El Nobel de Economía en el año 2017 se otorgó a Richard Theler por sus contribuciones a la economía del comportamiento. Si comprendemos cómo actuamos será más fácil crear modelos económicos efectivos.
En cuanto a las normas del comportamiento, podemos repasar los nuestros y reconocer que muchas veces escapamos a lo normal, de hecho, lo normal deja de serlo cuando nos animamos a más, la pregunta es por qué animarnos a más muchas veces bordea lo racional e irracional.
Si las personas fueran racionales, es posible que fumarían menos (aunque puede parecer racional fumar si tenemos en cuenta que preferimos el placer inmediato del tabaco al coste en dinero a corto plazo y en salud a medio plazo, lo malo es fumar sintiéndote culpable por ello). Además, en el orden de hábitos de supervivencia, comeríamos y beberíamos menos (por las razones anteriores), no habría crímenes pasionales y tendríamos, en general, hábitos de comportamiento más saludables, ¿no?
La racionalidad cuando hay que tomar decisiones se puede ver sesgada cuando las emociones que condicionan el comportamiento devienen de si ganó o no nuestro equipo de fútbol, del clima, de nuestro humor o de cuánto hemos ganado materialmente el último año. Medir y decidir lo material en función de lo inmaterial e intangible puede resultar tedioso o, si somos lo suficientemente optimistas y/o realistas, sumamente beneficioso, todo depende del contexto donde estemos y nos desarrollemos, de la veracidad del diálogo interno que sostengamos con nosotros mismos.
El grado de irracionalidad que manejemos condicionará el capital material o el crecimiento económico en nuestras vidas, nuestros países y nuestros paisanos.
La eficiencia energética traducida en decisiones personales, políticas, ambiente y sociedad están establecidas por nuestra genética, historia personal, contexto, percepción, interferencias sociales e interferencias comerciales. La economía emocional inevitablemente modela la economía social, la manera a través de la cual capitalizo mis recursos cognitivos, físicos, sentimentales y espirituales pueden influir sobre mi cotidiano a corto, mediano y largo plazo. Considerando que nos interesa el largo plazo, claro está.
La economía emocional estudia, como dice su nombre el efecto de las emociones en nuestras decisiones. Mientras que la economía del comportamiento sirve para comprender las fuerzas que determinan nuestras decisiones, en muchos contextos distintos, y encontrar soluciones a problemas comunes que afectan a nuestra vida personal, profesional y pública.
La dotación personal y las leyes del comportamiento humano a veces se alejan de los ciclos bio-geo-químicos, como si de nosotros se tratara una especie independiente y autosuficiente ajena al planeta tierra. Comprender la finitud de los recursos y los organismos requiere aceptar nuestra senescencia y admitir la finitud de la vida.
Comprender ciclos Bio-Geo-Químicos en cuanto a la tierra se trate y Ciclos Psicológicos en cuanto a nosotros se refiera puede resumirse en lo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe define como BIOECONOMÍA.
La bioeconomía es a) una economía basada en el consumo y la producción de bienes y servicios derivados del uso directo y la transformación sostenibles de recursos biológicos, incluyendo los desechos de biomasa generados en los procesos de trasformación, producción y consumo, b) aprovechando el conocimiento de los sistemas, principios y procesos y c) las tecnologías aplicables al conocimiento y transformación de los recursos biológicos y a la emulación de procesos y principios biológicos. Vamos pensando. Nos leemos en 7 días más.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología.
0376-154-385152