Cada año, el segundo lunes de febrero se conmemora el Día Internacional de la Epilepsia, una jornada dedicada a la toma de conciencia mundial sobre este trastorno cerebral rodeado de falsas creencias.
Es que, a pesar del paso de los años y de los avances científicos y sociales, continúa siendo muy alto el nivel de estigmatización de quienes lo sufren, lo cual, por ejemplo, les impide muchas veces acceder a ciertos empleos, a pesar de contar con una alta calificación, y tienen dificultades para obtener el permiso de conducir, por ejemplo.
En muchos casos, las personas con epilepsia pueden ver reducido también su acceso a oportunidades educativas o a los seguros de vida y de salud, entre otras complicaciones que pueden llevar a que los afectados no busquen tratamiento precisamente para evitar que se los identifique con la enfermedad.
Sin embargo, debe ser derribado en la opinión pública el mito de que este trastorno genera indefectiblemente una grave limitación para la persona, ya que, bien al contrario, el 70% de los pacientes responde en forma positiva a los tratamientos y no se debería ver afectada su calidad de vida.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo hay 50 millones de personas de todas las edades con esta afección, mientras que en Argentina se estima que alrededor de 230.000 individuos tendrán un diagnóstico de epilepsia este año.
Pese a esta alta prevalencia, persisten todavía falsas creencias con respecto a ella, sometiendo a quienes sufren esta enfermedad a una exclusión que -como ocurre con tantas otras- no se justifica y mucho menos se merecen quienes la padecen.
Lamentablemente, la discriminación y la estigmatización social son a menudo más difíciles de combatir que las propias enfermedades.