El periodista deportivo Rubén Ayala Ferreira falleció recientemente, en Posadas, a los 85 años. “Cuando ya no esté, quisiera que me recuerden como lo que soy, de fácil acceso a la amistad”, dijo hace algunos años a su colega, Nicolás Maradona, de PRIMERA EDICIÓN, durante una entrevista para el suplemento El Depor, donde también habló de sus años de encierro en Paraguay por intentar derrocar al dictador Alfredo Stroessner.
Fue un ícono de la cobertura deportiva en la tierra colorada, y un personaje muy querido y valorado por los colegas de todas las generaciones, que lo despidieron con sentidos mensajes en las redes sociales. Nació el 3 de marzo de 1938 en Mbuyapey, Paraguarí, Paraguay. Vivió en Asunción donde se crio y estudió hasta recibirse de perito mercantil en el Nacional de Comercio 2. Sin trabajo en la capital del país volvió a su pueblo para ayudar a la familia, y allí recibió una invitación que le cambió la vida. La carta llegaba desde Buenos Aires, adonde partió en busca de sus sueños con tan solo 18 años.
Comentó que en esa época estaba en plena efervescencia el Movimiento 14 de Mayo, que buscaba derrocar a Alfredo Stroessner. El líder era Juan José Rotela. “Me incorporé a ese movimiento con el objetivo de liberar a mi país de la dictadura. Por eso, a fines de 1959 vinimos a Posadas para intentar ingresar a territorio paraguayo y derrocar a Stroessner”.
Agregó que “caí preso en la noche del 12 de diciembre de 1959. Cruzamos hacia Encarnación desde donde está el Anfiteatro. Y allá nos estaban esperando. Nos interceptaron con una lancha que tenía una ametralladora. Me aplicaron todo tipo de tormentos. Me pegaron con una cachiporra en la planta de los pies. Después me llevaron a una sala donde te bajaban los pantalones y te pegaban con ese espadín de los fusiles en las piernas. Muy doloroso. Ahí estuve encerrado con Carlitos Madelaire, hijo de don Carlos, que era propietario de LT4 y nos llevaron juntos a Asunción”.
Allí estuvo alrededor de ocho meses. Después, lo llevaron a la isla Peña Hermosa, sobre el río Paraguay, a unos 300 kilómetros al norte de Asunción, donde funcionaba una prisión militar y los propios militares castigados “nos cuidaban. Ahí estuve unos 14 meses, hasta que planificamos la fuga con la complicidad de algunos de esos soldados. Después de armar todo, escapamos. Nos estaba esperando un bote para pasar el río hacia el Chaco Paraguayo. Había un soldado de apellido Miñarro, que a última hora desistió. Pero le dijimos que cante desde la guardia para saber que no nos habían descubierto”.
“Estoy sumamente orgulloso y contento. Como el deporte es pasión de multitudes, creo que el periodismo deportivo queda en la memoria de la gente. Siempre digo que, quien nació periodista deportivo, morirá siendo periodista deportivo”.
Cuando llegaron a la costa, un baqueano los acompañó algunos kilómetros a caballo y después siguieron solos. Fueron varios días hasta cruzar el río Apa, que separa Paraguay de Brasil. Aquí, mucha gente les brindó ayuda. Recorrieron todo el Mato Grosso hasta Puerto Guairá y de ahí a Foz de Iguazú donde “nos esperaba un amigo que consiguió que pasáramos de regreso a la Argentina con las canoas que llevaban harina y azúcar. Desde Puerto Iguazú tomamos el colectivo, obviamente sin DNI ni nada, hasta Posadas. Era casi todo camino de tierra y tardamos casi un mes hasta llegar acá”, manifestó.
El relator
Con el periodismo deportivo comenzó en 1961, gracias a la relación que tenía con los Madelaire. “Entré primero a trabajar, a colaborar en todo. Y yo siempre escuchaba los partidos de Buenos Aires y tomaba nota de los goles. Hasta que un día don Carlos me dice ‘ese gol lo vas a pasar vos’. No me olvido más, era un gol de Racing a Vélez, gol de Raúl Belén. Con los relatos de fútbol comencé un día que Romero y Carlos Madelaire se habían ido a San Ignacio. Como había llovido, caminos de tierra, comenzaba el partido y no llegaban. Y alguien tenía que relatar, así que relaté hasta los 20 minutos y me di cuenta que era más fácil de lo que pensaba. Era un partido de la Liga de Fútbol Amateur (LIFA), que se jugaba en Radio Parque. Fue un torneo muy representativo para los barrios, jugaban tantos… El Chaquito, Villa Blosset, Villa Urquiza, San Alberto, Villa Cabello, Villa Sarita…”, expresó.
Recordó que su mamá le decía que, de chico, cuando tenía 10 u 11 años, “siempre jugaba a relatar partidos. Y siempre ganaba San Lorenzo u Olimpia, mis equipos. Y esa pasión siempre estaba, tanto por eso como porque los domingos me iba a la casa de mi tío, que era el único en el pueblo que tenía radio, porque no había luz eléctrica y la cargaba con el molino de viento. Él compraba La Nación de Buenos Aires, que llegaba como con 20 días de atraso. Y yo me devoraba el suplemento deportivo. Y así es que un día salió esa delantera de San Lorenzo que le ganó 7-2 a España… Imbelloni, Farro, Pontoni, Martino y Silva. Y me hice hincha de San Lorenzo para siempre”.
Dijo que “me gustaría que me recuerden, así como soy, de fácil acceso a la amistad. No pongo demasiadas objeciones o reparos para conversar con alguien que no conozco. A los 5 minutos ya parece que nos conociéramos de toda la vida. Esa es una particularidad que tengo”.