De acuerdo con el calendario biodinámico de 2024, la luna llena de mayo se encontró en la casa del signo de Escorpio, un signo cuyo temperamento destaca en aguerrido, decidido, mordaz, introvertido. Posee la cualidad de preservar los sentimientos para sí mismo, lo cual otorga el poder, para manejar situaciones complejas con una calma sorprendente.
Escorpio y Kali, la Diosa de la muerte, el tiempo y el fin del mundo podrían tal vez compartir el mismo ritmo en su naturaleza, generando justicia, ya que ambos contienen a Libra que los antecede en el orden astrológico, histórico y genealógico.
A su vez, bajo la influencia planetaria, cultural e histórica, dando por hecho la evolución de las sociedades y sus conjuntos, permitiendo el avance de la usurería, ambición y despecho, profundizando en los miedos ante pérdidas nocturnas del alma que envejece y no aprende, sabiendo que Kali o la falta o fin de un tiempo, el plazo cumplido, la redención y rendición al mismo y exacto momento, todo en deriva continental, marcando límites espacios vacíos. Acaso generando armonía, equilibrio, perfección, contrapeso, sensación de bienestar por condiciones favorables y de expansión. Y yo, ¿dónde quiero y puedo estar?
Formando parte de la templanza o de la superficial lucha de poderes que se desmalezan naturalmente cuando cae una helada y termina la invasión de especies oportunistas, que ahogan a las otras, medicinales, frutales, aromáticas y partes clave de la sucesión vegetal.
Mientras todas estas cosas pasan, en un patio cualquiera, crece la acerola (Malpighia glabra L.), un arbolito pequeño o arbusto, de trópicos y subtrópicos que florece varias veces al año y trae consigo frutos carnosos, rojos, ricos en vitamina C, A, taninos, fenoles y carotenoides. Antioxidantes que reducen y recomponen articulaciones, sistema inmunológico, agotamiento y fatiga, regulando la síntesis de neurotrasmisores que actúan sobre los estados de ánimo, el humor y el estrés.
Al mismo tiempo, experimentando las vivencias cotidianas, los debates internos, las pujas y empujes, las manos solidarias y las personalidades seguras que dan paso y lugar a los que están creciendo. Pero también, como la helada en el campo que quema la maleza, como el límite, como el continente que se desprende y forma uno nuevo, con identidad única, proceso que define personalidad.
Desde sus usos medicinales hasta el netamente ornamental la vida corre el riesgo de banalizarse y se pierde o se transforma y tal vez se valore, aprendiendo que valorar implica conocernos y conocer los límites necesarios para seguir existiendo haciendo el bien a nosotros y a los demás.
Con acerola, desde su campo morfogenético y desde su homeopatía y frecuencia nos deja saber que no estar es parte, que el límite es necesario y la ausencia sana. A veces tu ausencia o la mía es la mejor parte de uno, para dar.
Esa parte que se describe como oscura y tiene sabor a condena o condenable, los excluidos, los que se fueron, nos dejaron, no estuvieron. Los que en clanes familiares tiñen de intratable las hojas, los personajes y no se lee con claridad el relato, dejando partes borrosas o vacías.
Y sin embargo, como algunos dicen: no hay error, nunca lo hubo.
Pudiendo tal vez ser acerola el árbol de Kali, queda resonando en un mundo sin tiempo, de guerra, de muerte, de contaminación, pérdida de biodiversidad como rezago de las 3R: resistencia, recompensa, resabia, ¿de acerola acaso?
Tal vez por eso, acerola es ácida al paladar, producto de la experiencia vital, pérdida de ingenuidad, pero volviéndonos confiados por sobre todas las cosas, de nosotros mismos, que no nos vamos a fallar.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología.
0376-154-385152