A cuatro días de su trágica desaparición en aguas del río Paraná, tras el naufragio de la lancha que lo traía de regreso de Mayor Otaño (Paraguay), familiares, amigos y la afición futbolera de Eldorado le brindaron el último adiós a quien fuera en vida Ramón Vidal Aquino (35), conocido como “Munra”.
El rescate del cadáver ocurrió el martes al mediodía, en cercanía a la costa de Montecarlo, a unos 19 kilómetros de dónde se produjo su desaparición de la superficie. El cuerpo del capitán del Club Social y Deportivo Mayor Otaño fue trasladado a la morgue de Posadas para la autopsia y recién después del mediodía fue entregado a sus familiares, quienes pudieron despedirse.
El padre del futbolista y su esposa Clara Benítez tuvieron que velarlo a cajón cerrado debido al avanzado estado de descomposición del cuerpo. Envuelto completamente con una bandera “Verdirroja” del Deportivo Paraguayo, sus restos fueron velados en el Salón Velatorio del kilómetro 3.
Una multitudinaria concurrencia demostró lo querido y respetado que era el marcador central eldoradense. Desde su entrenador multicampeón con Sportivo Eldorado, Oscar “Cacho” Pipke, compañeros en dicho club, Guaraní y Deportivo Vicov, hasta dirigentes, aficionados y compañeros de los clubes Mayor Otaño y Deportivo Kressburgo de Carlos Antonio López se acercaron a darle el último adiós.
Llantos desolados de partes de los “guaraníes”, quienes le comentaron a PRIMERA EDICIÓN que “Ramón era muy querido por nuestra afición, por nuestro club. Era muy respetado, un caballero dentro y fuera de la cancha. Además de un gran amigo, al que vamos a llevar siempre en nuestros corazones”.
Amigos de la infancia del barrio Iberia, ubicado en el kilómetro 4 de la Capital del Trabajo, con los cuales también solía disputar los torneos Interbarriales o Comerciales, expresaron su dolor por la pérdida del misionero de 35 años. “Es difícil de entender, se nos fue nuestro capitán, nuestro ejemplo en el barrio y las canchas. Es una pérdida irreparable, pero dejó un legado y haremos honor a eso”, comentó un excompañero.
La despedida se hizo eterna y sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Piedad en cercanías a su madre. Eldorado, Otaño y Carlos Antonio López lloran la partida de un emblema, que a través del futbol se hizo conocer y abrió puertas para muchos otros eldoradenses que cruzaban el río por la pasión por el fútbol, pero también por el rédito económico. Nadie imaginaria que en uno de esos habituales viajes madrugadores de cada domingo, el del pasado 21 de diciembre sería el último.
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