Aunque algunos consideren que es una pérdida de tiempo, armar un rompecabezas va mucho más allá. Afecta a las profundidades del cerebro y al estado de ánimo.
Fue el cartógrafo y grabador británico John Spilsbury quien en 1766 inventó el rompecabezas con fines educativos y los llamó “Mapas diseccionados”. Desde aquel entonces hasta nuestros días los cambios fueron significativos, tanto que en la actualidad ya se habla del impacto positivo que tiene este “entretenimiento” que nos lleva a vivir nuestro mejor momento flow.
El estado flow es el estado mental de máxima motivación, se lo relaciona con la creatividad, el talento y la felicidad. Es un estado emocional positivo y subjetivo que las personas experimentan cuando están absolutamente involucradas en una actividad, hasta el extremo de olvidarse del tiempo, la fatiga y de todo lo demás, excepto la actividad en sí misma, así lo define el psicólogo húngaro-estadounidense Mihály Csíkszentmihályi. Fue quien utilizó el término flow por primera vez en 1975 para describir los sentimientos más positivos experimentados por los seres humanos y uno de esos momentos es mientras estamos enfocados en armar nuestro puzzle.
De hecho, además de ser un desafío más que apasionante, sumergirte en el armado hace que nuestro cerebro pase de “Beta” o despierto, a un estado “Alpha”, similar al que nos encontramos cuando estamos soñando, generando una total desconexión del exterior.
Este cambio de conciencia suma beneficios como la habilidad para hacer conexiones más profundas, mejorar nuestro estado de ánimo, aumentar nuestra autoconfianza, aliviar el estrés e incluso disminuye la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
Más científico que pasatiempo
Marcelo Danesi, profesor de semiótica y antropología de la Universidad de Toronto, asegura en una entrevista de la BBC Mundo que, la necesidad de resolver problemas es una tendencia innata del ser humano y la pandemia hizo resurgir esa pasión por “unir piezas” hasta completar una imagen.
Aclara que “los puzzles -tanto los acertijos verbales como los rompecabezas físicos- se remontan a los orígenes de la civilización y si nunca has hecho uno, o solo de niño, mejor es empezar por uno de pocas piezas y no de mil”.
Advierte que, los rompecabezas nos permiten observar una situación que parece completamente aleatoria y caótica, pero sabemos que cuando la resolvamos nos dejará apreciar ese algo que llamamos orden.
Y algo tan importante para el ser humano es que los puzzles le dan a la mente algo para hacer que nos aleja de las frustraciones de la vida cotidiana. Es una buena forma de involucrarse en algo que reemplaza “nuestros problemas y lo mejor es que tiene solución”. Esto sería un gran aliciente porque “al menos sabemos que tenemos algo en nuestra vida que tiene solución”.
Hemisferios en acción
En esto que podemos llamar entrenamiento cognitivo como para darle más seriedad a este “juego” veremos cómo hace que los dos hemisferios cerebrales trabajan activamente y en equipo cuando estamos frente a nuestro rompecabezas.
El lado izquierdo del cerebro (cerebro digital) es más verbal, analítico y ordenado que el lado derecho. Es mejor en actividades como leer, escribir y hacer cálculos. Más conectado a la lógica, el pensamiento lineal, las matemáticas. Por ejemplo, una persona analítica tendría más peso en su hemisferio izquierdo, pues es la forma en que procesa el mundo.
El lado derecho (cerebro analógico) es más visual, intuitivo, creativo. Es mejor en el pensamiento holístico, el ritmo, la imaginación, el registro de emociones. Una persona más artística predominaría este hemisferio.
Hoy sabemos que ambos trabajan juntos: no importa si estás creando o resolviendo un cálculo matemático, la información se recibe y procesa por ambos lados. Por ejemplo, mientras que el lado izquierdo procesa la secuencialidad de las palabras que te permite otorgarle sentido gramatical a una oración, el lado derecho te ayuda a percibir el tono y a comprender el contexto, lo cual es imprescindible para comunicarte correctamente. Algo similar sucede con la matemática y la lógica. El cerebro es tan plástico y adaptable que puede desarrollar funciones en ambos hemisferios con la igual facilidad, pero para hacerlo necesita estímulos, necesita experiencias, necesita aprender.
Todo lo aplicamos en nuestro apasionante y mágico momento flow frente a nuestro puzzle, en mi caso el de los Girasoles de Van Gogh, pero también puede ser frente a El Grito de Munch, o El Beso de Klimt; y ¿por qué no? Frente a tu hermoso paisaje de montañas nevadas, de animales y otros tantos que corresponden a infinitas representaciones.
Más beneficios comprobados
Sabemos que a los pequeños, me arriesgo a decir que siempre, se les regala un rompecabezas para probar su “ingenio”, pero también para tenerlos entretenidos, al menos eso era antes. Pero armar rompecabezas es una forma de entrenar:
- Memoria de corto plazo.
- Hacer foco.
- Resolución de problemas.
- Agilidad.
- Cálculo.
- Funciones ejecutivas.
- Inteligencia visual-espacial.
Sumado a todo lo anterior nos hace sentir placer al ver los avances, nos hace más felices, retrasa el Alzheimer, controla movimientos de manos, podemos ver y probar de qué lado va una pieza y luego avanzar en técnicas de armados que también tienen sus argumentos.
Luego, al final, ¿qué hacer con tu obra maestra terminada? Pues sin dudas: enmarcarla.
Historia del Puzzle

Como dijimos, Spilsbury creó el primer rompecabezas en 1766 como una herramienta educativa para enseñar geografía. Hizo un mapa mundial en madera y recortó cada país, creando el primer rompecabezas. Notando una oportunidad empresarial, creó rompecabezas sobre ocho temas: el Mundo, Europa, Asia, África, América, Inglaterra y Gales, Irlanda, y Escocia.
Spilsbury estaba casado con Sarah May de Newmarket, quien continuó con el negocio luego de su muerte hasta casarse con Harry Ashby, antiguo aprendiz de Spilsbury y su sucesor en el negocio de rompecabezas.
Con el tiempo las temáticas fueron abarcando otros temas educativos como la Biblia o las matemáticas.
Hasta 1820 los puzzles se consideraron una herramienta educativa, pero a partir de ese año, comenzaron a venderse como entretenimiento para adultos con el nombre de “Whatami” (¿Qué soy?) y en un material más ligero que la madera original, aunque seguía siendo madera. Este material precisamente y el corte de las piezas a mano convertían el puzzle en un pasatiempo solo apto para las clases altas.
Algo para destacar es que en los primeros puzzles para adultos no venía ninguna imagen de referencia, sino que se montaba el puzzle y hasta que no se terminaba no se sabía cuál era la imagen, un factor sorpresa interesante.
A principios del siglo XX los puzzles ya eran una forma muy extendida de ocio en EEUU y Europa. Cuando se comenzó a utilizar el cartón, las clases menos pudientes también tuvieron acceso al entretenimiento. Aseguran que fue la auténtica edad dorada de los puzzles.
Tras la II Guerra Mundial, las técnicas de teñido y litografía del cartón generaron la idea de incluir como temática a las obras de arte. Se dice que en esa época, el puzzle más difícil era el de la obra “Convergencia” de Pollock.
Otro dato interesante es que se crearon mini rompecabezas que vienen en tubos de ensayo de 150 diminutas piezas que se comercializan en las tiendas de los museos con “tu obra de arte preferida”.
¿Se puede volver un vicio? He conocido personas que convirtieron el “pasatiempo” en verdaderos campeonatos y autodesafíos, probándose armar ya no un tema determinado sino un número de piezas y entonces luego preguntar: “¿y vos de cuántas piezas armaste?”. Amigos que iban a la casa donde estaba el rompecabezas en cuestión para colocar al menos una o dos piezas antes de ir a trabajar.
Bueno, quizás esa súper exposición a la adrenalina no sea tan beneficiosa, pero sí un puzzle en casa puede generar también gratos momentos en familia, provocar risas y competencias hasta ver quién encontró la “pieza” difícil.
Por Rosanna Toraglio(publicado originalmente el 29 de enero de 2024 en la revista SextoSentido de PRIMERA EDICIÓN)