Hasta que no comprendamos verdaderamente el sentido de la meditación no podremos comprometernos con su práctica porque seguiremos divagando con la iluminación tratando de emular al Buda que, por cierto, fue, es y será un maestro iluminado que a través de su experiencia nos inspira pero que, cada uno de nosotros está muy lejos de equipararlo.
La meditación es un estado de equilibrio si es que a través de la práctica constante podemos acceder a él. No busquemos la iluminación y la trascendencia solamente a través de la meditación ya que quedaremos frustrados cuando, luego de acceder a estados elevados de la conciencia, tendremos que volver a un mundo de dualidad en donde el amor y el odio habitan constantemente buscando un equilibro.
Si podemos comprender eso, tan simple pero profundo, podremos beneficiarnos del suave flujo de la meditación que como su nombre nos indica es “habitar el espacio del medio” donde ninguno de los opuestos pueda capturarnos.
El verdadero objetivo de la meditación es aminorar las aflicciones ilusorias de nuestra mente e incluso neutralizarlas ya que, nos ubica en este mundo dual e ilusorio donde aceptar los opuestos y trabajarlos dentro, nos lleva paulatinamente a poder aceptar, todo tal y cual es, sin juzgarlo porque está más allá de nuestra comprensión racional, descubrir el verdadero sentido de la vida nos llega con la aceptación.
Solamente es en ese momento en el cual, libre de opiniones y situándonos en una total entrega a las fuerzas de la divinidad, nos llega la paz y la comprensión. Es la meditación la que prepara ese camino.
Meditar cada día, sentarnos en silencio, establecer una verdadera relación con nosotros en donde podamos ver nuestras limitaciones, esas que nos apartan del Todo a través de sus opiniones, es el camino hacia la verdadera entrega que nos lleva a la paz.
¡Sí a todo tal y como es! Ese es el primer estadio del camino, que solamente al ser recorrido con humildad, nos lleva a un estado interno de expansión y de unión con el todo del cual todos formamos parte, del cual todos nos separamos por creer en nuestras pequeñeces, pequeñeces que nos llevan a la lucha por conquistar lo externo y tener algo más que el otro.
¡Todos somos uno! Esa es la única realidad que se conquista a través de la paz y de la meditación.
Cuando puedas ver al otro, no como un otro sino como tú mismo, el yo soy comenzará a crecer en ti y se expandirá por tu entorno.
El otro te trae aquello que no puedes ver en ti. Transformar para transmutar y poder trascender hacia algo mayor es un proceso.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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