Por: Myrtha Magdalen A Moreno (*)
Última Parte
APAGÓN
(Al día siguiente, al atardecer nuevamente en la plaza con el consabido tereré que pasa de mano en mano)
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PERSONAJES: los mismos jóvenes pero sin la presencia de Lisandro. Sus rostros expresan una mezcla de alegría y de tristeza al mismo tiempo. La vestimenta cambia, es un poco más veraniega.
VILMA: ¿Qué nos pasa chabones? Estamos todos con cara de vinagre.
ALBERTO: No es para menos. ¿Se enteraron lo de Don Eugenio?
MÓNICA: No, ¿qué pasó?
VILMA: ¿Qué pasó? ¡Contá, contá!
JULIÁN: les cuento yo: anoche en la comisaría donde trabaja papá, se recibió una denuncia anónima sobre un indigente que estaba durmiendo en la plaza, lo vinieron a buscar y lo encerraron en una celda.
ALBERTO: ¿Y… se pueden imaginar quién pudo haber sido el anónimo ese?
VILMA: No quiero prejuzgar pero Lisandro amenazó con hacerlo ayer mismo y… como se fue tan enojado… bien podemos creer que fue él.
JULIÁN: Bueno, hablé con papá y algo bueno salió de esto: pasaron su foto por todas las seccionales de la provincia y del país y en Buenos Aires lo identificaron: no se llama Eugenio, no sé de dónde habrá salido ese nombre. En realidad es Roberto Solís, quedaron en investigar un poco más sobre su vida y familia.
MÓNICA: ¡Qué suerte!, también mi prima, en el hospital pudo averiguar que estuvo una vez internado con un ACV importante, quedó con medio cuerpo paralítico y pérdida de memoria pero, ni bien pudo levantarse de la cama, le tuvieron que dar el alta aún sin saber si tenía familia, allí fue donde le dieron el nombre de “Don Eugenio”, nadie se hizo responsable de él así que quedó a la “buena de Dios” como dicen.
ALBERTO: Bueno… ¿y ahora… qué harán con él en la comisaría?
JULIÁN: Papá dicen que lo podrán retener por unos días porque no es un delincuente por lo menos hasta ahora no saltó esa información. Ojalá encuentren a alguien de la familia y lo pueda venir a buscar.
VILMA: Pero… miren… (Señala a Lisandro que está sentado en el pasto, recostado sobre el tronco de una palmera…) ¿No es Lisandro? Fíjense: ¡qué triste está!.
MÓNICA: ¿Nos acercamos a ver qué le pasa?
JULIÁN: ¿Ustedes se acuerdan cómo nos trató ayer cuando hablamos de ayudar a Don Eugenio?
VILMA: Sí, pero quizás haya cambiado de idea, olvídense de lo que nos dijo y vayamos a ver qué le pasa.
(Lentamente se acercan al amigo que, únicamente cuando están frente a él, levanta la vista y parece a punto de llorar).
LISANDRO: Les pido perdón por lo que hice, estoy muy arrepentido.
VILMA (Con ironía, como sabiendo la respuesta): ¿Y se puede saber qué es lo que hiciste?
LISANDRO: Seguro que ya se enteraron.
ALBERTO (También con una sonrisa irónica): ¿De qué nos teníamos que enterar?
LISANDRO: Ya sabrán que Don Eugenio está preso y que es por culpa mía, yo hice la denuncia anónima… Estoy muy arrepentido.
MÓNICA: Tu mala acción, Lisandro, provocó algo bueno, porque ahora sabemos el verdadero nombre de don Eugenio que se llama Roberto Solís y es de Buenos Aires donde están buscando a su familia así que, sin querer, hiciste una obra de bien.
LISANDRO: ¡Menos mal! (Pero su rostro no refleja ningún cambio, sigue triste, muy triste)
ALBERTO: Pero no se nota que estés contento con la noticia.
LISANDRO: Lo que no saben ustedes es que he recibido un castigo de Dios por mi mala acción.
TODOS: ¿qué te pasó?
LISANDRO: A mí nada, pero sí a mi hermano, anoche lo chocaron cuando iba en la moto y ahora sólo podrá andar en una silla de ruedas.
VILMA (Consoladora, tomándolo de la mano): No podés decir que es un castigo de Dios…
LISANDRO: Sí, por lo de Don Eugenio o como se llame, por ser un discriminador, creído, presuntuoso, arrogante y todos los adjetivos sinónimos que se les ocurran. No merezco la amistad de ustedes ni de nadie, ni siquiera puedo mirarlos a la cara de la vergüenza que cargo.
MÓNICA: No es así, Lisandro, Vilma tiene razón, no es castigo de Dios pero te sirve para reflexionar y ahora ver cómo ayudarás a tu hermano o a otras personas que estén en esa situación. Nosotros siempre seremos tus amigos y si podemos ayudarte en algo, aquí estamos.
(Todos se acercan, abrazan a Lisandro y tratan de consolarlo de alguna manera, cae la noche sobre ellos).
APAGÓN
(A la salida de la escuela, cerca del mediodía)
PERSONAJES: los mismos adolescentes, mezclados con otros, todos con sus uniformes reglamentarios de la escuela católica –pantalón azul, camisa blanca con corbata y medias también azules, zapatos negros, los varones, en las chicas cambian el pantalón por una pollera azul tableada – Toman distintos rumbos despidiéndose y concertando el lugar y la hora de reunión de la tardecita. Nuestros personajes quedan en una parte de la vereda conversando todavía.
JULIÁN: ¿Se dieron cuenta de que Lisandro no volvió a la escuela después de lo que le pasó a su hermano?
MÓNICA: Justamente en eso estaba pensando. ¿Y si esta tarde vamos a su casa en lugar de ir a la plaza? Por ahí podemos darle una mano.
VILMA: Estoy de acuerdo, llevaré unos libros, quizás le guste leer.
JULIÁN: ¿Y de Alberto, qué saben? ¿Ya rindió, cómo salió?
MÓNICA: Creo que su examen es esta tarde, acuérdense que él asiste en el turno tarde y un año menos que nosotros, es más chico.
VILMA: Cierto, Bueno, por ahora ¿quedamos en encontrarnos alrededor de las cinco de la tarde en lo de Lisandro?
JULIÁN Y MÓNICA: (al unísono) ¡Allá nos vemos!
MÓNICA: Yo llevo un bizcochuelo para compartir con el tere.
(Se separan, y caminan riéndose alegres).
APAGÓN
(Sala de la casa de Lisandro, dos sofás de tres cuerpos y uno con posapiernas, un televisor Smart de ochenta pulgadas enfrente de este último, sobre un mueble próximo un equipo de música con grandes parlantes, otro mueble vitrina detrás conteniendo copas y premios del padre en canotaje de distintas partes del país. Alrededor de las cinco de la tarde. Todos vestidos con shorts y remeras livianas, calzados con ojotas)
PERSONAJES: Vilma, Julián y Mónica y Lisandro.
LISANDRO: (Con la misma tristeza de los días anteriores) Gracias, chabones. La verdad es que no me puedo quitar la vergüenza del corazón ni de la cabeza. Yo fui ciego pero ciego para ver el amor de los otros y paralítico porque no movía ni las manos ni los pies para entregar un poco de todo lo que tengo, además perdía tiempo en pavadas en lugar de fijarme cómo ayudar, por ejemplo a ese pobre hombre de la plaza.
JULIÁN: Mirá, está bien que te arrepientas de tus actitudes pero por el señor Roberto Solís ya no te preocupes. ¿Querés saber qué le pasó?
LISANDRO: Por supuesto, ojalá sea algo bueno
MÓNICA: La familia lo daba por muerto. ¿Se acuerdan que les dije que estuvo en el hospital aquí con un ACV, pérdida de memoria y semiparalítico? Bueno, todo eso hizo que sus parientes no lo encontraran. Ahora, cuando la policía los ubicó, lo vinieron a buscar, el hijo lo lleva a rehabilitación, toma medicamentos que, de a poco parece que están logrando que recupere la memoria.
LISANDRO: ¡qué buena noticia! ¡Me quita un gran peso de encima!
VILMA: ¿Y tu hermano cómo sigue?
LISANDRO: Él perdió la capacidad de caminar y de hablar momentáneamente pero yo sólo con su mirada entiendo lo que quiere o necesita. Lo ayudo a levantarse para ir al baño o vestirse y muchas otras cosas más que no puedo contarles. Él sigue en el sanatorio, tiene para varios meses de tratamientos médicos, kinesiológicos… En este momento están mis padres con él, a la noche voy yo o alguno de mis abuelos.
JULIÁN: Acordate que nos tenés a nosotros para suplantarte a vos o a tus padres si es necesario en algún momento. Y (apuntándole con el índice) ¡No tenés que abandonar la escuela!, son los últimos meses, no tires por la borda todos estos años…
VILMA: ¡Es verdad! Nosotras podemos venir a la tarde y ayudarte con tus tareas atrasadas mientras Julián se ocupa de tu hermano.
MÓNICA (Con entusiasmo): Sí, Lisandro, Vilma te ayudará en las materias que le resultan más fáciles y yo con las que mejor me entiendo.
LISANDRO: (Recuperando la sonrisa) Gracias, amigos, más que amigos son ángeles (Al borde de las lágrimas) Acepto y los espero mañana a la tarde, cuando ustedes puedan, tendré listas mis carpetas y libros. Gracias.
(Se abrazan y se despiden)
BREVE APAGÓN
(Cerca de la plaza, Julián, Mónica y Vilma vestidos con ropa de calle, shorts y remeras veraniegas, cargados con mochilas y bolsas de supermercado, caminando hacia la casa de Lisandro. Se detienen cuando ven a Alberto que avanza hacia ellos con su caminar característico: dando saltos pequeños).
MÓNICA: ¡Alberto!!! ¿Rendiste? ¿Cómo saliste?
JULIÁN: ¡Sí, Alberto, estábamos esperando tus noticias!
VILMA (Agitada, acercándose a Alberto): ¡Dale, Alberto! ¿Cómo te fue?
ALBERTO: ¿Y, cómo creen, con todo lo que estudié? (Dando vueltas y saltando agitando las carpetas sobre su cabeza) ¡Diez! ¡Diez me saqué! Los profes no terminaban de felicitarme! ¡Jajajaja!
(Allí se ponen a festejar todos juntos, abrazados, riéndose y saltando en una ronda con mochilas y bolsas a cuestas).
JULIÁN (Deteniéndose abruptamente y de esa manera a todo el grupo, serio): Bueno, amigos, está bien la alegría por el triunfo de Alberto pero acuérdense que Lisandro nos está esperando, a ustedes chicas para estudiar como le prometieron y a mí para ir al sanatorio a acompañar a su hermano.
MÓNICA: ¡Sí, es cierto! ¡Vamos! Otro día seguimos con el festejo por el éxito de Alberto.
ALBERTO: ¡Sí, por supuesto! Yo también voy con ustedes y colaboraré en lo que pueda, aunque más no sea para cebar el tereré o el mate a los estudiosos.
(Se ríen todos e inician el camino hacia la casa de Lisandro)
FIN
(*) Primer premio en dramaturgia otorgado por “Puente de Palabras XXI – Rosario, Cuna de la Bandera, República Argentina”.
Datos de la autora
Myrtha Magdalen A Moreno nació en Resistencia, Chaco. En Presidencia Roque Sáenz Peña se recibió y ejerció de Maestra Normal Nacional y formó parte de la comisión de la primera Casa de la Cultura.
También se desempeñó como docente en El Soberbio, Colonia Flora (Puerto Leoni) y Posadas, Misiones, donde se afincó hace más de cincuenta años.
También se dedicó a la pintura, estudiando con el profesor José Fernández, realizando varias exposiciones colectivas. Pero lo mejor que le pasó en la vida es haber dado a luz cuatro hijos que a su vez la llenaron de felicidad con veinticuatro nietos y seis bisnietos. Ha participado en varias antologías provinciales, nacionales e internacionales.También recibió premios provinciales y nacionales. Socia de SADE Misiones- Participante en “Taller Literario Ñuvaití”