La Argentina retrocedió hasta el penúltimo puesto en el ranking de competitividad mundial de 2024 elaborado por el International Institute for Management Development (IMD), donde solo supera a Venezuela en el listado de 67 países que componen la muestra.
Con información recopilada por el Instituto de Investigación Enrique Shaw de Estudios Empresariales de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina (UCA), el Anuario de Competitividad Mundial es un estudio enfocado en analizar y comparar las aptitudes de las naciones para crear y sostener un ambiente que favorezca la inversión y el crecimiento.
El ranking considera un total de 67 economías industrializadas y emergentes, teniendo en cuenta más de 300 criterios para evaluarlas, agrupados en cuatro factores de competitividad: desempeño económico, eficiencia gubernamental, eficiencia empresarial e infraestructura. Los datos se toman de organizaciones internacionales y nacionales, institutos privados y de encuestas a más de 6.000 ejecutivos.
El caso argentino muestra que durante las ediciones 2020 y 2022 del informe se situó en el puesto 62, descendiendo hasta el 63 durante 2021 y 2023, y ahora cae al puesto 66 con 35,89 puntos, la puntuación más baja del ranking a excepción de Venezuela.
Duele ver en esa posición, al fondo de la tabla, a un país “condenado al éxito”, como supo definirlo un recordado (casi siempre con poca amabilidad) expresidente, y con una sociedad tan pujante e, irónicamente, tan competitiva en lo individual.
Es en equipo donde parece fallar la alquimia. Y eso casi siempre es culpa del DT. El problema es que, como suele ocurrir en los clubes que pelean por no descender, los directores técnicos se suceden uno tras otro y los resultados terminan siendo más o menos los mismos. Cambiar esta dinámica es una de las grandes cuentas pendientes en el “banquillo” de la Casa Rosada.