El 2 de octubre se celebra en Argentina el Día del Escribano, en coincidencia también con el Día del Notariado Latino.
El porqué de esta fecha es porque ese día de 1948 se fundó la Unión Internacional del Notariado Latino, una ONG formada por las asociaciones profesionales de 71 países de los cinco continentes, cuyos sistemas notariales son de tipo latino, fundado en el derecho romano germánico.
El día 2 de octubre de 1948, en el marco del Primer Congreso Internacional del Notariado Latino en Buenos Aires (Argentina), a iniciativa del notario José Adrián Negri, se gestó la idea de formar una unión de notariados con principios comunes.
En 1950, en Madrid (España), con motivo de la celebración del Segundo Congreso Internacional del Notariado Latino, se fundó legalmente la mencionada Unión.
Un poco de historia
La actividad de dar fe pública a los hechos y escritos se remonta a épocas lejanas: los “escribas” permanentemente acompañaban al faraón y pertenecieron a la clase sacerdotal. En Grecia se llamó a esta figura “tabelión” y en el Imperio Romano, “notario”.
Los encontramos en las Sagradas Escrituras, como abogados de la ley; y ya en el desembarco de Cristóbal Colón en el continente americano, cuando toma posesión en nombre de los Reyes Católicos, se labra el primer acta notarial en el nuevo mundo.
En la historia de Argentina -en la época colonial y hasta la independencia y durante las jornadas revolucionarias de la Gesta de Mayo- se observa la participación activa del escribano, como fiel testigo de los hechos, observador de la realidad, quien plasmó en sus documentos la actividad pública del Ayuntamiento y la civil y negocial del pueblo.
Desde entonces el escribano ha tenido importantes cambios en las condiciones de aptitud, en la forma de desarrollar la actividad y en su modo de ejercicio. Hoy en día, en esta sociedad basada en el conocimiento y la información, donde las comunicaciones no registran fronteras, siguen siendo indispensables en la función fedataria que es delegada por el Estado.
El sistema notarial desempeña un positivo papel para la salvaguarda del orden social, económico y jurídico. Su función básica consiste en prevenir los problemas antes de que sucedan, orientar a los ciudadanos y personas jurídicas a ejercer adecuadamente sus derechos y cumplir sus deberes, instalar, modificar y concluir actos legales, a fin de evitar controversias y reducir litigios.
El notario, con su actividad, mantiene el orden civil y económico, garantiza la acertada aplicación de las leyes sustanciales y fomenta la estabilidad social. Como presupuesto del control de la legalidad, crea seguridad jurídica en el ámbito de su actuación, en un contexto cambiante.