El Día Mundial del Teatro fue establecido en 1962 por iniciativa del Instituto Internacional del Teatro (ITI), creado por la UNESCO un año antes. La efeméride se conmemora anualmente el 27 de marzo por la comunidad teatral internacional.
Cada año, varios eventos teatrales nacionales e internacionales se organizan para conmemorar la fecha; y una de las actividades más importantes es la circulación del Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro a través del cual, por invitación del ITI, una figura de talla mundial comparte sus reflexiones sobre el tema del Teatro y la Cultura.
El primer mensaje del Día mundial del Teatro fue escrito por Jean Cocteau en 1962. Le han sucedido personajes como Pablo Neruda, Arthur Miller, Antonio Gala o Darío Fo.
Este año el honor recae sobre el dramaturgo griego Theodoros Terzopoulos.
Cabe remarcar que en Argentina se celebra también un Día Nacional del Teatro: desde 1979 la fecha se conmemora cada 30 de noviembre, en conmemoración de la creación de la primera Casa de Comedias del país en 1783.
El mensaje por el Día Mundial del Teatro 2025:
A continuación reproducimos el mensaje por el Día Mundial del Teatro 2025 a cargo de Theodoros Terzopoulos:
«¿Puede el teatro escuchar la llamada de socorro que nuestros tiempos están enviando, en un mundo de ciudadanos empobrecidos, encerrados en celdas de realidad virtual, atrincherados en su asfixiante privacidad? ¿En un mundo de existencias robotizadas dentro de un sistema totalitario de control y represión que atraviesa todo el espectro de la vida?
¿Está el teatro preocupado por la destrucción ecológica, el calentamiento global, la pérdida masiva de biodiversidad, la contaminación de los océanos, el derretimiento de los casquetes polares, los incendios forestales cada vez más frecuentes y los fenómenos climáticos extremos?
¿Puede el teatro convertirse en una parte activa del ecosistema? El teatro lleva años observando el impacto humano sobre el planeta, pero le resulta difícil abordar este problema.
¿Está el teatro preocupado por la condición humana tal y como se está configurando en el siglo XXI, donde el ciudadano es manipulado por intereses políticos y económicos, redes mediáticas y empresas formadoras de opinión?
¿Dónde las redes sociales, tanto como las facilitan, son el gran pretexto para la comunicación, porque proporcionan la distancia segura necesaria frente al otro? Un sentido generalizado de miedo al otro, al diferente, al extranjero, domina nuestros pensamientos y nuestras acciones.
¿Puede el teatro funcionar como un taller para la convivencia de las diferencias sin tener en cuenta el trauma sangrante? El trauma sangrante nos invita a reconstruir el mito. Y, en palabras de Heiner Müller, “El mito es un agregado, una máquina a la que siempre se pueden conectar nuevas y diferentes máquinas. Transporta la energía hasta que la velocidad creciente explota el campo cultural”, y yo añadiría el campo de la barbarie.
¿Pueden los focos del teatro iluminar el trauma social y dejar de arrojar luz engañosamente sobre sí mismo? Preguntas que no permiten respuestas definitivas, porque el teatro existe y perdura gracias a las preguntas sin respuesta.
Preguntas que lanza Dionisio, pasando por su lugar de nacimiento, la orquesta del antiguo teatro, y continuando su silencioso viaje de refugiado a través de paisajes de guerra, hoy, en el Día Mundial del Teatro. Miremos a los ojos de Dionisio, el dios extático del teatro y el Mito que une el pasado, el presente y el futuro, el hijo de dos nacimientos, de Zeus y Sémele, proyector de identidades fluidas, femeninas y masculinas, airado y bondadoso, divino y animal, en el límite entre la locura y la razón, el orden y el caos, un acróbata en la frontera entre la vida y la muerte.
Dionisio plantea una pregunta ontológica fundamental: “¿De qué se trata todo esto?”, una pregunta que impulsa al creador hacia una investigación cada vez más profunda sobre la raíz del mito y las múltiples dimensiones del enigma humano.
Necesitamos nuevas formas narrativas orientadas a cultivar la memoria y dar forma a una nueva responsabilidad moral y política que surja de la dictadura multiforme de la Edad Media contemporánea».