La vida nos presenta constantemente la tentación de vivir desde una perspectiva de escasez, una sensación persistente de que siempre falta algo para alcanzar la plenitud. Esta mentalidad, profundamente enraizada en nuestra cultura y en nuestra psique, puede ser tanto un obstáculo para la verdadera felicidad como una barrera para el crecimiento personal.
“El Círculo del 99” es un cuento que ilustra esta idea de manera poderosa ofreciendo una reflexión profunda sobre la plenitud y la búsqueda interminable de lo que creemos que nos falta.
La historia narra la vida de un rey que, a pesar de su riqueza y poder, no podía encontrar la felicidad. Un día, observó a uno de sus sirvientes, un hombre humilde y modesto, que siempre parecía alegre y satisfecho. Intrigado por este contraste, el rey decidió investigar el secreto de la felicidad de su sirviente.
El consejero del rey le propuso un experimento. Colocó 99 monedas de oro en una bolsa y las dejó en la puerta del sirviente con una nota que decía: “Este tesoro es tuyo, disfrútalo”. El sirviente, al encontrar las monedas, experimentó una inmensa alegría. Sin embargo, pronto notó que faltaba una moneda para completar 100, un número que él consideraba perfecto.
A partir de ese momento, la vida del sirviente cambió. Ya no era feliz con lo que tenía, sino que se obsesionó con conseguir la moneda que faltaba. Trabajó más duro, se preocupó más y perdió la alegría que antes lo caracterizaba. Su búsqueda interminable por esa última moneda lo llevó a vivir una vida de insatisfacción y frustración.
Esta historia refleja una verdad universal sobre la condición humana: nuestra tendencia a enfocarnos en lo que nos falta en lugar de apreciar lo que ya tenemos. Vivir desde la mirada de escasez significa perpetuar un ciclo de deseo insatisfecho y ansias constantes por más, que nos alejan de la gratitud y la plenitud. Y no hablo de conformismo, me refiero a la capacidad de disfrutar lo que logramos.
La mentalidad de escasez se manifiesta en diversas formas: cuando nos comparamos con los demás sintiéndonos siempre en desventaja. Cuando consumimos desenfrenadamente buscando llenar el vacío interior con bienes materiales, aunque infructuosamente. Con autoexigencia extrema, cuando creemos que nunca somos lo suficientemente buenos y nos imponemos metas inalcanzables. También cuando condicionamos nuestras relaciones esperando que otros llenen nuestros vacíos emocionales, lo que genera dependencia y desilusión, entre tantas otras.
Para trascenderla, es fundamental cultivar una perspectiva de plenitud, apreciando y valorando lo que somos y lo que tenemos en el presente. Comparto algunas ideas para poner en práctica:
* Gratitud consciente: practicar la gratitud diaria nos ayuda a reconocer y valorar las bendiciones en nuestra vida, por pequeñas que parezcan.
* Autoaceptación: aceptar nuestras imperfecciones y limitaciones nos libera del constante deseo de ser algo o alguien diferente.
* Desapego: aprender a soltar la obsesión por lo que no tenemos nos permite vivir con mayor paz y satisfacción.
* Presencia plena: vivir en el aquí y ahora, sin preocuparnos excesivamente por el futuro o lamentarnos por el pasado, nos conecta con la verdadera esencia de la vida.
La búsqueda de la completitud fuera de nosotros mismos es una trampa que nos aleja de la felicidad. La plenitud no se encuentra en la acumulación de más, sino en la aceptación y apreciación de lo que ya somos y tenemos.
La verdadera transformación ocurre cuando dejamos de buscar la moneda que falta y comenzamos a valorar el tesoro que ya poseemos.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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