El “ataque” llegó de improviso, desde la lejana constelación de Sagitario, a más de 50.000 años luz de distancia. Durante un breve instante, apenas un par de décimas de segundo, el 27 de diciembre de 2004 un invisible estallido de energía, equivalente a medio millón de años de iluminación solar, alcanzó la Tierra casi a la velocidad de la luz.
Muchos de nuestros satélites dejaron de funcionar al instante, y las capas superiores de nuestro mundo quedaron instantáneamente ionizadas por el súbito impacto de cantidades masivas de rayos gamma.
La fuente de aquél ataque invisible fue un extraño tipo de estrella de neutrones, un magnetar, conocido como SGR 1806-20 y que se encuentra justo en el extremo opuesto de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Los magnetares, un tipo de púlsares que periódicamente expulsan enormes cantidades de energía, poseen campos magnéticos de una extraordinaria intensidad (hasta 1.000 veces mayor que la de un púlsar convencional). Tanto, que resultarían letales para cualquier forma de vida dentro de más de mil kilómetros a la redonda de distancia.
David Palmer, del Laboratorio Nacional Los Álamos, afirmó entonces a la publicación online Space.com que la explosión fue 100 veces más poderosa que cualquier otro estallido observado hasta ese momento en la historia del hombre y que su luminosidad, que duró fracciones de segundo, fue mayor que el de la luna llena.
Poco se conoce acerca de la estructura física de los magnetares, ya que ninguno de ellos se halla lo suficientemente próximo a la Tierra para ser estudiado correctamente.