Ataques con patadas, puñetazos, con palos, martillo, pinzas, una trenza de cuero para domar animales y hasta sumergiéndole la cabeza cometió contra su pareja, además de someterla a actos sexuales violentos y degradantes.
Las pruebas y testimonios en su contra no le dejaron margen al changarín de 47 años detenido en septiembre de 2020 luego que su víctima escapara de milagro y se escondiera en la casa de una vecina en el barrio Prosol, en la zona sur de Posadas.
El miércoles pasado estampó su firma en un acuerdo de juicio abreviado y pasará los próximos trece años en prisión como autor de los delitos de “lesiones leves calificadas por el vínculo, amenazas y abuso sexual con acceso carnal, varios hechos, todo en concurso real”, (todos comprendidos en los artículos 89 en función del 80 inciso 1, 149 Bis primera parte del primer párrafo y 119 tercer párrafo del Código Penal Argentino, todo en función del artículo 55 del mismo cuerpo legal).
La condena fue ofrecida por el fiscal del Tribunal Penal 2, Vladimir Glinka, y el acusado evitó el banquillo de acusados que estaba agendado para esta semana ante los jueces Carlos Jorge Giménez, Gregorio Augusto Busse y César Antonio Yaya.
Al acuerdo ahora le resta -para su ejecución- una previa audiencia de visu y la homologación de los magistrados mencionados.
Historia de terror
La víctima sobrevivió al horror cuando logró refugiarse en la vivienda de una vecina el 17 de septiembre de 2020. A las 8.30 de ese día el ahora declarado culpable la increpó y agredió físicamente cuando ella intentaba limpiar la casa pero el enfureció porque no lo hacía “como debía” y con un palo de escoba comenzó a lastimarla. Rompió el palo y comenzó a pegarle con patadas y puñetazos, mientras le gritaba: “Quebrada te voy a mandar al hospital”.
La dejó tirada en el piso y se fue al baño, ese instante fue el “del milagro”. La víctima corrió a la vivienda de su amiga y se escondió mientras ella llamaba al 911 para que la rescataran.
La madre de tres niños necesitó cincuenta días de curaciones de las lesiones marcadas en todo el cuerpo.
El agresor fue detenido y los testimonios que develaron lo sufrido desde hacía más de un año fueron incuestionables para que lo llevaran a juicio finalmente.
Dos niñas menores de 10 años declararon en Cámara Gesell y describieron que no sólo ellas y su madre sufrieron la violencia, también su hermano mayor y de “forma recurrente”, como resume el expediente al que PRIMERA EDICIÓN accedió, de manera exclusiva.
Entre los episodios incalificables la mujer y madre declaró que su pareja la obligaba a ver películas pornográficas y después la golpeaba porque pensaba que a ella “le gustaban los actores”. Luego la violaba y le introducía elementos en sus genitales, hasta pepinos.
Los rastros de los castigos con un trenzado de cuero con el que arreaba caballos el acusado, quedaron marcados en el cuerpo de la madre.
También huellas en el cráneo de los golpes de martillo y pinza. Y el temor a morir ahogada en el agua luego que le sumergiera la cabeza en un balde hasta rozar el borde de la inanición.
Por miedo, ya no a las amenazas, por miedo a más dolor, calló el horror hasta que llegó el milagro de escapar.