La tierra colorada está de luto. Faltando pocos días para cumplir 92 años falleció el legendario exciclista misionero Teófilo Enrique Zurdel, bicicletero, albañil y pionero de grandes momentos del ciclismo misionero, aquel posadeño que a los 6 años se subió a una bicicleta y no se bajó más.
Don Teófilo se dio el lujo de ganar una etapa de la histórica Vuelta a Misiones, en la década del 50, incluso en una de sus ediciones conoció a su compañera de vida y aventuras Silvia Sereni. Ganó un par de campeonatos nacionales y varios provinciales de ciclismo y fue pionero de la clásica peregrinación a la Virgen de Itatí y uno de los artífices en la creación de la Asociación Misionera de Ciclismo, entre otras proezas.
Zurdel, hijo de un albañil de origen polaco, nació el 28 de febrero de 1932 en Posadas e inició su romance con la bici cuando apenas transitaba la niñez. Fue amor a primera vista, o como bien lo dijo Teófilo a alguna vez a PRIMERA EDICIÓN, la bici “irradia libertad y salud”.
Quién fue don Teófilo Zurdel
(*Entrevista realizada el 21 de agosto por Angel Miño, por el aniversario 30 de PRIMERA EDICIÓN)
“Cuando el día se vuelva oscuro, cuando el trabajo parezca monótono, cuando resulte difícil conservar la esperanza, simplemente sube a una bicicleta y date un paseo por la carretera, sin pensar en nada más”, escribió alguna vez Arthur Conan Doyle, el creador del inefable investigador Sherlock Holmes.
Tal vez ese espíritu de libertad que rescató el británico haya sido la misma musa que inspiró, muchos años más tarde a Teófilo Zurdel -una verdadera leyenda del ciclismo misionero a transitar y definir al deporte de la bicicleta como un modo de vida.
Cerca de la década del 50 se animó a competir a nivel regional y nacional. Ganó una etapa de la legendaria Vuelta de Misiones e incluso en una de sus ediciones conoció a Silvia Sereni, quien se convertiría en su esposa, la madre de sus cuatro hijos y compañera inseparable de sus aventuras en bicicleta.
Con sus propias manos, don Teófilo levantó el tejido alrededor del actual velódromo del Parque de la Ciudad de Posadas y junto a su esposa fueron los creadores de la tradicional peregrinación ciclística a Itatí (Corrientes).
A los 90 años, Don Teófilo, todavía tiene la fuerza y la voluntad intacta para subirse a la bici y mantenerse en forma.
“Está hecho un pibe”, dicen quienes lo conocen, si hasta hace poco compartía algunas horas con su hijo Luis y su nieto Darío en la atención de su bicicletería ubicada sobre avenida Rademacher, “que levanté con mis propias manos”, cuenta orgulloso.
Don Teófilo…¿cuándo nació ese amor por la bicicleta?
Bueno, yo fui inculcado por Gregorio Juañuk cuando era chiquito. Nosotros vivíamos frente a su casa. A mí me gustaba la bicicleta y a los seis años me fui a trabajar con él. El local quedaba frente al hotel Savoy. Desde ese momento nació mi pasión por la bicicleta.
¿A qué edad empezó a competir?
A los 14 años empecé a correr. Recuerdo que armamos una bicicleta. Todos se reían porque tenía un manubrio muy grande (se ríe). En la primera carrera me dieron una paliza. No sabía ni dónde quedaba mi casa, pero no me importó, no me amilanó. Al contrario cada vez que me ‘apaleaban’ me hacía más fuerte. No hay que entregarse así nomás. No porque se pierde una carrera hay que desminarse. Hay que tratar de multiplicar el esfuerzo, ya que siempre se puede ‘coronar’ con alguna otra.
El ciclismo le dio mucho…
Con don Gregorio trabajé varios años. Después me casé y me fui a vivir al Brasil por un tiempo. A mi señora la conocí en una Vuelta de Misiones. Me había caído, después de Picada López, yendo para San Javier. Era todo camino de tierra. Me caí en una bajada y me pelé todo el rostro. En esa ocasión, cuando llegamos a La Garita, nosotros hacíamos un descanso para después largar todos juntos. Ahí me conocí con ella y, bueno, ahí comenzó el enriedo (se ríe).
¿Qué significaba en ese entonces la Vuelta de Misiones?
Era algo tradicional y se vivía como una fiesta. Nosotros hacíamos una parada en La Garita y de ahí hasta el centro de Posadas era una caravana de gente, algo parecido a lo que se ve ahora en los grandes premios de España, Italia o Francia, así era la Vuelta de Misiones.
¿Ganó alguna vez alguna etapa de la Vuelta de Misiones?
Recuerdo que gané una etapa, un tramo especial, con un premio especial, en 1952. En mi caso corría ruborizado, porque nunca me había pasado eso de correr entre tanta gente que gritaba y festejaba. Fue la última carrera que corrí para competir. En realidad seguí corriendo, pero casi ya no se hacían más ese tipo de competencias. Se volvieron a hacer años más tarde, pero más largas. Creo que se corrió hasta Puerto Rico. Gané muchas carreras. Tuve muchas satisfacciones. Fui campeón misionero en resistencia de 130 kilómetros y de velocidad de mil metros.
¿Tuvo chances de correr en otras competencias nacionales?
Sí, en el 51 fui a correr a Rosario. En aquella época se corrían 135 kilómetro contrarreloj. Casi me mató esa carrera (se ríe). Me fue bien al comienzo. Recuerdo que había una revista que se llamaba Mundo Deportivo. Allí figuraba que estaba tercero en la general, en los primeros 60 kilómetros… ¿pero qué pasó? No llegó el camión de abastecimiento. Corrí con hambre y apenas llegué. Además, el viento que hubo no había acá. Era una barbaridad como soplaba. Eso me fue retrasando. No llegué último, pero si bastante atrás.
¿Qué es el ciclismo para usted?
Para mí es todo. Considero que el ciclismo es como una medicina. Es una sensación de libertad total. Antes podíamos salir tranquilamente y respirar aire puro. Te bajabas y en el bajo de la ruta sentías ese perfume de las flores. El olor del barro o los árboles. Una cosa muy linda.
¿Es cierto que levantó a mano el tejido del velódromo de Posadas?
Sí, es cierto, trabajé mucho ahí. Además de bicicletero, también era medio albañil (se ríe). Mi papá me enseñó la técnica. Entonces hice muchas cosas de albañilería. Había muchas mujeres que trabajaban. Mi señora y varias amigas trabajaron mucho para todo eso.
Y junto a su esposa fue uno de los ideólogos de la peregrinación en bicicleta a la Virgen de Itatí..
Sí. Fuimos los iniciadores con mi señora, en el año 81. Entre los que nos ayudaron a llevarla a cabo estaban José La Paz Britos y los hermanos Luconi. Habíamos dicho que lo íbamos hacer durante cinco años, pero resulta que comenzó a crecer tanto que ya no se pudo parar más. Al principio mi señora cocinaba para todos, pero en un momento ya éramos más de cien, así que tuvo que suspender (se ríe).
Si Teófilo Zurdel no fuera ciclista o bicicletero… ¿qué otro oficio tendría?
A lo mejor hubiese sido albañil. Me gustaba la profesión. Y tanto me gustaba, que esta bicicletería donde estamos ahora la construí yo solo. Pero bueno, elegí el ciclismo y la verdad es que no me arrepiento para nada