Al ingresar a la vivienda de Juan Carlos Lotero (77), la imaginación traslada al visitante directamente a México. Y sobre las paredes del inmenso living comedor, los vistosos sombreros e instrumentos, dan cuenta de la vasta trayectoria y de la variedad de uniformes que utilizó Mariachi Tequila Misiones durante esta gira artística que lleva más de treinta años.
Las presentaciones se repitieron en diversos puntos de Argentina y países vecinos, y en los ámbitos más variados: cumpleaños, casamientos, serenatas, despedidas y hasta sepelios. En los momentos de esplendor llegaron a concretar diez actuaciones por noche y en un Día de la Madre, que se extendió durante toda la jornada, subieron al escenario en 17 oportunidades.
Lotero, posadeño, nacido en el barrio Santa Catalina, de Posadas, contó que todo comenzó cuando su hijo Sergio (39) comenzó a cantar los temas de Pedrito Fernández, cuando tenía apenas ocho años. Fue descubierto por la portera de la Escuela 219, donde era alumno y donde cursó toda la primaria. La mujer lo escuchó embelesada y lo invitó a actuar durante una fiesta de fin de año del personal no docente en el Club Huracán.
“Esa semana ensayamos con más fuerzas, conseguimos dos sombreros prestados, nos pusimos un pantalón oscuro, camisa blanca y compramos una cinta roja para hacer el moño. Nos presentamos. Sergio cantó y al público le gustó muchísimo, al punto que cuando bajamos del escenario nos pedían el número de teléfono para contactarnos. Así comenzó todo. Le dije que teníamos que aprovechar esa oportunidad porque era buena. El folclore en ese momento se cantaba por amor al arte en las peñas, en los festivales, con los amigos. Esto era diferente, por lo que decidimos armar bien las cosas”, dijo al recordar los inicios.
“Los tres hijos que tuvimos con mi esposa, Lidia Graciela Caniza: Sergio, Claudio Alejandro, Carlos Alberto, eran mariachis y profesores de música. A los tres los llevaba a la Escuela de Música cuando apenas comenzaron la escuela primaria. Yo estudié un poco de música de grande para poder leer un poco mejor las notas. La música me dio mucho. Agradezco a Dios por haberme dado ese don y llegar a la gente”.
Fue así que Lotero salió a buscar músicos. Invitó al trompetista, Darío Riveros, que fue director de la Banda de Música de la Policía, que trajo consigo a su colega “Lolo” Britos. Luego se sumó Gómez, que tocaba el bajo eléctrico, que fue reemplazado por el guitarrón mexicano, cuando lo adquirieron.
“Así comenzó la historia en aquella oportunidad. Primero cantaba Sergio y luego me sumé con temas más tradicionales de los Mariachis”, acotó el abuelo de María, Leandro, Franco, Jana, Tomás, Alma, Valentina y Fabrizzio, hijo de Sergio, que con 12 años subió al escenario y se lució durante la gala de las Bodas de Plata del grupo, en el auditorio del Instituto Montoya.
Todo iba bien, pero faltaba el nombre. El grupo Mariachi Tequila nació una noche, durante la primera actuación con los siete integrantes. “Estábamos por subir al escenario y no teníamos nombre para que nos presenten como grupo. Y lo primero que se nos vino a la cabeza fue el tequila”, como algo representativo de México.
Lotero tenía conocimientos porque en su infancia y en su adolescencia escuchaba mucha música mexicana ya que la radio paraguaya ZP5 pasaba muchos temas del país azteca. “Después de esto comencé a estudiar más el folclore mexicano y sus grandes autores, compositores, cantantes. A través de las películas conocía a muchos como el actor, cantante y compositor Miguel Aceves Mejía, Javier Solís o José Alfredo Jiménez, que fue un gran compositor que vivió muy poco tiempo. A pesar de su corta vida, pudo crear unas 600 canciones, tal vez más. No era músico, era mozo de bar que escribía, hasta que se encontró con mariachis que les pusieron melodía a sus estrofas”, manifestó, al tiempo que aclaró que, sin embargo, “me inclinaba por el folclore argentino, tenía un grupo y comencé a cantar a los 12 años, así que no me sorprendió que mi hijo lo hiciera a los 8”.
Después de ese show inicial, donde los contrató el personal no docente, “tomamos en serio la cosa, mandamos a hacer los trajes, agregamos instrumentos. Casi siempre fuimos siete integrantes, en contadas ocasiones fuimos ocho. Con el tiempo fue variando, se fueron yendo unos, vinieron otros. En los primeros tiempos causamos furor. Agradecemos al Diario PRIMERA EDICIÓN que nos dio mucho apoyo y gracias a eso tuvimos un crecimiento exponencial, además de las recomendaciones que se hacían unos a otros”, expresó el retirado de Prefectura Naval, para quien la música siempre estuvo presente.
“En todo este peregrinar soy un agradecido a mi familia. Mi esposa me conoció músico y sabía a lo que se enfrentaba. Le agradezco el aguante porque quedaba sola mucho tiempo cuando tenía que viajar con los grupos. En agosto vamos a cumplir 54 años de casados”.
Pocas veces tocaron en festivales. La mayoría de las actuaciones revisten carácter privado: quince años, casamientos, cumpleaños, pero también “estuvimos en velorios, sepelios, porque los deudos pedían que al difunto se lo despidiera con música. Muchos de ellos eran clientes que nos habían contratado durante mucho tiempo y querían que la despedida fuera con una serenata de los Mariachis”.
En ocasiones, fueron contratados por personas que festejan los cumpleaños de sus seres queridos fallecidos. “Una vez teníamos que cantarle a un portarretrato, porque le gustaba y porque era una manera de homenajearlo. Es una modalidad que en México se usa mucho. En el Día de los Muertos se le ofrenda música”.
Proyecto de museo
Dentro de su vivienda, Lotero estaba armando un museo alegórico con los sombreros que usaron en las distintas épocas que, procedentes de México, formaron parte de los distintos uniformes y los diferentes vestuarios. “Estaba arreglando, pintando, quería decorar con las banderas argentina y mexicana, para darle un toque de distinción. Todo estaba bien pensado, pero sucedió lo de mi hijo, se me vino abajo la estantería y no pude continuar. No quise hacerlo”, manifestó emocionado, al señalar su retrato.
Añadió que para confeccionar la suya, “no nos guiamos mucho por la vestimenta del charro, que es bordada. Tratábamos que sea parecida. No tenemos bordados, solo aplicaciones que mandamos a hacer. Lo que usamos en la actualidad son chalecos y chaquetas rojas, pantalón y camisa negros y moño dorado. Para el verano mandamos a hacer unas chombas bordadas”.
Sergio Lotero entiende que la música se renueva, pero los temas tradicionales siempre están vigentes. Una prueba de eso es que cuando llegan a una fiesta, “nos piden Ella, El rey, Cielito lindo… Esos temas no pueden faltar porque son conocidos para los mayores. Para los más jóvenes tenemos canciones nuevas de Luis Miguel, además de cachacas y cumbias que fusionamos con la música mexicana. Todo depende del tipo de evento. Si es una fiesta de quince, donde hay mucha juventud, fusionamos esas canciones para que también puedan disfrutar del show”.
“Llegamos a hacer 17 shows durante una jornada de Día de la Madre. Y diez actuaciones en una sola noche. Para eso, empezábamos a las 20 y con actuaciones de media hora, terminábamos a las 5, porque éramos furor. No bajábamos de siete u ocho actuaciones durante la época buena de los Mariachis”.
Contó que Fernando Farías, “Tato” Lagable, Esteban Cuestas, Enrique Barrios, Roberto Rodríguez, “Rodi” Sánchez, el trompetista Sotelo, y muchos cantantes y músicos pasaron por Mariachi Tequila Misiones y que tienen un disco que grabaron con Vanessa Avellaneda.
El primer disco se llama “Deja que te quiera”, auspiciado por el Diario PRIMERA EDICIÓN. Y el segundo, de Sergio como solista, es música mexicana. Lleva por nombre “Yo no fui”, que es un repertorio más actual. A eso se agregan muchos demos. Partiendo de la premisa de que “nadie puede vivir sin la música”, entiende que “volverán los buenos tiempos de las maratónicas presentaciones”, sentenció Sergio, que se dedica a la docencia, dictando clases en la primaria y secundaria y por la noche un taller de canto y guitarra para adultos.
Musiqueando desde niños
Con su primo Carlos Alberto Chemes, Juan Carlos Lotero comenzó a tocar la guitarra a los diez años, también a cantar. Se encontraban en su casa, que quedaba en un predio muy grande, con monte y arroyo, en la Chacra 65. “Aprendí y fui enseñando a mi primo, porque vivíamos en una casa al lado de la otra, hasta que conocimos a Juan Claudio Viveros, que trabajaba como cadete en una edificación que se llamaba Las Viviendas, donde hacían casas prefabricadas como son hoy las del Iprodha, y se ubicaba en el actual predio de Asuntos Agrarios”.
Tenían unos 12 o 13 años, cuando conformaron un trío para cantar folclore. Mientras tanto, escuchaban a Los Chalchaleros y a otros músicos de entonces, en los long play que había en casa de Lotero y así aprendían las canciones.
“Cantamos canciones de amor, de desamor, canciones bravías que hablan del macho mexicano, pero, por sobre todas las cosas, somos más románticos”.
Un señor los llevó a cantar a un edificio que estaba en construcción y funcionaba como parrillada, cerca de la antigua estación de trenes, donde “ganábamos no sé si eran 30 o 300 pesos de aquel entonces”.
Al grupo se integró Diego Cavia, un chamamesero del barrio Rocamora. “Andábamos cantando por acá, por distintos lugares hasta que se nos dio por ir a Buenos Aires. Fuimos recomendados por el director de Radio Encarnación, Artemio Vera, y por el periodista deportivo Juan Manuel Irrazábal, que luego fue gobernador de Misiones, a un ejecutivo de radio Splendid de apellido Heredia. Anduvimos dando vueltas por muchos lugares buenos, pero no llegamos a la fama. Tuvimos muchas oportunidades, pero no pudimos alcanzar lo que soñábamos”, confió.
Volvieron a Posadas cuando Lotero estaba a punto de cumplir 18 y tuvo la oportunidad de ingresar a la Escuela de Prefectura Naval. Después de dos años “regresé y nos reencontramos, pero Cavia ya no estaba. Se había casado con mi hermana Lidia Ángela y se fueron a vivir a Buenos Aires. En su lugar ingresó Vicente Neris. Se dio la oportunidad de ir a Cosquín, con Nora Urdinola, que era nuestra delegada, y la delegación de Misiones”.
La primera noche de actuación “causamos furor. Hubo grandes artistas en la jornada, pero la revista Folclore tituló: ‘A la noche del miércoles la salvó el grupo vocal de Misiones’. Los diarios de Buenos Aires y de Córdoba hablaban de nosotros, de Los Chiricó, tal como nos bautizó el gran Ramón Ayala, y cantamos sus canciones (Canto al río Uruguay, Mi pequeño amor, el Cachapecero). Las delegaciones nos dieron por ganadores, pero quedamos a competir con el grupo vocal de Corrientes “Los Cambá”. Llegada la final, ganaron ellos, y a nosotros nos entregaron el premio Revelación en 1968”, rememoró.
“A los ocho años cantaba ‘Ella’ y ‘El rey’. Mi actuación gustó mucho y vimos que esto iba a funcionar, como grupo era algo que no se veía en Misiones”.
Con Sandro “nos encontramos varias veces, pero la primera vez que lo vimos fue un sábado, en el programa de Pipo Mancera. Me llamó la atención lo que él hacía. Era rockero, se doblaba, saltaba y se tiraba al suelo. Para nosotros era algo extraño. Cuando finalizó su canción, se desabrochó bruscamente la camisa. Tuvimos la oportunidad de hablar y de vernos en otras ocasiones. Había un grupo muy conocido que se llamaba Los Pick Ups, con los que nos hicimos amigos”.