El sábado 20 de julio pasado, en el cementerio de Garupá, Walter Rubén Velázquez fue enterrado por sus familiares. Se quitó la vida cuatro días antes colgándose de un tirante en su vivienda del barrio El Porvenir II, zona sur de esta capital. El lunes pasado, el mismo inmueble y el de su suegra fueron objetivo de patadas y amenazas de efectivos policiales, investigadores de la comisaría Quinta (UR-X) y del Grupo de Operaciones Especiales, quienes aseguraban irrumpieron por orden del juez de Instrucción 7, Miguel Mattos, por una presunta pesquisa que indicaba que tenían elementos robados.
Pero los funcionarios públicos no hallaron nada para secuestrar y se retiraron luego de amenazar a mujeres y niños, el mayor de 14 años a quien le gritaron en la cara cuando intentó cubrir a su madre: “Vos callate porque lo mismo que le hicimos a tu papá te vamos a hacer a vos”.

El padre era “Chinito Fleitas”, Walter Velázquez, el testigo clave que hace un año declaró en el juicio por el femicidio (14 de febrero de 2013) de la docente Mirta Carmen Rosa (47) y apuntó contra tres exinvestigadores de la Unidad Regional X como los que lo sacaron de una celda de la comisaría Quinta y lo torturaron en el mismo momento y lugar en el que Rosa deambulaba perdida de su casa porque padecía un trastorno de salud mental y que apareció muerta a golpes minutos después en un descampado del barrio Los Potrillos, Garupá.
La declaración de “Chinito” Velázquez fue determinante para que el fiscal del Tribunal Penal 2, Vladimir Glinka, decidiera solicitar la investigación penal, como sospechosos, del subcomisario Emilio Federico Broemser y a los sargentos Adrián Roberto Borda y José María Bernal, quienes fueron detenidos en diciembre y liberados bajo caución juratoria (palabra) en mayo pasado por orden del juez de Instrucción 1, Marcelo Cardozo.
Los tres siguen supeditados al expediente caratulado como “homicidio agravado”.
Los allanamientos del lunes en El Porvenir II fueron en realizados en dos viviendas que se comunican por el mismo patio y en el que no reside ningún hombre mayor de edad. De acuerdo al protocolo para este tipo de operativo, con rodear las casas habría sido suficiente y no la utilización del ingreso violento que se registró finalmente.
Todo lo sufrido fue denunciado ante el fiscal de turno (Instrucción 3), Christian Antúnez Nerenberg por la viuda de Walter Velázquez y su exsuegra quienes dejaron constancia de los destrozos y las irregularidades, además de la violencia innecesaria desplegada.

“Les apuntaban a los niños”
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, la exesposa de Velázquez relató lo sucedido el lunes: “Patearon la puerta a las 6 de la mañana, nos tiraron a todos al piso boca abajo y con las armas apoyadas en la cabeza. Nos sacaron fotos a todos, a los chicos que son todos niños, mi hijo más grande tiene 14 años. Gritaba uno que había cosas robadas en mi casa que ellos buscaban. Rompieron todo, puertas hasta la del baño y alacena. Revolvieron y no encontraron nada, salieron afuera y volvieron a entrar para obligarme a firmar un papel en blanco con mis datos”.
“Yo lo único que pido es que nos dejen en paz, vivir tranquilas, no somos chorros, somos pobres, tengo cuatro niños y así le hacían a Walter, lo venían a buscar, lo golpeaban y se lo llevaban. Terminó suicidándose”.
“Con las escopetas le apuntaban a niños de 6 y 7 años, fue horrible lo que pasó, estábamos todos durmiendo y a las patadas entraron. A mi hijo que me quiso defender le amenazaron que le iba a pasar lo mismo que al padre”, agregó.
El procedimiento, según fuentes consultadas por este Diario fue desplegado con al menos diez efectivos del GOE y patrullas de la comisaría Quinta con efectivos de guardia y los investigadores respectivos. No se notificó de ningún secuestro de objetos secuestrado.