Este año, el Centro Educativo Polimodal (CEP) 26 de Posadas cumplió 16 años desde que fue creado y hace nueve que docentes, padres y alumnos están a la espera de un edificio propio. En reclamo de ello y ante la falta de respuesta por parte del Concejo General de Educación (CGE) a las innumerables notas presentadas a lo largo de los años, la comunidad educativa se manifestó el miércoles pasado en reclamo pacificó frente a la Capilla San Ramón, lugar en donde dan clases por el momento.
“Reclamamos que se aceleren los tiempos administrativos, que se agilice el trámite del título del terreno, lo cual ya no depende de nosotros, como tampoco dependía conseguir un terreno para la escuela porque no es trabajo ni del directivo, ni del docente, ni de los padres conseguir un terreno para edificar una escuela. Al margen de eso, lo hicimos”, explicó a PRIMERA EDICIÓN, Liliana Tredicci, directora del establecimiento. “La idea es salir todos los días en diferentes horarios para visualizar la situación”, compartió la docente.
“Nos sentimos muy solos”
La situación de la escuela fue una de las visibilizadas por los docentes en el marco de las diferentes movilizaciones de reclamo que tuvieron lugar durante mayo. “Nosotros nos sumamos a la lucha, no solo por el reclamo de aumento salarial, sino también por la situación particular de nuestra escuela”, contó la directora.
A raíz de eso, los mismos alumnos propusieron sumarse al pedido y “visualizar la forma en que ellos están estudiando porque en realidad son los protagonistas de esta historia, nos dijeron ‘queremos ser parte de la historia de la escuela para que después, cuando pasemos por el frente digamos ‘nosotros también luchamos por nuestra escuela”, comentó Tredicci.
“Nos sentimos muy solos, quienes tendrían que ponerle énfasis a la edificación de nuestro establecimiento están ausentes, no tenemos ninguna respuesta”, agregó.
A la espera
Actualmente, dan clases en la capilla San Ramón, ubicada sobre la Avenida Ituzaingó, en el barrio Tacurú.
Cuentan con una matrícula de 102 alumnos aproximadamente, divididos en dos turnos: primero, segundo y quinto año, a la mañana; tercero y cuarto, en el turno de la tarde. Esta organización se dio en función de la espacialidad de la capilla.
“Nos cedieron cuatro espacios: uno que usamos para preceptoría, dirección, secretaría y sala de profesores; mientras que los otros tres espacios son utilizados para aulas”, explicó la directora.
“Una de las aulas está dividida con machimbre porque del otro lado funciona la cocina de la capilla. Estamos hablando de un espacio muy reducido”, agregó.
Tres mudanzas y ningún edificio
En el 2012 los docentes de la institución se pusieron en campaña para conseguir un terreno en donde construir la escuela. Finalmente, una franja de espacio verde fue donada por el municipio, en un terreno cercano a donde se encuentran actualmente.
“Este es el tercer lugar al que se muda la escuela, primero estuvo en el barrio Altagracia donde funcionó dos años en una casa particular que el dueño había prestado para tal fin. En el año 2010, nos mudamos a un tinglado que nos prestó el padre de una alumna, era una iglesia evangélica. Ese tinglado estaba totalmente vacío, nosotros con los docentes compramos los machimbres, dividimos, hicimos cuatro aulas y ahí trabajamos durante dos años”, explicó la directiva.
“Después surgió la necesidad de mudarnos a otro lugar por razones personales de los dueños y ahí fue cuando una docente de la escuela se comunica con la gente de la capilla, la gente de la capilla lo habló con el obispado y nos dieron alojamiento”, continuó.
“Pensamos que sería por poco tiempo, pero ya hace 12 años que estamos en la iglesia. Desde el Consejo jamás nos preguntaron adónde nos íbamos a mudar cuando nos quedamos en la calle”, resaltó.
“Pagamos luz y agua con nuestro sueldo”
El acuerdo consignado con la iglesia es que la comunidad educativa se haría cargo de los gastos de la factura de luz y agua durante el tiempo que dispongan del espacio. “Lo pagamos con nuestro sueldo, ni siquiera le pedimos a los alumnos. Es como pagar para poder trabajar. A las escuelas las mantenemos de pie los docentes que estamos trabajando, el Estado está ausente”, señaló Liliana.
Asimismo, relató que desde el 2015 intentan conseguir que el CGE gestione el título y acepte la donación para que pueda entrar en presupuesto de construcción. El lote se encuentra ubicado sobre la avenida Las Heras, entre la calle 100 y la avenida Bustamante.
“Es una fracción de un espacio verde, fracción que coincide con las medidas que exige el Ministerio de Educación para la edificación de una escuela”, aclaró la directora Liliana Tredicci.
“El plano de mensura también fue un trámite que lo hizo la escuela, la escuela pagó el agrimensor, siguió el trámite y logramos el plano”, añadió.
“Ponemos plata para que la escuela siga funcionando”
Además del reclamo de un edificio propio, son muchos otros los faltantes. En principio, los alumnos carecen de mesas y sillas en buen estado, “todo está destruido, los arreglamos muchas veces, pero las cosas también tienen cierto tiempo útil y los arreglos ya no duran”.
Tampoco tienen ventiladores, “pasamos muchísimo calor”, subrayó Liliana.
Además, “las aulas son muy reducidas, se trata de aulas pensadas para catequesis, para que los chicos estén una hora a la semana, no para que estén jornadas largas. Están sentados en los bancos de la capilla que no tienen respaldo y así están toda la mañana y tarde”, explicó la directora.
“Todos los años hacemos pedido de mesas y sillas, pero las notas caen en el cajón del olvido porque ni siquiera te llaman para decirte ‘mira, en este momento no tenemos’, nunca tenemos ninguna respuesta”, agregó.
Tampoco poseen elementos de limpieza, “si hay que arreglar algo lo arreglamos como se pueda, todo lo que sea sanitarios, electricidad: canilla, mochila, foco, ventiladores”, enumeró.
“Este año no tuvimos ni libro de firma para el docente, ni calificadores, ni libro de tema, tampoco libreta para los alumnos. Este año no recibimos absolutamente nada”, continuó. Para solucionarlo, los docentes debieron, una vez más, poner dinero de sus bolsillos.
“Compramos una resma, con eso imprimimos los informes académicos de los estudiantes, a quienes en lugar de darles libreta se les dio un informe. Se reutilizaron libros de temas de años anteriores, se cortaron las hojas que estaban en blanco, se armaron libros para salir del apuro. Estamos poniendo en un libro calificador, que es donde va la historia académica de los alumnos, el cual se debe usar uno por curso, estamos usando uno para dos grupos de alumnos”, remarcó Tredicci.
“Así es todo el tiempo, salvar la situación para que la escuela siga funcionando y ¿cómo se salva la situación? Con la plata que sale de nuestro bolsillo”, finalizó.