Por Lina Stopp, hija mayor de Ewald y Elsa. Abril 2024.
Ernesto Stopp, mi abuelo, nació el 23 de octubre de 1873, en Chemnitz (Sachsen), Alemania, y emigró a Brasil en 1889. En 1923 ingresó a la Argentina proveniente de Cachuera, Río Grande, con sus hijos Walter y Erich, en busca de nuevos horizontes. En Montecarlo, se afincaron en la chacra que hoy es de la familia de Arturo Wacker. Llegaron con una mano atrás y otra adelante, y se instalaron en plena selva montecarlense. Lo primero, era levantar un ranchito, hecho de tacuaras y techo de hojas de pindó –es lo que imagino-. Machetes y hachas tenían.
El 23 de agosto 1923, llegó la familia completa. Mi abuela María Ernestina Meyer (4/3/1878-10/12/1949), con el resto de los hijos: Elsa, Hilda, Emilio, Rosa, Marta, Ewald, Cecilia, Carlos, Irene y Arno. Entonces empezaron a vislumbrar un nuevo horizonte en estas tierras. Talaron monte, plantaron mandioca, maíz… así era en aquel entonces. Un arduo y pesado trabajo con el que colaboraba toda la familia, para su propio sustento. Para la olla, carne de la caza o de la pesca, hasta que la mandioca, el maíz y la huerta producían los primeros alimentos. Años más tarde, el abuelo compró en la Colonia Guatambú, 221 hectáreas, o sea, siete chacras, una para cada hijo varón.
Allí empezaron a tener gallinas, cerdos, vacas. La vida mejoró un poco. También tenían un pequeño secadero de yerba mate, que cosechaban de plantas -que eran enormes- que crecían en el monte. Además, sumaron un colmenar de abejas. Con el correr del tiempo, los hijos formaron sus propias familias. Hacia 1925, empezaron a plantar yerba y también tung.
El abuelo falleció joven, con 63 años, el 30 de marzo de 1936, cuando ya las hijas estaban casadas. Sus restos descansan en el cementerio de Itá Curuzú.
Todo comenzó en el Club
Mi papá, Ewald, comenzó a trabajar en su propia chacra que deslinda de la del abuelo. En los años treinta, más o menos, conoció a la familia de don Gustavo Grünn, también llegada desde la lejana Alemania el 28 de enero de 1924, con su esposa Lina Megerle de Grünn y sus hijas Lina y Elsa, con las que se conocieron en las fiestas del Club Gimnasia Guatambú. Mis padres se pusieron de novios, Elsa Grünn (16/07/1922 – 01/12/2010) y Ewald Carlos Stopp (nacido en Brasil el 23/07/1907 – 16/02/2004) y se casaron un 29 de septiembre de 1940.
“Aprendí algo de enfermería, cuando había un enfermo en la familia, me ocupaba. Con la doctora Luisa Neuberger aprendí a poner inyecciones porque para llevar a un enfermo desde Itá Curuzú al centro, era muy lejos”.
Ewald construyó una pequeña casa de madera con una cocina, un dormitorio y un living. Allí vivieron con su joven esposa Elsa. El trabajo siguió, plantaron tung, también yerba, tuvieron su hermosa huerta y animales para el sustento.
A partir de 1942 comenzaron a llegar los hijos: el 6 de marzo de 1942, nació Lina María; más adelante, el 3 de diciembre Elena Elsa y luego el 18 de enero de 1946 nació Ernesto Gustavo, el 29 de marzo de 1947 otro varón Gustavo Carlos, después el 29 de septiembre de 1948 nació Ricardo Evaldo, el 5 de enero de 1950 Walter Emilio, el 6 de abril de 1951 llegó Germán Guillermo y, por último, el 21 de diciembre de 1953 Manfredo Enrique. Ocho hijos conformaron la familia de Ewald y Elsa.
Ewald fue de los primeros miembros de la Cooperativa Agrícola. También socio fundador del Club Gimnasia Guatambú. Le gustaba mucho el deporte en general, la caza y la pesca.
En 1948, yo, Lina María, comencé la primaria en la Escuela N° 156 de Guatambú. Mi primera maestra fue María Rita Espíndola, luego en el grado superior la señorita Mena de Ríos hasta tercer grado. Después recuerdo a la señorita Elva Cuba hasta terminar mi escuela primaria.
Los caminos eran bordeados de monte espeso y alto, desde mi casa hasta la sucursal de la Cooperativa Agrícola no había ningún alma, era muy solitario, teníamos que caminar cuatro kilómetros, si llovía o caían piedras, igual íbamos a la escuela, descalzos o en alpargatas, no como ahora que los chicos tienen cuatro pares de zapatillas. Con suerte teníamos un par de alpargatas y un zapato o zapatilla para las fiestas y siempre limpios.
La familia Stopp realizó hasta la fecha, tres grandes reuniones familiares: El primer encuentro en el año 2010. El segundo encuentro en julio de 2011, y el tercer encuentro el 20 de septiembre de 2015.
Los hijos teníamos que ayudar a papá y a mamá en la cosecha del tabaco. Temprano, había que buscar y dar la comida a los chanchos y vacas, deschalar el maíz para luego desgranar para alimentar a las gallinas, todo eso antes de ir a la escuela. Ordeñar las vacas para tener la leche fresquita para el mate cocido de la mañana, era otra de las tareas en la que ayudábamos.
Las fiestas eran importantes
Pero no solo eran de trabajo aquellos tiempos, la familia también se reunía para pasar lindos momentos en las fiestas. Los festejos de cumpleaños eran siempre de día entero, en domingo, con toda la familia. A media mañana iban llegando los invitados, y entre charlas y risas se llegaba al mediodía para reunirnos alrededor de la mesa con un buen asado. Después a media tarde se servía el café con los famosos panes dulces que eran los streussel kuchen, el riquísimo arrollado de maní con chocolate, también las masitas caseras no debían faltar.
En Navidad era infaltable el árbol de pino Paraná, la noche del 24 todos a la iglesia para asistir al culto y luego en casa de uno de los abuelos, una gran cena con el recordado pan dulce de cebolla con crema y otras delicias dulces. El día 25, cada uno pasaba con su familia, los niños se levantaban temprano para abrir los juguetes que estaban bajo el árbol, los que previamente pedían por carta a Papá Noel. Era una alegría inmensa, aunque a veces también había lágrimas para el que no pasaba de grado en la escuela, los papás decían que ¡Papá Noel sabe todo!
Otra fiesta importante era el pesebre viviente en la Iglesia de Itá Curuzú, con el Sr. Rauh y la oma Rauh, que pertenecían a la Escuela Dominical de la Iglesia Evangélica del Río de La Plata.
La Pascua también era una fiesta grande, lo más lindo era buscar los huevos de maní y chocolate, que a la madrugada eran escondidos por los padres en lugares ocultos. A veces los nidos estaban vacíos solo con cáscaras sin relleno; entonces el niño llegaba ante papá y mamá diciendo que su nido estaba vacío y se ponía a llorar. Papá decía: seguro le molestaste al conejo o no tuvo tiempo para poner el maní adentro de los huevos o capaz te portaste mal. Las Pascuas eran la alegría más grande de todas las fiestas.
En 1955 terminé mis estudios primarios, como era difícil hacer el secundario, lo que quedaba era ir a trabajar de empleada doméstica. Así fue hasta el año 1963 en que conocí y me enamoré de Alfredo Ricardo Kalmbach. Nos casamos el 29 de agosto de 1963. Él era constructor, albañil y chacarero. También era músico, de lo que hay muchos recuerdos entre amigos y familiares, se hacían bailes en casas de familia, en aquel entonces eso estaba muy de moda. Además de los bailes en el club Gimnasia de Guatambú.
Alfredo tocaba el acordeón a piano, también la guitarra. Tenía un pequeño grupo, entre ellos, estaba Wilfrido Stopp -mi primo-, Fernando Beil en tambor o bombo, Guillermo -el hermano-, Alfredo Erfurth en acordeón a piano y el guitarrista Genaro Caballero. Alfredo había estudiado en una academia de Castelar, en Buenos Aires. Sus idas y vueltas a Buenos Aires eran por los malos tiempos, igual que ahora. Tocaban en los casamientos, cumpleaños, bailes de año nuevo, de carnaval y otros eventos. Más adelante, con su hija Cristina solían tocar juntos flauta y melódica.
El 9 de junio de 1964 nació nuestra primera hija, Cristina y, al año siguiente llegó Luis Alfredo, el 6 de octubre de 1965.
Yo, Lina, aprendí algo de enfermería, cuando había un enfermo en la familia, me ocupaba. Con la doctora Luisa Neuberger aprendí a poner inyecciones porque para llevar a un enfermo desde Itá Curuzú al centro, era muy lejos. Así se hizo medio un oficio y los médicos me recomendaban a la gente. También hice tejidos, siempre buscando una entrada para la familia y solventar gastos de la vida.
De profesión, Alfredo era techista y albañil. Él y su hermano mayor, Emilio, colocaban techos de tejas que hoy día casi no se ven más. A fines de 1952, cuando terminó el Servicio Militar, los dos hermanos ganaron una obra de techos de la Escuela “Eva Perón” en La Rioja, con el nombre de “Hermanos Kalmbach Techistas”. La primera casa que construyeron ya en nuestra zona, era la casa de los propios padres, en Itá Curuzú, en el año 1956, que en la actualidad existe y pertenece a la familia de Baldomero Rohte.
Los hijos de los abuelos Ernesto Stopp y María Ernestina Meyer:
Walter: soltero
Erich: casado con Marta Göhringer.
Elsa: casada con Teodoro Klüsener.
Hilda: casada con Jacobo Bergmeier.
Emilio: soltero
Rosa: contrajo matrimonio con Germán Tietjen.
Marta: casada con Gustavo Alter.
Ewald: casado con Elsa Grünn (mis padres).
Cecilia: en matrimonio con Guillermo Handte.
Carlos: casado con Elena Ziegler.
Irene: contrajo matrimonio con Juan König.
Arno: se casó con Adela Radtke.
Volviendo a mis padres, en el mismo año que nació nuestro hijo Luis, festejaron, el 29 de septiembre, sus Bodas de Plata, con todos mis hermanos presentes, sus hijos y también una nieta. En 1990 festejaron sus Bodas de Oro y siempre juntos en este camino de la vida, llegaron a festejar sus Bodas de Diamante.
Ewald, mi papá, falleció el 16 de febrero de 2004. Ese mismo año, el 12 de septiembre, falleció mi esposo Alfredo después de una larga dolencia. Nueve años más tarde fallece mi madre, Elsa, en diciembre de 2013.
Así fue parte de la historia de la familia Stopp y… la vida sigue.
Luego de diez años de permanecer sola, comencé a realizar viajes junto a los jubilados y con la Agrupación Caminatas. Fui a muchos lindos lugares: a las playas de Brasil, a distintos pueblos de Brasil, a otras provincias de Argentina, a Chapadmalal, entre otros. Es así que en uno de esos viajes conocí a mi actual esposo, el ingeniero Marcelo Alfredo Labra Torres, oriundo de San Juan, con quien que ya estamos juntos diez años, viviendo en Posadas. Mis hijos Cristina y Luis, lo recibieron muy bien y Marcelo también los aceptó a ellos como si fueran sus hijos, ya que no tiene hijos propios. Hasta aquí la historia de mis abuelos. Mis padres Ewald Stopp y Elsa Grünn, y descendencia, según mi memoria.