Jesús Álvarez tiene 16 años y es un prodigio en el ajedrez. Desde muy pequeño comenzó a familiarizarse con este deporte viendo jugar a sus hermanos junto a su padre Robustiano, en su casa ubicada en el barrio Los Paraísos de Posadas.
Son siete, y cuatro de ellos desarrollaron el gusto por este deporte; pero Jesús rápidamente superó las expectativas de la familia. Con apenas 6 años comenzó a jugar sus primeros torneos y poco a poco logró ganarle a jugadores con mayor experiencia en el juego. Al día de hoy tiene alrededor de doscientos trofeos, medallas y reconocimientos, tras haber participado en instancias locales, nacionales e internacionales.
Sin embargo, sólo la práctica constante y el espíritu competitivo que impulsa a mejorar cada día, pueden llevar a una consagración indiscutible. Y ese es el problema. A Jesús ganas no le faltan para seguir consolidando su trayectoria como ajedrecista, dedicó muchísimas horas y años a entrenar -con profesores y luego como autodidacta- de hecho, si hay algo que forma a estos deportistas es enfrentarse a un par; porque en esas instancias aprenden del otro, de sus errores, de la partida; amplían su mirada del juego. Pero hoy la situación económica le significa el obstáculo principal.
“Desde diciembre del año pasado no juego, porque salen muy caros los torneos y todo lo que implica viajar, entre inscripción, pasajes, estadía, comida. Yo quiero seguir jugando, si es por mí iría todos los fines de semana a jugar y tomar de práctica las competencias, midiéndome con los jugadores. Para poder seguir jugando necesitaría financiación para la mayoría de estos gastos”, expresó Jesús en una entrevista con PRIMERA EDICIÓN.
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Y esto lo dice porque entiende cuán difícil es para su familia y sobre todo su padre, reunir el dinero necesario para ayudarlo. Por eso, él mismo optó por no participar este año en ninguna competencia.
Robustiano, su padre, lo da todo. Trabaja de maletero en la terminal de ómnibus desde hace años, y junto al aporte de algunos de sus otros hijos y la madre de Jesús siempre hicieron lo posible para costear los gastos.
“Hay torneos que duran un fin de semana, en otros hay que quedarse porque duran una semana entera -en otras provincias o en el interior de Misiones-, y siempre viajamos él y yo, porque es menor de edad, y son muchos días. Este año se nos hizo prácticamente imposible. Yo igual intento hacer todo lo que esté a mi alcance, no quiero que él abandone porque sé que a él le gusta mucho el ajedrez y tiene potencial, pero no voy a obligarlo a nada, siempre estuve y estoy para acompañarlo”, confió Robustiano Álvarez a este Diario.
Si bien indicó que en varias ocasiones la Federación Misionera de Ajedrez colaboró con algunos pasajes y rifas, no se llega a cubrir todo el presupuesto que implica.
Moviendo las primeras piezas
Fue Robustiano quien de alguna manera les inculcó el gusto por el ajedrez a sus hijos. Nunca los obligó, simplemente notó que a ellos les llamaba la atención y entonces comenzó a acercarlos. “Yo jugaba de joven, y cuando vi que a Juan, Leo e Itatí -sus otros hijos- les interesó, les compré algunos libros y un tablero pequeño, así jugábamos”, recordó.
En cuanto a Jesús, relató que “él era muy chiquito, tenía cuatro años y daba vueltas por acá y nos veía jugar, quería mover las piezas, miraba y nos decía ‘¿podemos jugar una?’; entonces le enseñamos un poco y así empezó. Después a los 6 ya le tuve que empezar a llevar a los torneos, porque tenía mucha capacidad”, contó su padre.
Y es que los primeros pasos del ajedrecista fueron también en la escuela, cuando participaba de instancias escolares y donde conoció a un profesor que notó su potencial y lo motivó a competir. Después el director de un club lo vio jugar en una competencia y lo convocó. Su familia siempre lo acompañó con mucho esfuerzo en cada instancia, en cada viaje, en cada nuevo desafío.
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El apoyo es fundamental, así como también la constancia y esmero por parte de Jesús. “Le dedicaba al menos seis horas por día a practicar; algunas veces volvía del colegio y ya me ponía a jugar. Veía los libros para estudiar y conocer las tácticas; practicaba muchísimo y por eso también me resultan más fáciles las ideas”, describió Jesús.
En sus propias palabras, precisó que calcula “muy rápido las tácticas y estrategias”, porque más allá de que está claro que tiene una predisposición, de alguna manera, ‘innata’, “siempre se necesita mucho entrenamiento; teoría y práctica constante”, enfatizó. De hecho, reconoció que el ejercicio de la lógica lo ayuda mucho en otras áreas de su vida, como en el colegio. “Te resulta más simple matemáticas, física, y te ayuda mucho a memorizar también”, destacó, quien además es un excelente alumno en el aula.
Trayectoria intachable y potencial indiscutible
Actualmente Jesús Álvarez tiene un puntaje Elo de 1833 y está ubicado en el puesto 62970 del ranking mundial de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), posicionándose como uno de los mejores ajedrecistas misioneros que figuran en la lista.
“Mi primer objetivo fue ganarle a mis hermanos”, recordó Jesús entre risas. Y, por supuesto, lo logró.
Después, cuando tenía 9 años y ya varios torneos jugados, comenzó a ser autodidacta porque no había mucho más que enseñarle. Sólo restaba competir, aprender de las partidas, de los errores y aciertos. “Practicaba mucho tácticas y aperturas. Jugaba con personas más grandes, de 20, 30 años; ellos tenían muy buen nivel y tuve que ejercitar mucho hasta igualarlos y empezar a ganarles”, relató. A los 8 participó en certámenes provinciales y a los 9 en nacionales.
También participó en competencias internacionales. “Por ejemplo el año pasado viajé a Corrientes, San Luis; acá en Misiones fui a Oberá, Iguazú, Wanda, y en Posadas”, precisó Jesús. Fue un 2023 muy activo para él, y además se alzó con el premio en la Categoría Ajedrez, de la Fiesta del Deporte de Primera Edición.
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“De los últimos, el más importante para mí fue el torneo internacional que gané en Corrientes, y el que salí segundo en Wanda. Esos son los más difíciles, porque jugaron competidores de otras provincias y también de otros países de Latinoamérica. Me gustó porque participé como 5 años en IRTs (International Rating Tournament) y nunca había ganado uno, ese gané en 2023 en la categoría Sub 16“, contó el adolescente sobre su logro más reciente.
Los IRTs son torneos internacionales “para alcanzar rating y posición, que se denomina ELO, por el que nos ranqueamos los ajedrecistas”, -bajo la órbita de la FIDE-, explicó.
Sobre quiénes son sus principales referentes en el deporte, Jesús mencionó a Bobby Fischer, Magnus Carlsen y Paul Morphy. “De ellos me fijo sus estrategias y formas de juego, se aprende mucho”, resaltó.
La noticia del argentino Faustino Oro, que con tan sólo 10 años se convirtió en el Maestro Internacional de ajedrez más joven de la historia, dio que hablar en las últimas semanas. Al respecto, Jesús opinó: “Le doy mis felicitaciones, sé que practica muchísimo y está muy dedicado al ajedrez”. Consultado sobre si casos como ese aumentan su motivación, admitió que “sí, mucho, porque eso significa que hay más competencia y eso me motiva a seguir mejorando, así algún día puedo jugar contra ajedrecistas de ese nivel“.
Cabe mencionar que Jesús participó para tres clubes. Además, forma parte de la Federación Misionera de Ajedrez (FEMIDA); aunque este año no tuvo la posibilidad de viajar a alguna competencia.
Sueños que pueden cumplirse: “Me gustaría jugar con un Gran Maestro”
Entre los objetivos que más anhela, el joven mencionó que todavía nunca tuvo la oportunidad de jugar contra un ajedrecista que sea Gran Maestro (se trata de un título otorgado por la FIDE a jugadores que alcanzan un estricto nivel de excelencia).
“Pero para eso tengo que poder participar en torneos de niveles más importantes para posicionarme, y se necesita financiación para seguir y participar. Tuve la oportunidad de jugar con Maestros Internacionales pero nunca contra un Gran Maestro. Acá en Misiones creo que ningún Gran Maestro participó todavía. Aunque en la provincia hay pocos Maestros, juega mucha gente y en cada competencia conocés personas muy buenas”, resaltó.
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Compromiso, el motor fundamental
Lo hemos dejado en claro a lo largo de la nota: ganas de esmerarse por parte de Jesús, y el inherente apoyo familiar, están siempre presentes.
Pero, la situación económica y la falta de recursos por ahora exceden toda buena predisposición. Es simple: para avanzar en su trayectoria como ajedrecista y dar rienda suelta a todo su potencial, el joven necesita participar de torneos de todos los niveles.
“Hice siempre lo posible, a veces ni sé cómo hice para costear los gastos. Pero siempre lo hice con gusto, porque sé que a él le gusta demasiado el ajedrez. Entonces ‘cerraba los ojos’ y juntábamos el dinero, no es como otras cosas que a veces ‘te duele’ pagar, en este caso es por acompañar a mi hijo”, confió Robustiano Álvarez.
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Ante la pregunta de “qué siente cuando lo ve competir”, el padre fue preciso: “Orgullo”, expresó. “Yo cuando veo que a alguien le interesa algo, lo acompaño para que progrese. Todo depende de la predisposición de él -de Jesús-, pero él también piensa que los gastos son muchos, entonces estamos en una situación complicada”, continuó.
Por su parte, Jesús a su corta edad demostró tener una capacidad extraordinaria para el ajedrez, y valora considerablemente el apoyo de su familia por motivar e impulsar su pasión. “Para mí significa mucho su esfuerzo, porque ellos trabajan un montón para poder mandarme a los torneos, y hubo ocasiones que no pude ganar, pero ellos siguen confiando en mí”, opinó.
Sobre la influencia del ajedrez en su vida, el joven manifestó que “me gusta todo lo que sea usar la mente. Cuando juego me gusta ponerme nervioso, es una sensación medio rara”, dijo entre risas, “pero a mí me gusta jugar así, practicar aperturas, nuevas tácticas y medirme con los jugadores”.
Jesús es el claro ejemplo que tener “el don”, la facilidad y predisposición innata para un deporte es extraordinario, sí, pero no es indispensable. La práctica constante, el esfuerzo y el acompañamiento del entorno también “hacen al maestro”.