Javier Milei cerró el círculo de atributos que lo asemejan a eso que dice odiar. Con la puesta en escena del domingo terminó de confirmarse como casta. No solo usó una cadena nacional para hacer política, tal y como lo hicieron Cristina, Macri y Alberto, por nombrar a los últimos, sino que además preparó el terreno por las dudas, por si sale mal.
En su segundo mandato Cristina agotó el discurso contra el “campo” y los “buitres” y su partido perdió. A Macri el “cambio” le sirvió hasta la mitad del mandato, pero se quedó sin ideas y también perdió. Nueve meses después Milei sigue apelando a la “casta”, las “ratas miserables” y la “motosierra”. Habrá que ver si con eso lo alcanza para las elecciones de medio término en 2025. Por lo pronto ya puso en la mira al chivo expiatorio: los gobernadores. Si sale bien será mérito suyo, si en cambio sale mal, entonces serán los jefes distritales los culpables.
Su puesta en escena del domingo careció de anuncios objetivos después de meses de crisis. Quizás la expectativa que generó el propio oficialismo le jugó en contra y la baja audiencia con la que terminó revelan el contexto. Cuando hay poco o nada para mostrar, lo que quedan son las puestas, pero no se puede vivir solo de eso.