El 2 de octubre celebramos la fiesta de los ángeles custodios, guardianes y protectores que guían nuestro camino hacia la santidad y salvación.
En el contexto de esta celebración, es oportuno reflexionar sobre estos guardianes que nos aseguran la cercanía de Dios en nuestras vidas.
En medio de las numerosas dificultades que enfrentamos como sociedad, los ángeles custodios nos llenan de esperanza e invitan a sentir fortalecida nuestra fe, en un Dios que nunca nos abandona.
Aunque tengamos una profunda devoción hacia los ángeles guardianes, no siempre resulta fácil comprender el insondable misterio que representa la presencia viva de Dios entre nosotros. El Catecismo de la Iglesia Católica esclarece el papel esencial de los ángeles en nuestra vida de fe. El término “ángel” se relaciona con la misión que cumplen en nombre de Dios (cf. San Agustín: Salmo 103, 1, 15).
San Pablo, en su carta a los Hebreos, presenta a los ángeles como mensajeros divinos: “Espíritus servidores destinados a asistir a los que han de heredar la salvación” (Heb 1, 14).
Los ángeles custodios son una manifestación del amor providente de Dios, que cuida y protege a sus criaturas. Este amor se traduce en la manera en que Dios, en su inmensa bondad hacia la humanidad, guía, sostiene y protege a cada uno a lo largo de su vida, atendiendo a todas nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales.
Al poner nuestra fe y confianza en Dios, reconocemos el plan que tiene para cada uno de nosotros y el apoyo que nos ofrece en su cumplimiento.
En esta misión de custodiar y acompañar a cada persona, los ángeles se convierten en nuestros guardianes, protegiéndonos de los diversos peligros que amenazan tanto al cuerpo como al alma.
Son compañeros constantes, siempre presentes en nuestras vidas, tanto en los momentos de alegría como en los de dificultad.
Los ángeles nos acompañan en nuestro trabajo, en los momentos de descanso y en cuanto elevamos nuestras oraciones, y vienen a nuestro auxilio cuando clamamos por su ayuda.
Nos fortalecen y animan en medio de las adversidades y dificultades de la vida.
La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles se manifiesta a través de la oración y se expresa de manera concreta en la liturgia. San Jerónimo afirma al respecto: “Grande es la dignidad de las almas, ya que desde el momento de nacer, cada una de ellas cuenta con un ángel destinado a su custodia”.
En este sentido, desde nuestra fe, invocamos la intercesión de nuestros ángeles custodios ante las adversidades de la vida. Ellos son nuestra ayuda ante Dios en los momentos difíciles, y su voz nos guía en medio de las incertidumbres que enfrentamos.
Por encima de todo, la fiesta de los ángeles custodios nos recuerda el amor de Dios, que está presente en nuestras vidas. Así como los arcángeles, cada ángel representa el poder y el amor inagotable de nuestro Dios, quien nos protege, cuida y sana.
Son mensajeros que nos infunden esperanza en medio de los desalientos de la vida, despertando fe y confianza en nuestro corazón. La fe en Dios se fortalece al confiar en el amparo y protección de los ángeles.
Que la fiesta de nuestros ángeles custodios, nos ayude a reconocer que podemos contar con ellos para que nos acerquen cada vez más a la fe y llenen de fortaleza espiritual cada momento de nuestra vida.