El síndrome del emperador, del niño tirano o del niño rey son los distintos nombres con que se conoce a un fenómeno cada vez más común: el de los niños que acaban por dominar a sus padres e incluso, en los casos más extremos, por maltratarlos.
Se tiende a culpar a los padres de este tipo de conductas por ser demasiado permisivos y protectores con sus hijos, aunque también influye el ambiente porque hoy los niños viven en una sociedad consumista, individualista, donde prima el éxito fácil y rápido por encima de todo.
Características de los niños con el síndrome del emperador
Sentido exagerado de lo que les corresponde y esperan que los que están a su alrededor se lo proporcionen.
Baja tolerancia a la incomodidad, especialmente si es causada por la frustración, el desengaño, el aburrimiento o la negación de lo que han pedido; entonces la expresan con rabietas, ataques de ira, insultos y violencia.
Presentan escasos recursos para la solución de problemas o afrontar experiencias negativas.
Buscan las justificaciones de sus conductas en el exterior y culpan a los demás de lo que hacen, y esperan que sean los otros quienes les solucionen sus problemas.
Discuten las normas o los castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc. Pero comportarse así les compensa, ya que ante el sentimiento de culpa inducido, los padres ceden y otorgan más privilegios.
Exigen atención no solo de sus padres sino de todo su entorno y cuanta más se les da, más reclaman.
Les cuesta adaptarse a las demandas de las situaciones extra familiares, especialmente en la escuela porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a las figuras de autoridad.
Se sienten tristes, enfadados, ansiosos y suelen tener una autoestima baja.
¿Qué hacer si mi hijo tiene el síndrome del emperador?
Establecer reglas claras y explicar las razones de esas reglas.
Ser coherentes. El padre y la madre deben tener la misma opinión respecto a un mismo problema.
Mostrarse firmes respecto a lo que el padre y la madre hayan decidido, de forma conjunta.
No imponer un castigo que luego no se cumpla. No olvidemos que existen castigos negativos y positivos. Supervisar las actividades de los hijos.
Procurar gratificar en vez de castigar. De igual modo, si nuestro hijo ha hecho algo de forma adecuada es preciso el refuerzo positivo que, obviamente, no tiene porqué ser nada material.
En el caso de los niños más caprichosos se debe intentar hacer lo posible para mejorar nuestra relación con ellos.
Otorgar a los hijos responsabilidades acordes a su edad como recoger la mesa o ponerla, sacar la basura, hacerse la cama, sin importar el sexo.
No apartarlos ni sobreprotegerlos, ambas cosas podrían configurar un niño tirano.
Colabora Cecilia Castillo
Lic. en Psicología
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