Como no podía ser de otra manera, en Misiones abundan las historias de fantasmas que se van transmitiendo de generación en generación. ¿Verdad o mentira? Poco importa. Detrás de cada leyenda está el relato de un abuelo a su nieto, de una madre a su hijo o de un amigo a otro. Quien podría olvidar esos miedos de chicos (o tal vez no tan chicos) a la hora de la siesta por una posible aparición del pombero. O el temor en las noches de luna llena por el lobizón. Por eso, en tiempos de tecnología y redes sociales, es tan importante mantener vivos esos cuentos en la memoria, a través del boca a boca y evitar así que caigan en el vacío del olvido.
La chica muerta que va a bailar en Posadas
Algunos dicen que ocurrió en los 40. Otros en los 50. Todos coinciden en que pasó de noche, más precisamente de madrugada, en Posadas, pero el resto de la historia cambia según quién la relate.
La versión más conocida dice que un gendarme fue a bailar en lo que era el boliche de moda en Posadas: el Parque Japonés con sus cuatro pistas y su cercanía al río Paraná. Estando ahí, conoció a una joven con la que bailó y sintió una conexión especial al instante.

En un momento, la chica señaló que tenía que irse a su casa y el gendarme se ofreció a acompañarla. Volvieron caminando, hablando. La charla fue atípica para dos personas que recién se conocen. Ella le contó de sus sueños y miedos. También le confesó que su mayor temor era jamás ser amada.
Él cada vez se sentía más atraído por esa mujer. En un momento se rozaron las manos y se dio cuenta que ella las tenía congeladas. “Toma, abrigate”, le dijo el gendarme con un gesto de ternura y le alcanzó su campera. Ella se lo puso, sonrió y prosiguieron su camino.
Fue así que llegaron a la casa. Él ya estaba totalmente hipnotizado y enamorado. Cuando iban a despedirse, ella lo miró, le dijo: “Gracias por esta noche”, le dio un besó y luego entró al hogar sin mediar más palabras.
Aturdido por la situación, el gendarme volvió a su departamento. Cuando logró superar el shock el momento, se dio cuenta que la joven jamás le devolvió su campera. “Tengo una excusa para ir a verla”, se dijo asimismo en un grito de felicidad. Al otro día, se puso su mejor ropa, se compró un perfume para la ocasión, pidió un taxi y se fue directo al punto donde había recibido el mejor beso de su vida.
- La leyenda de una mujer muerta que va a un boliche y enamora a un joven se extendió por el mundo
Tocó la puerta nervioso y ansioso. Tenía planeado volver a caminar con ella y contarle todos los sentimientos que atravesaron su cuerpo desde la primera vez que la vio bailando. Pero el destino le tenía preparada otra sorpresa.
De la casa salió un hombre grande con una de esas miradas que solo la tienen aquellos que perdieron algo importante y que saben que jamás volverán a ser completamente felices.
“-¿Qué necesita?”, le dijo el señor con la voz quebrada, como si hubiese estado llorando mucho hasta ese momento.
“-Vengo a ver a la joven que vive en esta casa. Ayer le presté mi campera y no me la devolvió”, le respondió el gendarme.
El señor lo miró largo y tendido. Las lágrimas empezaban a bajar de sus mejillas nuevamente.
“-La única joven que vivió acá fue mi hija que ya lleva muerta tres años”, alcanzó a decirle con la voz entrecortada.
El gendarme sintió que el mundo se derrumbaba. Para confirmar la historia, el anciano le mostró una foto de su difunta hija y efectivamente era la chica hermosa que había conocido la noche anterior y de la que se había enamorado.
“-Murió en un accidente”, agregó el padre y le dio al joven la ubicación exacta de donde estaba la tumba.
Poco le importó los kilómetros de distancia que había entre la casa y el cementerio. El gendarme se fue corriendo. Una sensación amarga le invadía el cuerpo. A cada paso lanzaba una súplica a Dios pidiendo que sea mentira y que se tratara de una broma de muy mal gusto.
Cuando entró al cementerio, el mismo frío que había sentido en la mano de la joven invadió su cuerpo ahora. Durante casi una hora estuvo arrodillado y llorando frente a la lápida donde estaba su campera colgada.
Otra versión de la historia
Otra versión de lo que ocurrió esa noche dice que una joven se subió a un taxi en Santa Catalina y Almirante Brown en Posadas. Le indicó al chofer una dirección y se fueron a la misma en silencio. Durante todo el trayecto, el conductor sintió un frío extraño en el vehículo.
Al llegar al destino, la joven paga el viaje, se baja e ingresa a una casa. El conductor sigue su camino cuando se da cuenta que la chica se olvidó un abrigo.
Respetando la honestidad de todo taxista, volvió y golpeó la puerta de la casa para devolverle el abrigo. Salió una señora de rasgos muy triste y cuando el hombre le devolvió la prenda, ella azorada le dijo: “Esa es el abrigo que llevaba mi hija cuando la asesinaron”.