A nadie en su sano juicio podría ocurrírsele que alcanzar y desarrollar un crecimiento sostenible sería posible con déficit y alta inflación. Pero también es verdad que por la mera rigidez de los mandamientos fiscales terminan pagando justos por pecadores. Al cabo de un tiempo la tesis que defiende el Presidente se diluye y comienzan los cuestionamientos sobre las razones y los efectos de celebrar un superávit que termina siendo pírrico.
Porque por ahora, los únicos que celebran, son los tenedores de activos argentinos y los que no terminan de ver (o no sienten) el real tamaño del ajuste.
Con 34% siguen siendo los jubilados los que padecen la motosierra de Javier Milei, seguidos por los gastos de capital (20,3%), los subsidios económicos (14,7%) y los salarios (10,1%) por nombrar a los rubros que más aportan al superávit del que se jacta el Poder Ejecutivo.
Vale repetirlo, el tremendo déficit y la escalada inflacionaria nos llevaron a una crisis y un cambio de Gobierno.
Hoy la crisis se explica desde otras aristas de la economía y los que la padecían antes siguen haciéndolo hoy, aunque con mayor énfasis. Los únicos que celebran son los especuladores de siempre.