Durante más de cuarenta minutos, ante un auditorio de ejecutivos de finanzas, el presidente Javier Milei desandó sus conocimientos en economía. Repasó los fracasos del pasado que todos conocemos y que impulsaron a la mayoría de los argentinos a votar un cambio.
Milei apeló a la comunicación, acaso su principal activo, para evidenciar seguridad y convicción en la cuestión teórica, pero volvió a dar pasos en falso sobre los datos duros de la realidad y celebró logros que no se evidencian en lo cotidiano.
Apeló a burlas cuasinfantiles contra otros economistas con los que coincidía antes de ser Presidente, cargó duro contra exfuncionarios del macrismo (quizás marcándole límites a su principal socio) y hasta se mofó de quién iba a ser el ministro de Economía de su hoy ladera ministra de Seguridad. La presentación de Milei fue un autohalago constante con algunos “centros” a Caputo. En su perspectiva, todo lo demás no existe o no está bien. Incluso se dio unos segundos para escalar el conflicto contra el Presidente de Gobierno español, crisis que le brinda oxígeno para tapar los muchos frentes internos.
Durante su extensa presentación arrancó un aplauso generalizado cuando habló de la reforma del Estado y otros pocos a manos de su comitiva (Adorni, Caputo, Marra y otros) cuando se burlaba de todos los que no coinciden con él. Milei ancló su relativo éxito a la notable baja de la inflación que él mismo llevó al 25% a principios de año e incluso se metió en un berenjenal cuando se cuestionó a sí mismo sobre los tiempos que llevará comenzar a ver datos reales de recuperación.
Fue a fondo cuando advirtió a la oposición en el Congreso que cualquier ley que vaya en contra de su agenda será vetada. “Me importa tres carajos”, soltó. No habló de la progresiva pérdida de poder adquisitivo que se deglute cualquier baja inflacionaria y, en todo caso, dijo que “cuando la licuadora es permanente, también es motosierra”, evidenciando la intención de seguir ajustando salarios y jubilaciones.
La arrogancia de Milei no es distinta a la de sus antecesores, simplemente se diferencia por su énfasis y su informalismo, pero es tan peligrosa como la que demostraron Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Fernández, por nombrar a los últimos. Nada indica que el resultado vaya a ser distinto.