La de Lilians Fabiana Cabral (54) es una vida dedicada al bienestar de la niñez, a su progreso y a su crecimiento. Y eso es lo que la hace profundamente feliz.
Nacida en Villa Sarita, se recibió de escribana, martillera pública, profesora de ciencias jurídicas, políticas y sociales; es mandataria del automotor y previsional e hizo una tecnicatura de procuración, pero su pasión es la docencia, por eso desde hace casi diez años se dedica a brindar clases de apoyo para chicos de nivel primario y secundario de la zona de Itaembé Miní.
En la Casa de la Historia y la Cultura del Bicentenario de este populoso barrio, todos la conocen y la aprecian. Es como de la familia. Instantes antes de comenzar su rutina, contó a Ko`ape que “siempre me gustó impartir clases para los chicos, pero mi padre –Arturo Héctor Cabral, comisario retirado de la Policía de Misiones- prefirió que, anteriormente, cursara otras carreras. Luego, con 33 años decidí dedicarme a los niños. Me encantan los chicos, los adultos mayores y las mascotas, a quienes más me aferro”.
Insistió con que “me apasionan los niños. En esta zona en la que vivo hay muchas necesidades y no me refiero solo a lo económico, sino al cariño, a la atención. A mis clases asisten pequeños que cursan por situaciones de todo tipo, pero me cuesta mucho hablar del tema porque me duele mucho”.
Cabral busca fomentar en ellos la idea de que “son capaces, que son mejores cada día, a pesar de las cosas por las que pasaron y, en algunos casos, siguen pasando. Hay muchos niños, que no querían hablar, ni escribir, ni leer, pero con el correr del tiempo me tomaron confianza, cariño. A muchos le traen sus abuelos para que sean parte de la clase. Recién ahora esos niños comenzaron a integrarse porque les cuesta estar con otros niños y con otras personas adultas”.
Sostuvo que está muy agradecida “primero a Dios, pero también a la directora Zonia Echeverría (tercera gestión) porque desde que se inauguró la Casa de la Cultura estoy dando clases. Siempre me ponen en este lugar, por lo que estoy muy agradecida. Ella ve la necesidad de cada alumno mío. Cuando podemos recolectamos elementos como cartucheras, lápices, ropas, para repartir entre los asistentes, y muchas personas donan libros porque tenemos una biblioteca. Tuvimos la iniciativa de crearla por las falencias que existen, y está a cargo de Leticia Machado y de María Yegros”.
Comentó que se dedica específicamente a enseñar los niños. “Estoy muy orgullosa porque desde que estoy dando clases, tengo más que satisfacciones, más allá de las cosas por las que ellos pasan en sus casas. Ahora concentro mis horas en el turno tarde, pero en años anteriores las dividía por la mañana y por la tarde. En ocasiones, con dinero de mi bolsillo y con ayuda de la directora y muchos compañeros míos servíamos el desayuno o la merienda. Como ahora ingresan a las 17.30 y la jornada se extiende hasta las 22, ya no podemos hacerlo porque hay otras actividades”, señaló la hermana de Héctor y Mirta.
Los grandes logros
Agregó que “estoy orgullosa de cada uno de ellos. A veces ya no recuerdo sus caras, pero, en el colectivo o en el centro, me dicen: ¡profe!, ¡mae!”. Recientemente recibió con satisfacción la noticia que tres chicos que eran adictos, “a los que nadie le daba importancia, ni en su casa, ni en el barrio, pudieron sortear obstáculos y encaminarse. Dos son abogados y están residiendo en la provincia de Córdoba y, el restante, instaló en Rosario su propia peluquería. Me dijeron, con tantas cosas que pasamos, agradecemos de corazón lo que usted todos los días nos repetía, allá, debajo del mango. Es que detrás, en el patio de la Casa del Bicentenario, existe un árbol de mango, bajo cuya sombra se sentaban. Desde allí me gritaban: ¡mae!, ¿cuándo no va a enseñar?. Yo los invitaba a que vinieran, que lo hicieran con toda la voluntad de aprender. Gracias a Dios se inscribieron en la escuela nocturna y todas las veces que tenían sus clases, me acercaba hasta debajo del mango, porque se sentían tranquilos en ese espacio. Ingresar al edificio les daba vergüenza. Gracias a Dios salieron de las adicciones, se recibieron en la Epet 36 y continuaron sus estudios”.
Así también tuvo otros alumnos que son médicos, que se hacen un tiempito para venir a visitarla. “Para el Día del Maestro o del Profesor vienen a saludarme, a traerme un regalito. Siempre les digo que no hace falta, que mi satisfacción es que llegaron a ser alguien en la vida porque la mejor herencia que nos dejan nuestros padres, es el estudio. No es una casa, un auto, es el estudio. Eso es lo que vale. Es necesario para que nadie nos discrimine por ser ignorantes”, acotó.
Por sus clases también pasaron alumnos adultos mayores, que terminaron la escuela nocturna “a raíz de mi constante incentivo. Se trata de mamás y abuelos de mis alumnos. Me dicen que soy insistente, pero es que me gusta que progresen, que tengan una meta hacia el futuro, más aún con la situación que vive el país. Los niños y los adolescentes son nuestro futuro, si nosotros no los apoyamos ¿quién lo va a hacer? Entonces, para mí una satisfacción que día tras día vayan mejorando”.
Ahora cuenta con alumnos nuevos, porque anteriormente asistía un mismo grupo. Esa tanda ya terminó tanto la escuela primaria como la secundaria y varios ya cursan en la universidad. El grupo actual no es numeroso. Hubo ocasiones en que tenía a 96 chicos en una sola clase. Este año se planteó un grupo más reducido, solamente 10 en la primera tanda y 15 en otra. “Los viernes tengo solo a quienes asisten al secundario. Ya no están todos juntos. Ahora estamos más tranquilos y las libretas dieron el veredicto. Los padres están orgullosos de los logros y yo, más que satisfecha por ellos. Quiere decir que me entienden, me comprenden”.
Aquí la enseñanza es personalizada. Por eso este año se propuso que los grupos fueran más reducidos. “Mis compañeros se asombran como atiendo a cada uno, con tanta cantidad de alumnos tanto de la primaria como de la secundaria. Siempre digo que es cuestión de organizarse”. Además, “los chicos saben y les explico que cuando la mae está atendiendo a un estudiante, el otro espera su turno. Es que no es sencillo porque tengo que controlar todo lo que hicieron en la escuela, si está bien hecha la tarea porque, de lo contrario, tenemos que hacerla de vuelta”.
Consejos, de los mejores
Trata que todos estén siempre unidos, que todos se ayuden entre todos. El año pasado, por ejemplo, “hubo en clases un chico autista y los alumnos se integraron sin inconvenientes. Todas esas cosas hay que explicarles, como también hago con la transmisión del dengue, con un folleto que me trajeron desde el PAMI. Les voy contando cómo hace el mosquito y qué es lo que tenemos que hacer en nuestras casas, que tenemos que ser limpios y ordenados. Así también en nuestra vida, al relacionarnos con las otras personas. De la casa sale la educación, en la escuela se va haciendo otro caminito y, en la clase de apoyo, hago otro caminito”, expresó.
Además de las clases de apoyo escolar, se dicta: teatro y danza teatro, con Ana Nordfors; defensa personal, Iván Lenguaza; yoga, Rosana González; danzas clásicas, Liliana Maslowski; SiPTeD, Griselda Azani; danzas árabes, Selene Vera; karate do, Juan José Pesoa; porcelana fría, Vanesa Benítez; folklore, Angelina Vera y Adela Sosa; guitarra y canto, “Rulo” Rivero; manualidades, Cecilia Libutti, y el CAMMP “Rincón de la alegría”, coordinado por Gladis Herrera.
Constantemente les habla a sus alumnos de que tienen que ser unidos con los compañeros y en casa. “Cuando mamá dice hay que ordenar las cosas hay que ayudarla y no escaparse a jugar, después tendremos tiempo para el disfrute. Aparte de las clases, le voy aconsejando, me consideran como su segunda mamá. Tengo chicos desde primer grado hasta la secundaria, cuyas edades oscilan entre los 16 y 17 años, pero los más apegados son los chiquitos”. Los del secundario le suelen preguntar o contar sus otros problemas, los que nos animan a hablar en casa porque son temas que todavía consideran tabú o por las reacciones que van a tener sus papás.
“Siempre digo a las adolescentes, hablen con su mamá, porque ella nunca le va a enseñar algo malo, algo que les perjudique para su futuro. También tuve la experiencia de tener alumnas embarazadas, por no hablar, por no indagar, no preguntar, más allá que en la escuela reciban educación sexual. Pido a la directora que cada dos o tres meses nos visite una licenciada del CAP 32 a fin de brindar charlas a chicas y muchachos. Si bien en la escuela tienen educación sexual, no prestan atención, porque también hay que ver cómo les llega ese tema a los chicos”, señaló.
También le habla respecto a la trata de personas, haciendo hincapié en los alumnos más pequeños. Es que muchos viajan en colectivo y viven en barrios alejados, como el Prosol 1 y Prosol 2. Cuando los papás no pueden buscarlos, Cabral los acompaña hasta la parada y cuando suben al micro, les toma una foto y la publico en el grupo, con un mensaje: “mamá, por favor, me avisas que llegó o, el que está en tu casa que me avise que llegó, porque me quedo preocupada, pasan muchas cosas. Les aconsejo que cuando suban, se queden al lado del chofer y no hablen con nadie. Al conductor también le pido que esté atento”.
“Hay dos mamás que están haciendo un terciario, una en la Escuela de Enfermería y la otra, mandataria del automotor y previsional, en la escuela Itapúa. Dicen, mae, le agradecemos un montón porque usted nos sacó del tranco, de estar en la casa, lavando ropas, cocinando, atendiendo a la familia. Ahora puedo tener un trabajo y no depender de un plan. Este año, el esposo de una de ellas, comenzó a estudiar electricidad en la escuela. Y están contentos. Les digo eso es futuro para ustedes, sus hijos son chiquitos, ustedes son jóvenes. Hay ejemplos de personas adultas que se jubilan y siguen buscando algo para hacer, para no estancarse, porque donde eso sucede, vienen las enfermedades, la depresión. Mis papás decían: mente desocupada, taller del diablo, porque nos ponemos a pensar cosas que no van con nosotros”.
Cuando salen de sus casas, las mamás también le dicen: “ahí se está yendo mi hija o hijo y mandan la foto al grupo. Vigilo desde la ventana porque muchas veces ya tengo a chicos en clase y no puedo bajar. O aviso a alguna compañera que se acerque hasta la parada. De esa manera nos manejamos”.
Cuando Cabral apoya su cabeza en la almohada, agradece a Dios porque “todo lo que sembré está dando frutos”.
En su casa también da clases para los chicos del barrio Club Vial, de 14 a 16, para los de primaria y secundario. “Papá me acondicionó un sector que iba a ser destinado a mi estudio jurídico, y así funcionó mientras mis padres estaban. Era un espacio con todos los títulos, el escritorio, pero cuando mis padres fallecieron, eso se transformó en otra cosa. Ahora alberga una biblioteca y mesas largas con sillas, para mis alumnos. Del otro lado de la casa, está mi estudio, pero estoy más de un lado y que del otro. Cuando me salen trabajos de escribanía o de mandataria, me ocupo en horas de la mañana”, contó.
Cabral es, además, presidenta de la comisión vecinal del barrio, así que “no tengo tiempo para pensar en nada”. Su premura al regresar a casa, es jugar con sus cuatro perros rescatados “que son mis hijos. Dos son ciegos, que tiraron en la parada colectivos. Los otros dos los rescaté de la casa de al lado, que pusieron a la venta y los dueños se fueron”.
Se define “perruna. Acá en el trabajo, había un perro que se llamaba Manchy. Mi jefa decía que este no era un espacio para los canes. Otro jefe, que amaba a los animales, le compró la cucha y una camiseta argentina cuando la selección jugó el mundial”.
Por esas cosas…
“Papa no quería que fuera docente, pero gracias a Dios la época en que me crié era muy diferente y se obedecía más a los padres. No me frustró no haberlo hecho cuando lo tuve que hacer, sino que lo hice despué, ya de grande”. Terminó el secundario a los 18 y se inscribió en la carrera de escribanía en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), de Corrientes. En 2004, al fallecer su mamá -María Isabel Santacruz Barchuk-, regresó a Posadas para hacer compañía a su padre que estaba enfermo. “Quedaron truncos varios de mis proyectos, pero, establecida en Posadas, hice las demás carreras. Siempre con ganas de salir adelante, siempre con una sonrisa a pesar de todo lo vivido. Siempre dicen que puedo escribir un libro. Siempre digo que Dios sabe por qué y para qué hace las cosas”.