Muchas veces, sobrevuela en el imaginario colectivo la idea de que solo existen personas trans adultas, pero esto no es así. La identidad de género de una persona no comienza en la adultez, sino que es una vivencia interna e individual que se siente desde la infancia y se desarrolla a lo largo de toda la vida.
Poco se habla de infancias trans, porque poco se las ha visibilizado. Por temor, por falta de información o por responder a un paradigma heteronormativo, biologicista y binario, del tema no suele hablarse.
Somos seres sociales, por lo que somos sensibles a lo que los demás piensan de nosotros. Muchos padres se apoyan en esto para educar a sus hijos. Educamos en la normalidad, en el seguimiento de unos patrones que determinan lo que es correcto o está bien hecho y lo que está mal o es incorrecto.
Las personas queremos ser normales y queremos ser aceptadas. Pero, ¿a qué precio? ¿Pagaremos el precio de ocultarnos, de camuflar nuestra verdadera identidad con tal de no sufrir el desprecio de los que nos rodean, de aquellos que dicen que nos quieren?
Esto todavía es más duro cuando nos referimos a niños y niñas. ¿Cómo van a gestionar su miedo a no ser queridos a tan corta edad? ¿Se atreverán a compartir sus sentimientos con padres, compañeros y maestros?
Mucho se ha avanzado en la normalización social de la homosexualidad, pero la transexualidad sigue siendo vista y entendida con cierto recelo, hasta el punto de que sigue siendo considerada como una enfermedad mental. Ante la falta de información general y de protocolos médicos de actuación, en particular, hay muchísimas familias que no saben cómo intervenir cuando uno de sus miembros está ante esta situación.
Para finalizar: género tiene que ver con nuestra identidad, por eso es tan importante, vital y saludable “poder ser” como uno siente, a nivel personal.
Cecilia Castillo
Lic. en Psicología
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