Días antes de dejar su cargo como Presidente, Alberto Fernández había puesto en duda la medición de la pobreza que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y afirmó entonces que “si hubiera 40%, la Argentina estaría estallada”. Reforzó su tesis al señalar que “no puedo entender cómo se concilia que haya 40% de pobreza y al mismo tiempo llevemos 37 meses consecutivos de creación de empleo registrado”.
Esta semana el jefe de Gabinete de ministro de la Nación, Guillermo Francos, navegó las mismas polémicas al afirmar, en una entrevista con el diario El País (España): “Vos recorrés las calles de Buenos Aires, ¿no? Sin duda, no estamos en nuestro mejor momento, pero bueno, puedo decir que el 50% de las personas que vive en la Argentina no son pobres. No pasa eso”.
En este caso, Francos salió al cruce de un trabajo realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina y otro de la Universidad Torcuato Di Tella. En ambos casos se advierte de una pobreza que supera con holgura al 50% de la población y, en el caso del segundo análisis, a un ritmo de un millón de nuevos pobres por mes desde que gobierna La Libertad Avanza.
Francos se recuesta nada más que en su sensación y en lo que ve en las calles de Buenos Aires. No se mete en el “barro”, donde se realizaron las mediciones, descarta el trabajo técnico y, finalmente, modera su visión al admitir que “no quiero meterme en una discusión que por ahí me supera y no tengo la metodología”.
Alberto Fernández negó la evidencia de su fracaso cuando estaba en la recta final de su Presidencia, una que será difícil de olvidar por el daño que generó en la economía y el tejido social.
Francos no es Presidente, pero habla por su Gobierno y quien lo lidera. Lo hace cuando apenas lleva seis meses en el poder y los datos comienzan a ser abrumadores. Se sostiene apenas en una presunción y finalmente admite que puede estar equivocado.
Cuando lo que gobierna es la negación de la realidad, de lo evidente, lo que queda por delante es más preocupante que lo que se intenta dejar atrás.