A menudo nos encontramos a la deriva en un mar de palabras y conceptos, intentando comprender y definir lo que en esencia es indefinible e incomprensible. Este esfuerzo, aunque noble y necesario, a veces nos aleja de la vivencia auténtica y pura de la vida.
En nuestra búsqueda por etiquetar y categorizar, olvidamos que, bajo estas capas de lenguaje y pensamiento, yace una realidad más profunda y fundamental, un reino donde las emociones y experiencias se manifiestan en su forma más verdadera y sin adulterar.
Cuando nos desprendemos de las etiquetas, nos enfrentamos a la esencia de la vida, un estado en el que los sentimientos y pensamientos trascienden las palabras. En este espacio, la tristeza, la alegría, el miedo, y la ira no son solo términos lingüísticos, sino expresiones vivas de una energía que fluye a través de nosotros, un eco del vasto universo que nos rodea.
Este flujo incesante de experiencias es como un río eterno que nos lleva a través de un paisaje en constante cambio, recordándonos que somos mucho más que simples espectadores; somos participantes activos en la gran danza del cosmos.
Al practicar la atención plena, nos sumergimos en este río de la existencia, apreciando cada instante en su totalidad. Cada respiración se convierte en una oportunidad para conectarnos con la profundidad de nuestro ser, cada pensamiento y emoción en un portal hacia una comprensión más profunda de nuestra realidad y la del universo. En este estado de conciencia, empezamos a ver que somos una chispa del infinito, un hilo en el tejido del cosmos, inseparable del misterio y la maravilla de la existencia.
Comprendemos que nuestra experiencia en la tierra es solo una parte de un viaje más grande, una travesía que nos lleva a través de las profundidades del ser y del no ser, de la luz y la oscuridad, de lo conocido y lo desconocido. Nos damos cuenta de que cada experiencia, cada emoción, cada pensamiento es una manifestación del universo que se despliega en nosotros y a través de nosotros.
En esta comprensión, encontramos una libertad y una paz profundas; una paz que surge de saber que, aunque somos pequeños en la vastedad del cosmos, somos también infinitamente grandes en nuestra capacidad de experimentar, comprender y amar.
Es una invitación a ir más allá de las palabras y a experimentar la vida en su estado más puro y auténtico. Nos desafía a reconocer nuestra conexión profunda con todo lo que existe, a abrazar cada momento con un corazón abierto y una mente libre. Al hacerlo, no solo descubrimos la belleza y profundidad de la vida, sino que también exploramos la profundidad de nuestro propio ser.
Nos damos cuenta de que somos seres efímeros y eternos, limitados y sin límites, humanos y al mismo tiempo divinos.
Bendiciones para tu Vida…💖
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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