegar todas las felicitaciones –de las que quedan copias- de los gobernadores de otras provincias, como la de Buenos Aires, felicitando en su figura a todos los convencionales por la Constitución que habían promulgado. Ella recordaba ese tiempo con mucho afecto, más allá de lo que era su pasión política. Recuerdo que mantuvo contacto telefónico con varios de los convencionales porque quedó entre ellos una cosa muy afectuosa después de lo que vivieron como un momento histórico”, rememoró Gabriela.
“En la mesa, con papá, siempre conversaban de política porque ambos eran muy apasionados, se criticaban e intercambiaban ideas, pero jamás hubo algún altercado o discusión. Ella era muy amiga de Don Mario Losada. Había ese grado de compañerismo más allá del partido al que pertenecían”.
Después de la Convención, “creo que, en 1965, fue elegida diputada y como tal, presentó muchos proyectos. Con una de mis primas los leíamos y observamos algunos muy interesantes que hasta hoy se mantienen vigentes. Era realmente su pasión, lo hacía con muchísimo gusto”.
Al tratar de dilucidar adonde nació su vocación política, su nieta sugirió que, de todos los hermanos, ninguno era “tan apasionado políticamente como ella. Recuerdo que cuando yo tenía 5 o 6 años, todos los días se ponía coqueta, espléndida, y decía: me voy al partido, que iba rotando por distintos lugares de la ciudad (en un momento estaba en una casa de calle Bolívar entre Junín y San Luis). Para ella era como un trabajo. A veces había reuniones, en otras ocasiones organizaban actividades. Papá, Heriberto Murphy, era santafesino y muy radical, y mamá se reía porque por la tarde salían ambos: mi papá la llevaba hasta el partido y él se iba al Comité Radical”.
Los trece nietos de María Elvira tienen de su abuela miles de recuerdos, pero Gabriela es la única afortunada que compartió el mismo techo. “Era de compartir mucho tiempo entre la familia y la política. La mitad del tiempo estaba en casa y la mitad del tiempo implicaba recorrer los barrios, ir a las reuniones, a los actos. Muchas veces me llevaba y hacía docencia conmigo en ese aspecto. Me contaba que era lo que íbamos a hacer en el lugar al que íbamos, me hablaba mucho de Evita, a la que ya no llegué a conocer. Evita era su adoración. En algún momento tuvo un encuentro fugaz con la entonces primera dama durante un viaje que realizó a Buenos Aires. Era una apasionada de lo que hacía sobre todo en temas políticos”, acotó.
Su hijo, Vicente Luján, fue electo intendente de Posadas e invitó a su mamá para que se hiciera cargo de las comisiones vecinales y la nombró directora de Asuntos Barriales. Fue lo último que hizo formalmente en política porque ya estaba jubilada. “Fue muy poco tiempo el que estuvo ahí hasta que llegó la Revolución, pero el trabajo que hizo en los barrios -también lo entregué al Museo porque tenía todo discriminado por comisión barrial, por barrio, por integrantes- fue muy detallado. A mi tío ese relevamiento le servía de mucho porque era el contacto directo. A partir de ahí se quedaba bastante en la casa. Sus últimos años los dedicó a la lectura, a seguir las noticias, siempre muy atenta a lo que sucedía”, comentó.
A María Elvira Baldi de Luján “no había nada que la detenga, era de una fortaleza tremenda y la contagiaba. Pudo acariciar a sus nietos y bisnietos. Era alguien a quien le gustaba ver los cambios, disfrutaba de eso. Era muy lindo conversar con ella”.
Era en la familia la que llevaba la “batuta”. Si bien ya eran todos grandes, estaba muy presente en la vida de cada uno de los miembros y eso “es lo que más extraño. Se interesaba permanentemente, y a cada uno le hacía saber. Era usual que preguntara ¿cómo estás?, contame del trabajo, de tus hijos, era de mantener esa relación muy cercana con todos. Siempre estaba pendiente de cómo estábamos. Mi prima me dijo, lo que más extraño de la abuela es que el día de mi cumpleaños era la primera en saludarme. Papá y mamá se iban a trabajar, y la abuela era la primera que llamaba. No se olvidaba de un cumpleaños, y del regalito, que también era importante. Uno de los primos, que falleció hace poco, hasta el último momento tenía colgada una cadena con una cruz que la había regalado la abuela. Si bien llevábamos más o menos tiempo compartido con ella, nos dejó esa cosa muy presente en todos”, evocó.
Tiempos difíciles
La Revolución significó, de alguna manera, un final abrupto en la actuación política. “Las personas que trabajaban en la municipalidad y tenían un cargo, fueron detenidas. Ella no fue ajena a la situación. Estuvo privada de la libertad a lo largo de seis meses, que fueron bastante movidos porque de manera continua la llevaban a Jefatura de Policía, que era el lugar en el que se encontraban las mujeres. Como ella era de edad avanzada, mi mamá conseguía que la dejaran en alguno de los sanatorios. Para su forma de ser, la marcó, le dolió muchísimo. Hasta el último día recordaba ese episodio como con vergüenza. Contaba que esas veces que la llevaban detenida a la jefatura, no resultaba nada agradable. Siempre mencionaba a la dueña de un negocio que vendía libros usados y cosas de pirotecnia sobre calle Entre Ríos, que le cedió su cama para que se pudiera recostar y estar un poco más cómoda. Siempre recordaba con mucho afecto ese gesto”, manifestó.
Desde la Cámara de Representantes recibió homenajes tanto como convencional y como diputada. Disfrutaba del momento al recibir el presente “porque era volver a encontrarse con mucha gente que conocía de ese tiempo”. Estando enferma el entonces presidente de la Cámara, Roberto Caballero, fue a su casa “a traerle este cuadro (foto), estuvo un ratito, conversó con ella. Fue el último reconocimiento porque el diputado la visitó en noviembre y ella falleció en enero”.
El camino hacia el libro
Gabriela atesoraba todos los documentos, fotografías y hasta los recortes más pequeños que la abuela fue seleccionando. “Siempre digo que, como buena docente, guardaba material sobre cada cosa que hacía por insignificante que fuera. Estaba todo documentado. Siempre veía esas cajas llenas de papeles y para mí eran los papeles de la abuela. Después uno va madurando y aprendiendo a ver las cosas de otra manera. Un día ordenando, me pongo a mirar, a leerlos, y dije: ‘No puedo tener todo esto en mi casa, guardado, cuando es parte de la historia de Misiones, porque, hoy respondo para guardarlos, pero, y en el futuro ¿qué va a pasar? se va a perder en algún lado’. Tomé las cajas con los documentos, las fotos y me puse en contacto con la directora de la Biblioteca Pública de las Misiones, Iris Gómez, con la que habíamos sido compañeras de escuela. Me propuso que le acercara y que, para que me quedara tranquila, iban a digitalizar lo más importante. Separé lo que me pareció y digitalizaron varios documentos”.
Asimismo, sugirió que hablara con Liliana Rojas, que había sido profesora en el colegio Santa María. “Corría el 2014 o 2015 y ella estaba trabajando en el Instituto Montoya. Le dije tengo mucho material propiedad de mi abuela y me gustaría que lo vieras, a ver si te parece y si amerita hacer algo como historiadora. Dijo que lo trajera y lo dejara, que iba a ir leyendo en cuanto tuviera tiempo. Con uno de mis sobrinos le acercamos unas cuantas cajas a las que dimos un orden de acuerdo a las fechas. Además de los documentos, le hicimos un breve comentario sobre lo que sabíamos de mi abuela y se lo dejamos”.
En el tiempo que tenía, Rojas iba leyendo, viendo y ordenando. “Nos propuso hacer la biografía de María Elvira y aceptamos. Después empezó todo un periplo para ver quién podría editar el libro, que no era fácil tampoco, hasta que finalmente la Junta de Estudios Históricos de Misiones, que brinda aval a todo este material, aceptó hacerlo. Toda esta historia concluyó hace poco cuando se hizo la presentación formal del libro en el Museo Cambas. Fue entonces que la historiadora nos dijo que se encontró con algo que no se esperaba, un material tan detallado y celosamente guardado”.
Todo lo que tenía que ver con la vida de la abuela, tanto docente como política, fue entregado al Museo. “Me reservé unos papeles que tenían que ver específicamente con la Convención porque me parece que en algún momento deberían ser donados a la Cámara de Representantes. Estamos esperando el momento oportuno y propicio para poder entregar porque nos parece que corresponde que esté ahí. Todo esto nos significa un gran homenaje y reconocimiento para mi abuela”, aseguró.
Indicó quienes hicieron que este libro llegara a concretarse “fue mi prima Mariel Edith Luján, hija del intendente, y un sobrino. Entre los tres íbamos, veníamos, traíamos, llevábamos, hablábamos con Rojas, pero el día de la presentación fue para mí una satisfacción porque fue como el cierre adecuado a su memoria, a su trabajo de tantas horas dadas sin esperar nada a cambio. Nos pareció un reconocimiento justo porque como familia sabemos el tiempo que su trabajo político quitó a su familia. Nos pareció un buen reconocimiento y un final a todo ese material histórico que generó para Misiones y que afortunadamente quedó plasmado en un libro”.