“Vamos a juntar a marcela”. Una frase de cinco palabras que esconde detrás miles de recuerdos que quedarán inmortalizados en la memoria. Padres e hijos. Abuelos y nietos. Hermanos. Todos juntos saliendo de tardecita a vivir momentos únicos bajo la excusa de estar cumpliendo con una tradición, que se transmitió en generación en generación y que llega hasta hoy, en tiempos de redes sociales y tecnología artificial.
Durante Semana Santa, cada pueblo práctica sus respectivas tradiciones. En Misiones, una de las costumbres más arraigadas es la de salir el Viernes Santo a juntar marcela, una hierba medicinal, a la que se la suele encontrar a los costados de la ruta, de los caminos o en los baldíos.

Esta actividad se realiza generalmente a partir de las 15 hs ya que, según la creencia, la tierra está bendecida.L a acopian justamente ese día, con la expectativa de que la fecha incremente sus propiedades medicinales.
Además, aprovechan para reunir una cantidad considerable y así poder consumirla durante todo el año, además de compartir con familiares o vecinos, ya que no es fácil de conseguir porque florece una sola vez al año.
Qué es la marcela
La marcela es un arbusto que alcanza aproximadamente un metro de altura y que por lo general florece en marzo.
De color amarillo, florece en pequeños racimos. Las hojas son de color verde pálido grisáceo y se destaca del resto de la vegetación del campo tanto por su aspecto como por su aroma.
La tradición de recolectar “marcelita” el Viernes Santo involucra a toda la familia, y también se mantiene en el Sur y el Sudeste brasileño.
Es una costumbre muy utilizada para el tratamiento de diversos problemas de salud, como trastornos estomacales, calambres nerviosos, epilepsia, diarrea, inflamación, dolor, entre otros.
Además, utilizan estas flores, a menudo, para rellenar almohadas para bebés, ya que consideran que tiene efectos calmantes.
En Japón mostraron que los extractos de las flores de esta planta inhiben en gran porcentaje el crecimiento de células cancerosas. Por su parte, investigadores americanos descubrieron propiedades antivirales in vitro del extracto de agua caliente de linfoblastóideas flores secas contra las células T infectadas con el virus del VIH.
Estas flores crecen en Venezuela, Colombia, Bolivia, en el Río de la Plata, Sur de Brasil, Paraguay, Uruguay, descendiendo por toda la Argentina, hasta Río Negro.