Los efectos psicológicos de la crisis ambiental que repercuten sobre la sensación de preocupación o ansiedad ante la proliferación de noticias y efectos de la triple crisis planetaria dan por resultado la toma de decisiones que poco favorecen al sentido de comunidad, colectivo social y desarrollo demográfico.
La Asociación Americana de Psicología define la ecoansiedad como «el miedo crónico a la fatalidad medioambiental», que puede incluir la respuesta a la crisis climática pero también a problemas ambientales como la pérdida de especies y la contaminación. El término «ansiedad climática», por su parte, se utiliza para describir las reacciones al cambio climático en particular.
Entonces, la eco-ansiedad comprende el vínculo entre el cambio climático y la ansiedad asociada con las percepciones sobre los impactos negativos que suceden con él.
Después además agrega:
La ecoansiedad o ansiedad climática es un conjunto de emociones que se desarrolla en una persona al tomar conciencia de la magnitud de los impactos presentes y futuros de la crisis ambiental o climática.
Entre esos sentimientos se encuentran la tristeza, la angustia, el miedo, la impotencia o la rabia. El estrés y el miedo crónico frente a las consecuencias de un futuro aterrador se unen a la impotencia y la frustración por no disponer de las herramientas necesarias para reducir los impactos del mismo, así como al sentimiento de culpa por haber contribuido, aunque sea mínimamente, a empeorar la situación.
Dichas emociones pueden traducirse en síntomas físicos que incluyen desde la falta de energía o atención hasta los ataques de pánico.
Hablar de ansiedad, no solamente es hablar de un trastorno per se, sino más bien de un síntoma común a muchos trastornos, los cuales, de acuerdo con el mismo concepto de ecoansiedad, si conociéramos herramientas para dar frente a las problemáticas ambientales, tal vez lograríamos mejorar nuestros estados de ánimo, emociones y así prevenir trastornos neuropsicológicos que más adelante, tal vez, podrían escaparse de las manos.
Así, una vez más la respuesta, al menos en parte, la tiene la educación, sin embargo, yendo más profundo, sobre qué tendríamos que saber para dar respuesta a las problemáticas que relacionan el clima, el ambiente y nuestra salud mental y física.
Desde la Ecosanación, como mirando desde la vereda del frente, orientamos a que las estrategias emerjan de nuestros propios conocimiento y necesidades previas, parados sobre las agujas de un reloj imaginario donde los minutos y las horas no pasan, en un eterno presente para poder respondernos ¿qué necesito hoy, ahora, ya?
Plantarnos en el presente
Cualquier persona, desde cualquier ámbito y a pesar de las diversas situaciones personales, puede activar los mecanismos de transformación que estén a su alcance. Ese es el antídoto principal para aliviar la parálisis climática, tomar conciencia del poder que poseemos como parte de la ciudadanía y ser parte activa de la solución.
“Sumare a las iniciativas que contemplen acción ambiental y climática”.
Tal vez ayude, para empezar, respondernos estas preguntas:
1. ¿Qué ambiente/ecosistema tenemos a mano: un patio, un jardín, un balcón, una maceta, una plaza, un parque, una chacra?
2. ¿Cuáles son las cosas que me gustan e interesan como para querer saber un poco más y querer aprender al respecto?
3. ¿En qué ocupo mi tiempo todos los días?
4. ¿Puedo optimizar mi tiempo y avanzar sobre nuevos intereses, territorios, ideas?
Y así… sucesivamente hasta hallar preguntas cada vez más finas y respuestas cada vez más certeras. Como la ecosanación.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología.
0376-154-385152