En 2002, el investigador y psicólogo israelí-estadounidense, Daniel Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía por sus aportes que contribuyeron a clarificar el proceso de toma de decisiones.
La teoría de la toma de decisiones basada en gran parte en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, explora la interacción entre dos sistemas de pensamiento en el cerebro humano: Sistema 1 y Sistema 2.
El Sistema 1 es el de pensamiento rápido e intuitivo, que opera de manera automática y subconsciente. Está impulsado por las emociones y la intuición, y es responsable de tomar decisiones rápidas en situaciones cotidianas.
El Sistema 2 corresponde al pensamiento lento y deliberado, que requiere esfuerzo consciente y procesamiento mental más profundo. Se activa cuando enfrentamos decisiones complejas o cuando necesitamos resolver problemas de manera más detallada y analítica.
Kahneman argumenta que la mayoría de las decisiones que tomamos están influenciadas por una combinación de estos dos sistemas.
Si bien anteriormente se creía que nuestras decisiones se basaban en el razonamiento lógico y la información objetiva, en realidad a partir de sus aportes se ha comprobado que, a menudo estamos influenciados por sesgos cognitivos y emocionales que pueden llegar a distorsionar nuestro juicio.
Algunos de los sesgos más comunes identificados por Kahneman incluyen:
Sesgo de confirmación: refiere a la tendencia a buscar información que confirme nuestras creencias preexistentes y a ignorar o minimizar la información que las contradice.
Sesgo de disponibilidad: relacionado a que damos más peso a la información fácilmente disponible en nuestra mente, como eventos recientes o experiencias vívidas, incluso si no son representativos de la realidad en general.
Sesgo de anclaje: es la influencia de puntos de referencia o “anclas” que se nos presentan, incluso si son irrelevantes para la decisión en cuestión.
Sesgo de aversión a la pérdida: frecuentemente valoramos más la pérdida que la ganancia equivalente, lo que puede llevarnos a tomar decisiones irracionales en un esfuerzo por evitarla.
Sesgo de la emoción: la emoción define el dominio para la acción. Nuestras emociones, especialmente el miedo y la aversión al riesgo, influyen en nuestras decisiones de manera significativa, a menudo irracionalmente.
La teoría de la toma de decisiones de Kahneman destaca la complejidad de nuestro proceso de pensamiento y subraya la importancia de reconocer y mitigar los sesgos cognitivos y emocionales para tomar decisiones más informadas y racionales.
Cuanto más atentos estemos a estos sesgos, menos condicionados estaremos a la hora de decidir.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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