Mientras todo el arco político opositor, PRO incluido, parece haberse puesto de acuerdo para facilitarle la actualidad al Presidente, es la propia agrupación que lidera Javier Milei la que le da disgustos a diario.
Entre la crisis del peronismo que no encuentra piso ni liderazgo claro al igual que el radicalismo, se suman episodios diarios que se roban la atención de la agenda más allá de la crisis económica.
El escándalo que envuelve a Alberto Fernández o los dietazos que de tanto en tanto se dan los legisladores nacionales, por nombrar apenas algunos acontecimientos de estos días, retroalimentan casi cotidianamente la bronca de la sociedad con la casta, la vieja y nueva. Temas como los referidos relegan de la agenda a otros iguales o más importantes como la caída del consumo, que tampoco encuentra piso, o la inflación, que sigue siendo alta pese a la desaceleración.
Sin embargo, Milei no puede darse un respiro. Su propio partido no se lo permite. A fuerza de escándalos que son tan cotidianos como los demás, el Presidente se ve limitado al momento de celebrar datos o repartir críticas. Acaso la interna demasiado evidente que mantiene con la vicepresidenta Victoria Villarruel es el problema más superficial, pero hay otros que le compiten.
Ayer, por caso, el propio PRO con aval del macrismo le dio un cachetazo al oficialismo al acordar con la oposición más abierta y rechazar el decreto mediante el cual el Poder Ejecutivo le amplió los gastos reservados a la SIDE en 100.000 millones de pesos. La “traición”, si se quiere, fue a plena luz del día y derivó en otra crisis aún peor. Al consumarse la derrota legislativa hubo una caliente cumbre de La Libertad Avanza en la que abundaron los gritos y hasta denuncias por violencia de género. Las esquirlas de tamaño escándalo prometen ocupar la agenda de lo que queda de la semana y de esta forma Milei habrá perdido otra semana de oportunidades asegurada por la oposición y boicoteada por los suyos.