Es un ejercicio que conviene hacer de tanto en tanto para no dejarse llevar por exhortaciones al optimismo que carecen de sustento. Cuando Aníbal Fernández hablaba de “sensaciones”, omitía los abundantes índices de inseguridad. Cuando Mauricio Macri se refería a “crecimientos invisibles”, callaba los alarmantes índices de pobreza devenidos del ajuste de su plan. Cuando Sergio Massa proyectaba “una inflación de 3% para abril”, lo hacía basado en la nada misma.
La intención siempre es la misma, mantener cierto grado de expectativa cuando los resultados no se dan producto de la impericia y los errores.
Todo eso nos depositó en esta nueva/vieja realidad. Un Gobierno que se autodefine como nuevo paradigma, apelando a las mismas prácticas y con los mismos resultados que sus antecesores. El relato actual no difiere de los anteriores. Dicen que “lo peor ya pasó”, pero los datos muestran lo opuesto, y a los datos con contexto no se los puede llevar puesto ningún discurso por autoritario o petulante que suene.
Cuando Javier Milei afirma que “lo peor ya pasó”, omite que el sector metalúrgico registró durante el mes pasado una caída en su producción del 17,6% en forma interanual. Y contra abril de este año, la baja de la actividad alcanzó -0,7%. Cuando quien lo dice es Luis Caputo, no dice que en lo que va de junio las ventas en las grandes cadenas de supermercados fueron 10% menores a las del mismo lapso del año pasado ni que la situación es aún peor en los comercios del interior. Cuando el Gobierno anuncia que lo “peor ya pasó”, no contempla que seis fábricas de vehículos, que representan una parte significativa de la producción nacional, frenaron la actividad por la caída de la demanda, la disminución de las exportaciones y problemas de abastecimiento de piezas.
Cuando Milei y Caputo juran que “lo peor ya pasó” no hablan de la histórica caída en el consumo de lácteos y carne en medio de la recesión. El primer rubro registra mermas que oscilan entre 8 y 50% de acuerdo al producto; mientras que el segundo registra los peores niveles de consumo de las últimas tres décadas.
Cuando un Gobierno afirma que “vamos bien”, “es por acá” o “lo peor ya pasó”, conviene ir a los datos para desmontar los relatos a los que nos tienen acostumbrados.