Dicen que la mente es maravillosa, que es nuestra aliada. Esto es verdad siempre y cuando esté sana. Pero ¿cómo saber cuándo no lo está?
Despertamos a la mañana y tenemos un sentimiento de alegría del nuevo día que comienza, de las cosas que voy a hacer, de las que quiero hacer y sorprenderme gratamente con los resultados. Vamos teniendo visualizaciones a medida que avanzamos en los pasos que damos ese día y nos llenamos de gozo con anticipación.
Caminamos ligero, mis trabajos se encadenan y fluyen.
Mientras estamos en la calle haciendo cosas o conduciendo, de repente nos viene a la mente algo que necesitamos llevar a casa: “¡Uy! Las frutas” y como por arte de magia se presenta ante nosotros una gran frutería y verdulería. ¡Qué casualidad!, y ese auto justo se retira del lugar, ya tenemos el lugar perfecto para estacionar.
Una mente positiva, vibra en positivo y por lo tanto las ondas energéticas que emite son de colaboración. Es la Ley de la Atracción. Vivimos como pensamos. Por eso es tan importante una mente sana, con pensamientos positivos.
En cambio, los pensamientos obsesivos y negativos son aquellos de miedo, de angustia, de tragedia, etc. No sentimos ganas de levantarnos, no sabemos qué queremos hacer, estamos como dice Charly García en su canción: “yendo de la cama al living”.
Es importante darnos cuenta de este estado y focalizarnos si podemos salir solos o necesitamos ayuda. ¿Cómo nos damos cuenta? Objetivamente sabemos que tenemos salud, que no nos falta el alimento, que tenemos un techo, en fin. Tenemos muchas cosas para dar gracias y estamos tristes y desalentados.
Salir de pensamientos obsesivos
A veces hay un motivo: tal vez un duelo o un conflicto nos puede tirar para abajo y quedamos en ese estado paralizados.
Debemos saber que mucho de lo que nos pasa es simplemente la ilusión, de sentimos separados: de Dios, de la familia, de los amigos. En ese estado pensamos mal de todo y de todos. Si vamos a hacer algo no se nos ocurre pensar que el otro puede y quiere ayudarnos.
¡No!, pensamos todo lo contrario, pensamos que no nos va a ayudar o que se alegrará de que yo no pueda resolver algo. Antes de la acción ya nos echamos atrás.
Es muy bueno dicen todos: “meditar”, pero en un estado de pensamientos obsesivos, en el silencio nuestra máquina mental no para de roernos. Algo mejor es aprender a respirar conscientes. No es difícil, solo enfocarnos en respirar profundo y con intención. “Estoy oxigenando mi cuerpo, mi mente, mis músculos”. No tener esa respiración corta como cuando uno termina de correr. La respiración, ayuda mucho.
El cerebro se enferma en ese estado. Y lo peor es llegar a la depresión. Un camino que ayuda es incorporar rutinas que al principio cuestan, ya que nos sentimos a la deriva.
Caminar es excelente. Provoca reacciones en nuestro cerebro que tiene que ver con las hormonas de la felicidad. No es broma. Si esto se hace al atardecer nos favorecerá además el sueño. Un buen dormir es importante.
Hacer alguna artesanía o hobby que nos guste, como pintar, tejer, etc.; cuanto más nos obligue a concentrarnos para lograr un buen acabado, es mejor porque los pensamientos se fueron a otro lado. Ya no nos carcomen los monstruos autocreados por nosotros.
La dedicación personal, nos levantamos, aseamos y nos vestimos. Tenemos que sentirnos agradables con nosotros y esto nos llevará a sentirnos en sintonía con los demás. Pero el acicalarnos nos llevará o ayudará a estar en sintonía con nosotros, a mirarnos con nuevos ojos.
Dedicarnos el espacio de alimentación. No comer de la fuente. Servirnos en una mesa agradable, mimarnos en todo sentido y comer sano.
Tengo que poner voluntad para hacerlo y cada día notaré que tengo un estado de ánimo mejor, y esos pensamientos se empiezan a evaporar, empiezo a vibrar alto y atraigo en concordancia.
No estamos solos, eso es importante. Y hay muchos como yo, que pueden necesitar ser escuchados y no solo querer ser escuchados nosotros.
Lucia Silva
Autora de los libros: De Reversa
y ¡Qué hacer para atreverse!