Su vocación fue la docencia y su sueño ser abogada y Alba Sotelo cumplió con ambas: después de jubilarse como maestra de grado tras 34 años de servicio comenzó a estudiar abogacía en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y este último 15 de noviembre obtuvo el título de grado. Tiene 56 años y la energía de uno de 20.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN contó que “durante muchos años guardé el sueño de tener un título universitario y nada mejor que la abogacía que está relacionado con muchas áreas de nuestra vida. Me gusta tener proyectos y fue así que me propuse empezar a estudiar una carrera de grado a esta edad, me sentía capaz y además tenía la posibilidad porque hay una extensión de la UNNE en Posadas… le puse todas las pilas al estudio y a medida que fui cursando y aprobando las materias me entusiasmé cada vez más”.
Su materia pendiente
Hace algunos años, antes de ser madre de sus tres hijos pero cuando trabajaba doble turno como maestra, Alba intentó empezar la carrera sin dejar la docencia “pero no pude y después fueron llegando mis hijos que hoy ya son adultos… entonces esperé pacientemente que llegara el momento y trabajé con mucha vocación en la docencia”, destacó.
Y su materia pendiente en la vida llegó poco antes de jubilarse, “a los 50 años, ocurrieron ciertas circunstancias en mi vida que me llevaron a repensarme y renació mi deseo de estudiar derecho. Soy de poner el pecho ante cualquier adversidad, quizás por la gimnasia que ya tengo incorporada como madre de una hija con discapacidad y por ser siempre la que toma la iniciativa para salir adelante”.
“Los dos primeros años de la carrera seguí trabajando en la Escuela 813, hasta jubilarme”, recordó la mujer que -además- cuida a su nieta Sofía todas las mañanas y se encarga de los quehaceres domésticos.
Alba llevó la carrera en tiempo y forma “no me costó tanto porque, como docente, nunca dejé de estudiar, siempre intenté ser una educadora digna y me aggiorné a los cambios que se fueron dando en la educación… empecé como docente a los 19 años en los inicios de la democracia, pasé por la implementación de la EGB, el método constructivista, la presentación de proyectos y el uso de la tecnología”.
Llena de proyectos
Alba sigue con muchos proyectos, “mi intención es poner un estudio para ejercer la abogacía en el sector privado, también tengo otro proyecto que está relacionado a las personas con discapacidad, a raíz de que tengo una hija con discapacidad (Priscila). Se trata de un proyecto que estamos armando junto con otros padres con el que compartimos la preocupación de qué pasará con nuestros hijos cuando nosotros ya no estemos”, anticipó.
Según recordó, a lo largo de estos años debió reclamar en numerosas ocasiones por los derechos de su hija ante la obra social y la escuela. “La inclusión en el sistema educativo fue toda una odisea por lo que para mí fue tan significativo que terminara el séptimo grado. El primer desgarro en mi corazón lo sufrí cuando terminó el nivel inicial y me dijeron que no la iban a aceptar en la primaria porque el nivel era de excelencia y mi hija no rendía”, rememoró.
En este contexto, Alba aseguró que hay mucho para hacer en defensa de los derechos de las personas con discapacidades que “hoy no tienen voz, sobre todo los que tienen discapacidades intelectuales”.
Su segunda hija, Priscila, nació con problemas de salud severos, “ella tiene un problema genético, su vida estuvo en riesgo mucho tiempo porque tenía trastorno en la deglución, los primeros días de vida también se manifestó con severidad la falta de un riñón”. En la actualidad, su hija ya tiene 30 años, su hijo mayor la hizo abuela de su querida nieta Sofía y su hijo más pequeño, de 23 años, estudia la Licenciatura en Economía.
“Me costaba el doble”
La mayoría de los compañeros de Alba eran más jóvenes que ella, pero confesó que nunca se sintió excluida del grupo. “Rápidamente me incluí en el grupo, lógicamente son todos más jóvenes que yo pero eso no fue ningún impedimento”, contó.
No obstante, admitió que le costó mucho el cursado de la carrera en modo virtual durante la pandemia, “fue un desafío porque la tecnología no es tan fácil para mí, lo que los chicos hacían de un soplido a mí me costaba el doble pero le ponía todo el esfuerzo hasta conseguirlo porque era la única manera de seguir rindiendo de la misma forma en el modo presencial”.